El
procónsul dijo: «Convence al pueblo.» Pero Policarpo contestó: «En cuanto a ti,
he considerado que eres digno de hablarte; porque se nos ha enseñado a rendir
honor como es debido a los príncipes y autoridades designadas por Dios, salvo
que no sea en nuestro perjuicio; pero en cuanto a éstos, no los considero
dignos de que tenga que defenderme delante de ellos.» (Martirio de Policarpo 155
d.C.)
Residen
en sus propios países, pero sólo como transeúntes; comparten lo que les
corresponde en todas las cosas como ciudadanos, y soportan todas las opresiones
como los forasteros. Todo país extranjero les es patria, y toda patria les es
extraña… Se hallan en la carne, y, con todo, no viven según la carne. Su
existencia es en la tierra, pero su ciudadanía es en el cielo. Obedecen las
leyes establecidas, y sobrepasan las leyes en sus propias vidas. (Epístola a
Diogneto 125-200 d.C.)
En
cuanto a los tributos y contribuciones, nosotros antes que nadie procuramos pagarlos
a quienes vosotros habéis designado para ello en todas partes: así se nos
enseñó. Cuando se le acercaron algunos para preguntarle si había que pagar el
tributo al César, Él respondió: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Le
respondieron: Del César. Entonces les dijo: Den, pues, al César lo que es del
César y a Dios lo que es de Dios (Mateo 22:20-21). Por eso, sólo adoramos a
Dios, pero en todo lo demás os servimos a ustedes con gusto, reconociendo que
son emperadores y gobernantes de los hombres y rogando que, junto con el poder
imperial, se advierta que también son hombres de prudente juicio. (Justino
Mártir 160 d.C.)
¿Por
qué se empeñan, oh griegos, en que, como en lucha de pugilato, choquen las
instituciones del Estado contra nosotros? Si no quiero seguir las costumbres de
ciertas gentes, ¿por qué he de ser odiado como el ser más abominable? El
emperador manda pagar tributos, y yo estoy dispuesto a hacerlo. Mi amo quiere
que le esté sujeto y le sirva, y yo reconozco esta servidumbre. Porque, en
efecto, al hombre se le ha de honrar humanamente, pero temer sólo se ha de
temer a Dios, que no es visible a los ojos humanos ni es por arte alguna
comprensible. Sólo si se me manda negar a Dios no estoy dispuesto a obedecer,
sino que antes sufriré la muerte, para no declararme mentiroso y desagradecido.
(Taciano 160 d.C.)
Yo
no deseo ser un rey. No anhelo ser rico. Rechazo toda posición militar. Detesto
la fornicación. No soy llevado por un amor insaciable de ganancias
[financieras] para hacerme a la mar. No compito por una corona. Estoy libre de
una sed excesiva por la fama. Desprecio la muerte. (…) ¡Mueran al mundo,
repudiando la locura que hay en él! ¡Vivan para Dios! (Tatiano 160 d.C.)
(Escrito
por un crítico pagano del cristianismo)…es que si todos los demás hiciesen como
ustedes, nada impediría que el Emperador se quedase en solitario y abandonado y
el mundo entero se tornaría presa de los bárbaros más salvajes y más groseros. (Celso
178 d.C.)
No
tenemos nación alguna en la tierra. Por tanto, podemos despreciar las
posesiones terrenales. (Clemente de Alejandría 195 d.C.)
A
un soldado de la autoridad civil se le debe enseñar a que no mate a los hombres
y a que se niegue a hacerlo si se le ordenara, y también a negarse a prestar
juramento. Si él no está dispuesto a cumplir, se le debe rechazar para el
bautismo. Un comandante militar o un juez de la corte que esté activo tienen
que renunciar o ser rechazado. Si un candidato o un creyente busca convertirse
en soldado, tendrá que ser rechazado por haber despreciado a Dios. (Hipólito 170
-236 d.C.)
Todo
celo en la búsqueda de gloria y honor está muerto en nosotros. De modo que nada
nos presiona a participar en sus reuniones públicas. Además, no hay otra cosa
más totalmente ajena a nosotros que los asuntos del estado. Reconocemos un
único dominio que lo abarca todo; el mundo. Renunciamos a todos los
espectáculos de ustedes. (Tertuliano 197 d.C.)
