Y
yo le dije: «Señor, si un hombre que tiene una esposa que confía en el Señor la
descubre en adulterio, ¿comete pecado el marido que vive con ella?» «En tanto
que esté en la ignorancia», me dijo, «no peca; pero si el marido sabe que ella
peca, y la esposa no se arrepiente, sino que continúa en la fornicación, y el
marido vive con ella, él se hace responsable del pecado de ella y es un
cómplice en su adulterio.» Y le dije: «¿Qué es, pues, lo que ha de hacer el
marido si la esposa sigue en este caso?» «Que se divorcie de ella», dijo él, «y
que el marido viva solo; pero si después de divorciarse de su esposa se casa
con otra, él también comete adulterio». «Así pues, Señor», le dije, «si después
que la esposa es divorciada se arrepiente y desea regresar a su propio marido,
¿no ha de ser recibida?» «Sin duda ha de serlo», me dijo; «si el marido no la
recibe, peca y acarrea gran pecado sobre sí; es más, el que ha pecado y se
arrepiente debe ser recibido, pero no varias veces, porque sólo hay un
arrepentimiento para los siervos de Dios. Por amor a su arrepentimiento, pues,
el marido no debe casarse con otra. Esta es la manera de obrar que se manda al esposo
y a la esposa. No sólo», dijo él, «es adulterio si un hombre contamina su
carne, sino que todo el que hace cosas como los paganos comete adulterio. Por
consiguiente, si hechos así los sigue haciendo un hombre y no se arrepiente,
mantente aparte de él y no vivas con él. De otro modo, tú también eres
partícipe de su pecado. Por esta causa, se les manda que permanezcan solos, sea
el marido o la esposa; porque en estos casos es posible el arrepentimiento.
Yo», me dijo, «no doy oportunidad para que la cosa se quede así, sino con miras
a que el pecador no peque más. Pero, con respecto al pecado anterior, hay Uno
que puede dar curación: El es el que tiene autoridad sobre todas las cosas.» (Hermas
- 150 d.C.)
«Escucha»,
[dijo él], «a través de qué obras el mal deseo acarrea muerte a los siervos de
Dios. »Ante todo, el deseo de la esposa o marido de otro… Estos deseos, pues,
son malos, y causan la muerte a los siervos de Dios. Porque este mal deseo es
un hijo del diablo. Por lo tanto, tienen que abstenerse de los malos deseos,
para que, absteniéndose, puedan vivir para Dios. (Hermas - 150 d.C.)
Sobre
la castidad, (Cristo] dijo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha
cometido adulterio en su corazón. Si tu ojo derecho te escandaliza, arráncatelo
y tíralo; porque más te vale que se pierda uno de tus miembros que no que todo
tu cuerpo sea arrojado al infierno (Mateo 5:28-29). Y el que se casa con una
divorciada de otro marido, comete adulterio (Mateo 5:32) Así, para nuestro
Maestro, no sólo son pecadores los que contraen doble matrimonio conforme a la
ley humana, sino también los que miran a una mujer para desearla. No sólo
rechaza al que comete adulterio de hecho, sino también al que lo querría, pues
ante Dios son patentes tanto las obras como los deseos… (Justino Mártir - 160
d.C.)
…o
hay que permanecer tal como uno nació, o hay que casarse una sola vez. El
segundo matrimonio es un adulterio decente. Dice la Escritura: «el que deja a
su mujer y se casa con otra, comete adulterio» (Mateo 19:9; Marcos 10:11), no
permitiendo abandonar a aquella cuya virginidad uno deshizo, ni casarse de
nuevo. (Atenágoras - 177 d.C.)
A
nosotros no puede invadirnos este error, porque nos cerca la muralla de la
observancia fiel de la castidad; que si ésta nos defiende del estupro y adulterio
voluntario. (Tertuliano - 197 d.C.)
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