I. El libre albedrío en los hombres y ángeles
Escribo a todas las iglesias, y hago saber a todos que de mi
propio libre albedrío muero por Dios, a menos que ustedes me lo estorben. (Ignacio
- 50-100 d.C.)
Por tanto, tenemos deber de dar sobremanera gracias al Señor,
porque nos dio a conocer lo pasado, nos instruyó acerca de lo presente y no
estamos sin inteligencia para lo por venir. Y así dice la Escritura: No se
tienden injustamente las redes a los volátiles. Lo cual quiere decir que con
razón se perderá el hombre que, teniendo conocimiento del camino de la
justicia, se precipita a sí mismo por el camino de las tinieblas. (Bernabé - 150
d.C.)
Por el contrario, cada uno camina, según el mérito de sus
acciones, hacia el castigo o hacia la salvación eterna. Si todos los hombres
fuesen conscientes de esto, nadie escogería la maldad por un momento, sabiendo
que así emprendía la marcha hacia su condena eterna en el fuego, sino que por
todos los medios se contendría y se adornaría con las virtudes, para alcanzar
los bienes de Dios y verse libre de la pena. (Justino Mártir - 160 d.C.)
El Espíritu Santo reprende a los hombres porque habiendo sido
creados impasibles e inmortales a semejanza de Dios con tal de que guardaran
sus mandamientos, y habiéndoles Dios concedido el honor de llamarse hijos
suyos, ellos, por querer asemejarse a Adán y a Eva, se procuran a sí mismos la
muerte... Queda así demostrado que a los hombres se les concede el poder ser
dioses, y que a todos se da el poder ser hijos del Altísimo, y culpa suya es si
son juzgados y condenados como Adán y Eva... (Justino Mártir - 160 d.C.)
El hombre fue creado racional, y por ello semejante a Dios, libre
en sus decisiones y con un fin en sí mismo; y si alguna vez se convierte en
paja y otra en trigo, es por su propia responsabilidad… (Ireneo - 180 d.C.)
Dios siempre ha protegido, por una parte la libertad y decisión
del ser humano, y por otra su exhortación a él: por ello quienes no obedecen
son justamente juzgados por su desobediencia, y quienes obedecen y creen
reciben la corona incorruptible. (Ireneo - 180 d.C.)
Esta frase: « ¡Cuántas veces quise recoger a tus hijos, pero tú no
quisiste!» (Mateo 23:37), bien descubrió la antigua ley de la libertad humana;
pues Dios hizo libre al hombre, el cual, así como desde el principio tuvo alma,
también gozó de libertad, a fin de que libremente pudiese acoger la Palabra de
Dios, sin que éste lo forzase. Dios, en efecto, jamás se impone a la fuerza,
pues en él siempre está presente el buen consejo. Por eso concede el buen
consejo a todos. Tanto a los seres humanos como a los ángeles otorgó el poder
de elegir -pues también los ángeles usan su razón-, a fin de que quienes le
obedecen conserven para siempre este bien como un don de Dios que ellos
custodian. En cambio no se hallará ese bien en quienes le desobedecen, y por
ello recibirán el justo castigo… Dios, pues, nos ha dado el bien, de lo cual da
testimonio el Apóstol en la mencionada epístola, y quienes obran según este don
recibirán honor y gloria, porque hicieron el bien cuando estaba en su arbitrio
no hacerlo; en cambio quienes no obren bien serán reos del justo juicio de
Dios, porque no obraron bien estando en su poder hacerlo. Si, en efecto, unos
seres humanos fueran malos por naturaleza y otros por naturaleza buenos, ni
éstos serían dignos de alabanza por ser buenos, ni aquéllos condenables, porque
así habrían sido hechos. Pero, como todos son de la misma naturaleza, capaces
de conservar y hacer el bien, y también capaces para perderlo y no obrarlo, con
justicia los seres sensatos (¡cuánto más Dios!) alaban a los segundos y dan
testimonio de que han decidido de manera justa y han perseverado en el bien… (Ireneo
- 180 d.C.)
Y también: «Si el criado dice en su corazón: Mi amo tarda en
venir, y empieza a golpear a sus compañeros, a comer, beber y emborracharse,
cuando su amo llegue, en el día que menos lo espere, lo echará y le dará su
parte entre los hipócritas» (Lucas 12:45-46). Todos los textos semejantes a
éstos, que nos muestran al ser humano como libre y capaz de tomar decisiones,
nos enseñan cómo Dios nos aconseja exhortándonos a obedecerle y apartarnos de
la infidelidad, pero sin imponerse por la fuerza… (Ireneo - 180 d.C.)