¿Cuáles
cosas serán de Dios si todas las cosas son del César? (Tertuliano 197 d.C.)
Nosotros
invocamos por la salud del emperador a Dios eterno, a Dios verdadero, a Dios
vivo, a quien ellos mismos, más que a otros dioses, desean tener propicio.
Conocen que el que les dio el imperio les puede dar la salud, y que sólo puede
conservar la vida de los hombres el que les dio el alma con que viven… Así está
orando en comunidad nuestra santa compañía, pidiendo a Dios por todos los
emperadores larga vida, imperio quieto, palacio seguro, ejércitos fuertes,
Senado leal, pueblo honrado, inundo pacífico, que es todo lo que desean los
emperadores como públicos ministros y particulares personas… Así estamos con
esta postura rogando a Dios por los emperadores. Venga, pues, abran las uñas de
hierro brechas en las carnes; clávennos en altas cruces; laman las lenguas de
fuego; degüellen los alfanjes; acométannos con brío feroz las fieras; que
aquella disposición y figura con que ruega a Dios el cristiano, es un aparejo
para todo linaje de muerte; es postura que desafía los tormentos. Continúen
presidentes buenos, atiendan a la persecución, atormenten la vida de los que
así ruegan por la salud del César, y llamad a la verdad de la oración delito, a
la devoción superstición, crimen la postura… (Tertuliano 197 d.C.)
…los
cristianos tienen precepto para redundancia de la benignidad de rogar a Dios
por sus enemigos, y de pedir favores para los que les persiguen. Los que
tienen, pues, precepto de rogar a Dios por sus enemigos, sin duda rogarán
cuidadosamente por los emperadores… Y no sólo debemos rogar por ellos a título
de enemigos, sino porque expresamente, señalando sus nombres, nos manda nuestra
ley rogar a Dios por los príncipes. «Rueguen, dice, por los reyes, por las
potestades, para que viva en tranquilidad la república.» Y debemos cuidar mucho
de este precepto, porque en su provecho tiene fiador nuestra importancia… (Tertuliano
197 d.C.)
Pero
quería en este segundo crimen de lesa Majestad de que nos acusan como de
segundo sacrilegio, porque no celebramos los días solemnes del César con ese
modo que inventó, no la razón, sino el deleite, y no lo sufre ni la modestia,
ni la vergüenza, ni la honestidad, mostrar la verdad y vuestra fe, por si acaso
los hallare yo aun en eso peores que los cristianos que llamáis indevotos de
los romanos y públicos enemigos de los emperadores… (Tertuliano 197 d.C.)
Pero
nuestra junta no tiene estos peligros; que si los cristianos son hombres de hielo,
para las honras y dignidades no necesitan de ir al Senado, ni a otra junta a
pretender tumultuosamente cargos apadrinados con la violencia de los votos. No
acude el cristiano al Consistorio por su interés; para él todo el mundo es su
república, todos los hombres son ciudadanos; con igualdad mira el público
negocio y el ajeno… (Tertuliano 197 d.C.)
Nuestras
oraciones derrotan a todos los demonios que provocan la guerra. Esos demonios
también hacen que las personas violen sus juramentos y alteren la paz. Así
pues, de esta manera, nosotros somos mucho más útiles a los reyes que aquellos
que van al campo de batalla para pelear por ellos. Y también tomamos parte en
los asuntos públicos cuando sumamos los ejercicios de abnegación a nuestras
oraciones y meditaciones justas, las cuales nos enseñan a despreciar los
placeres y a no dejarnos llevar por ellos. De manera que nadie lucha mejor por
el rey que nosotros. En realidad, nosotros no peleamos bajo su mando, aun si
nos lo exigiera. Sin embargo, peleamos a su favor, formando un ejército
especial, un ejército de santidad, por medio de nuestras oraciones a Dios. Y si
él deseara que “dirigiéramos ejércitos en defensa de nuestro país”, sepa que
también hacemos esto. Y no lo hacemos con el objetivo de ser vistos por los
hombres o por vanagloria. Ya que en secreto, y en nuestros corazones, nuestras
oraciones ascienden a favor de nuestro prójimo, como si fuéramos sacerdotes. De
manera que los cristianos son benefactores de su país más que las demás
personas. (Orígenes 225 d.C.)
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