Por eso el Señor dice que el reino de los cielos es de los
violentos: «Los violentos lo arrebatan» (Mateo 11:12), quiere decir aquellos
que se esfuerzan, luchan y continuamente están alerta: éstos lo arrebatan… (Ireneo
- 180 d.C.)
Por su generosidad Dios dio a conocer al ser humano el bien de la
obediencia y el mal de la desobediencia.... Por eso su conocimiento de ambas
cosas va en los dos sentidos, a fin de que pueda elegir lo mejor con
discernimiento… Aquellos, pues, que se han apartado de la luz del Padre
transgrediendo la ley de la libertad, se han alejado por su culpa, pues se les
concedió la libertad y el libre albedrío. (Ireneo - 180 d.C.)
Por eso decía el Señor: «Quien cree en mí no será juzgado»; es
decir, no será separado de Dios, pues está unido a él por la fe. «Mas quien no
cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo unigénito de
Dios», pues de este modo él mismo se ha separado de Dios, por decisión propia… (Ireneo
- 180 d.C.)
Creer y obedecer está en nuestro poder… (Clemente de Alejandría -
195 d.C.)
Ni alabanza ni condenación, ni recompensa ni castigo, sería justo
si el hombre no tuviera el poder de escoger [lo bueno] y evitar [lo malo], si
el pecado fuera involuntario… (Clemente de Alejandría - 195 d.C.)
Dios no corona a aquellos que se abstienen de lo malo sólo por
obligación. Es imposible que una persona viva día tras día de acuerdo a la
justicia verdadera excepto de su propia voluntad. El que se hace ‘justo’ bajo
obligación de otro no es justo en verdad… Es la libertad de cada persona la que
produce la verdadera justicia y revela la verdadera maldad. (Clemente de
Alejandría - 195 d.C.)
…el hombre fue hecho por Dios como ser libre, capaz de arbitrio y
decisión propia: precisamente es en esto donde más en particular se manifiesta
que el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios…en aquello más esencial
que procede del mismo Dios, esto es, el alma, que ha recibido el sello del ser
divino en lo que se refiere a la libertad de arbitrio y de decisión…. Dios
llama, amenaza y exhorta al hombre que, dotado de voluntad y de libertad, es
capaz de obediencia o de rebelión… Le fue concedida plena libertad de elección
en uno u otro sentido, de suerte que siempre fuese dueño de sí para hacer
libremente el bien y para evitar libremente el mal; pues, por otra parte,
convenía que el hombre estuviera bajo el juicio de Dios y que fuese justo por
sus méritos propios, es decir, libres. En efecto, no podía asignarse
razonablemente una recompensa del mal ni del bien a aquel que fuese bueno o
malo por necesidad, no por voluntad propia. Para esto se dio la ley, la cual no
anula, sino que pone a prueba la libertad con que uno o libremente se somete o
libremente la traspasa. Por esto tenían que estar ambos caminos abiertos al libre
arbitrio... una reflexión sobre la libertad del hombre mostrará que el es el
culpable de todo el mal que cometió. (Tertuliano - 197 d.C.)
“Como si hablara de la
agricultura, Pablo dice: ‘Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo da
Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el
crecimiento’ [1 Corintios 3.6-7]. Ahora pudiéramos decir con razón que la
cosecha del agricultor no es trabajo sólo del agricultor. Tampoco es trabajo
sólo del que riega. Al fin y al cabo, es trabajo de Dios. Así mismo, no es que
no tengamos nada que hacer para que nos desarrollemos espiritualmente a la
perfección. Más, con todo, no es obra de sólo nosotros, porque Dios tiene una
obra aun más grande que la nuestra. Así es en nuestra salvación. La parte que
hace Dios es muchísimo mayor que la nuestra… (Justino Mártir - 160 d.C.)
Aquellos [paganos] que deciden que el hombre no tiene libre
albedrío, sino afirman que se gobierna por las disposiciones inevitables de la
suerte, son culpables de impiedad ante el mismo Dios, ya que le hacen la causa
y el autor de las maldades humanas… (Metodio - 290 d.C.)
Toda la creación de Dios, Dios la hizo muy bien. Y él ha dado a
cada persona el poder del libre albedrío, y por la misma norma ha instituido la
ley de juicio… Y por cierto todo el que quiera, puede guardar sus mandamientos.
Pero el que los desprecia y se vuelve en contra de ellos, sin duda alguna
tendrá que hacer frente a esa ley de juicio… No cabe duda de que cada persona,
utilizando el poder de su libre albedrío, puede fijar su camino en la dirección
que él quiera… (Arquelao - 320 d.C.)
II. La elección
Y procuraban día y noche, en toda la comunidad, que el número de
sus elegidos pudiera ser salvo, con propósito decidido y sin temor alguno. (Clemente
de Roma - 30-100 d.C.)
A estos hombres de vidas santas se unió una vasta multitud de los
elegidos, que en muchas indignidades y torturas, víctimas de la envidia, dieron
un valeroso ejemplo entre nosotros. (Clemente de Roma - 30-100 d.C.)
Por tanto, acerquémonos a Él en santidad de alma, levantando
nuestras manos puras e inmaculadas a Él, con amor hacia nuestro Padre bondadoso
y compasivo, el cual ha hecho de nosotros su porción elegida. (Clemente de Roma
- 30-100 d.C.)
Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos
pecados son cubiertos. Bienaventurado el hombre a quien el Señor no imputará
pecado, ni hay engaño en su boca. Esta declaración de bienaventuranza fue
pronunciada sobre los que han sido elegidos por Dios mediante Jesucristo
nuestro Señor, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén. (Clemente
de Roma - 30-100 d.C.)
…Él también bendijo; he aquí, quita los cielos y los montes y las
colinas y los mares, y todas las cosas serán allanadas para sus elegidos, para
que Él pueda cumplirles la promesa que había hecho con gran gloria y regocijo,
siempre y cuando ellos guarden las ordenanzas de Dios, que han recibido con
gran fe.» (Hermas - 150 d.C.)
Porque el Señor juró por su propia gloria, con respecto a sus
elegidos: que si, ahora que se ha puesto este día como límite, se comete
pecado, después no habrá para ellos salvación; porque el arrepentimiento para
los justos tiene un fin; los días del arrepentimiento se han cumplido para
todos los santos; en tanto que para los gentiles hay arrepentimiento hasta el
último día. (Hermas - 150 d.C.)
Pero la parte blanca es la edad venidera, en la cual residirán los
elegidos de Dios; porque los elegidos de Dios serán sin mancha y puros para la
vida eterna. (Hermas - 150 d.C.)
Son elegidos por su anhelo de una mejor preparación y
entrenamiento. Éstos son los que están dispuestos a oír lo que les dice, a
poner en orden sus vidas, a progresar por una cuidadosa observancia de la ley
de la justicia… (Clemente de Alejandría - 195 d.C.)
III La predestinación
Hemos aprendido de los profetas, y lo afirmamos nosotros, que los
correctivos, los castigos y los galardones se miden conforme al mérito de los
hechos de cada uno. De otra manera, si todo sucediera sólo por suerte, no
hubiera nada a nuestro poder. Porque si un hombre se predestinara a lo bueno y
otro a lo malo, el primero no mereciera la alabanza ni el segundo la culpa. Si
los hombres no tuvieran el poder de evitar lo malo y de escoger lo bueno según
su propia voluntad, no fueran responsables por sus hechos, sean buenos o malos…
Porque el hombre no sería merecedor de recompensa o alabanza si él mismo no
escogiera lo bueno, o si sólo fuera creado para hacer lo bueno. De igual
manera, si un hombre fuera malo, no merecería el castigo, ya que él mismo no
hubiera escogido lo malo, siendo él capaz de hacer sólo lo que fue creado para
hacer… (Justino Mártir - 160 d.C.)
Pero, alegan, fue Dios quien endureció el corazón del faraón y de
sus ministros (Éxodo 9:34). ¿Acaso quienes así lo acusan no han leído lo que en
el Evangelio respondió Jesús a sus discípulos cuando le preguntaron: «¿Por qué
les hablas en parábolas?» El contestó: «A ustedes se les concede conocer el
misterio del reino de los cielos; a ellos les hablo en parábolas para que,
viendo, no vean, y oyendo no oigan… Dios sabe quiénes son los que no habrán de
creer, pues conoce de antemano todas las cosas, los entrega a su incredulidad,
retira de ellos su rostro y los abandona en las tinieblas que ellos mismos
eligieron. ¿Por qué admirarse, entonces, de que en aquel tiempo abandonó en su incredulidad
al faraón y a sus ministros, los cuales jamás habrían creído en él? (Ireneo -
180 d.C.)
Nosotros, los que hemos nacido recientemente, recibimos el
crecimiento del que es perfecto y anterior a toda la creación, y el único bueno
y excelente; y a semejanza de aquél, para obtener de él el don de la
incorrupción, puesto que hemos sido predestinados a existir (Efesios 1:11-12)
cuando aún no existíamos, según el pre conocimiento del Padre (1 Pedro 1:2); y
comenzamos a existir por el ministerio del Verbo en los tiempos prefijados. (Ireneo
- 180 d.C.)
No que Dios por sí mismo haya planeado castigarlos, sino que a
ellos se les echa encima el sufrimiento de haberse separado por sí mismos de
todos los bienes. Mas los bienes divinos son eternos y no tienen fin… (Ireneo -
180 d.C.)
Y creo que resulta evidente después de lo dicho, que la verdadera
Iglesia es una, la realmente primitiva, en la cual están inscritos los que son
predestinados como justos… (Clemente de Alejandría - 195 d.C.)
IV. Sinergismo
(Sinergismo es la doctrina, la cual afirma que la voluntad del
hombre puede y debe cooperar con el Espíritu Santo para lograr la salvación.
Según este entendimiento el ser humano es capaz de rechazar la gracia de Dios).
Cuando estás dispuesto a hacer lo bueno Dios también está listo
para ayudarte. (Ignacio – 105 d.C.)
Y espero, Señor, que ahora seré capaz de guardar estos
mandamientos que tú has mandado, capacitado por el Señor.» «Los guardarás», me
dijo, «si tu corazón es puro ante el Señor, sí, y los guardarán todos cuantos
purifiquen sus corazones de los deseos vanos de este mundo y vivan para Dios.» (Hermas
- 150 d.C.)
« ¿Por qué, pues, señor», le pregunté, «no se arrepintieron
todos?» «A aquellos cuyo corazón Él vio que estaba a punto de volverse puro y
de servirle a Él de todo corazón, Él les dio arrepentimiento; pero a aquellos
en los que vio astucia y maldad, que intentaban arrepentirse en hipocresía, a éstos
no les dio arrepentimiento, para que no profanaran de nuevo su nombre.» (Hermas
- 150 d.C.)
[Por lo tanto] si tú llevas el Nombre (de Cristo), y no llevas su
poder, llevarás el Nombre sin ningún resultado. (Hermas - 150 d.C.)
Estas son los que han oído mis mandamientos, y han practicado
arrepentimiento con todo su corazón. Por ello, cuando el Señor vio que su
arrepentimiento era bueno y puro, y que podían continuar en él, ordenó que sus
pecados anteriores fueran borrados. (Hermas - 150 d.C.)
De modo semejante, quien sirve al Señor nada le añade, ni a Dios
le hace falta el servicio humano. Sino que El concede la vida, la incorrupción
y la vida eterna a quienes le siguen y le sirven… (Ireneo - 180 d.C.)
Un hombre que trabaja solo para libertarse de sus deseos
pecaminosos nada logra. Pero si él manifiesta su afán y su deseo ardiente de
eso, lo alcanza por el poder de Dios. Dios colabora con los que anhelan su
ayuda. Pero si pierden su anhelo, el Espíritu de Dios también se restringe. El
salvar al que no tiene voluntad es un acto de obligación, pero el salvar al que
sí tiene voluntad es un acto de gracia… (Clemente de Alejandría - 195 d.C.)
“Veamos a otro pasaje: ‘Así que no depende del que quiere, ni del
que corre, sino de Dios que tiene misericordia’ (Romanos 9:16). Aquí Pablo no
niega que los humanos tenemos que hacer algo. Sino alaba la bondad de Dios,
quien lleva lo que se hace a su fin deseado. El sencillo deseo humano no basta
para alcanzar el fin. Solo el correr no basta para que el atleta gane el
premio. Tampoco basta para que los cristianos ganemos el premio que da Dios por
Cristo Jesús. Estas cosas se llevan a cabo sólo con la ayuda de Dios.
“Como si hablara de la agricultura, Pablo dice: ‘Yo
planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo da Dios. Así que ni el que planta
es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento’ (1 Corintios 3:6-7).
Ahora pudiéramos decir con razón que la cosecha del agricultor no es trabajo
sólo del agricultor. Tampoco es trabajo sólo del que riega. Al fin y al cabo,
es trabajo de Dios. Así mismo, no es que no tengamos nada que hacer para que
nos desarrollemos espiritualmente a la perfección. Más, con todo, no es obra de
sólo nosotros, porque Dios tiene una obra aun más grande que la nuestra. Así es
en nuestra salvación. La parte que hace Dios es muchísimo mayor que la nuestra…
(Justino Mártir - 160 d.C.)
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