Si
alguien viniese de fuera para enseñaros todo esto, recíbanle. Pero si resultare
ser un doctor extraviado, que les dé otras enseñanzas para destruir su fe, no
le oigan. Si por el contrario, se propusiese haceros regresar en la senda de la
justicia y del conocimiento del Señor, recibidle como recibiríais al Señor.
Vean ahí como según los preceptos del Evangelio deben portarse con los
apóstoles y profetas. Reciban en nombre del Señor a los apóstoles que les
visitaren, en tanto permanecieren un día o dos entre ustedes: el que se quedare
durante tres días, es un falso profeta. Al salir el apóstol, deben proveerle de
pan para que pueda ir a la ciudad donde se dirija: si pide dinero, es un falso
profeta. A todo el que fuere a ustedes en nombre del Señor, recibidle, y
pruébenlo después para conocerlo, puesto que deben tener suficiente criterio
para conocer a los que son de la derecha y los que pertenecen a la izquierda.
Si quisiere permanecer entre ustedes… que trabaje para comer; si no tuviese
oficio ninguno, procurad según su prudencia a que no quede entre ustedes ningún
cristiano ocioso. Si no quisiere hacer esto, es un negociante del cristianismo,
del cual se alejarán.
El
verdadero profeta, que quisiere fijar su residencia entre ustedes, es digno del
sustento; porque un doctor verdadero, es también un artista, y por tanto digno
de su alimento. Tomarás tus primicias de la era y el lagar, de los bueyes y de
las cabras y se las darás a los profetas, porque ellos son sus grandes
sacerdotes. Al preparar una hornada de pan, toma las primicias, y dalas según
el precepto. Lo mismo harás al empezar una vasija de vino o de aceite, cuyas
primicias destinarás a los profetas. En lo concerniente a tu dinero, tus bienes
y tus vestidos, señala tú mismo las primicias y haz según el precepto. (Didaché
80-140 d.C.)
Para
el cargo de obispos y diáconos del Señor, elegirán a hombres humildes,
desinteresados, veraces y probados, porque también hacen el oficio de profetas
y doctores. No los menosprecien, puesto que son vuestros dignatarios,
juntamente con vuestros profetas y doctores. (Didaché 80-140 d.C.)
Los
apóstoles recibieron el Evangelio para nosotros del Señor Jesucristo… y
confirmados en la palabra de Dios con plena seguridad por el Espíritu Santo,
salieron a proclamar las buenas nuevas de que había llegado el reino de Dios. Y
así, predicando por campos y ciudades, por todas partes, designaron a las
primicias (de sus labores), una vez hubieron sido probados por el Espíritu,
para que fueran obispos y diáconos de los que creyeran. Y esto no lo hicieron
en una forma nueva; porque verdaderamente se había escrito respecto a los
obispos y diáconos desde tiempos muy antiguos; porque así dice la escritura en
cierto lugar: Y nombraré a tus obispos en justicia y a tus diáconos en fe…
…
Y nuestros apóstoles sabían por nuestro Señor Jesucristo que habría contiendas
sobre el nombramiento del cargo de obispo. Por cuya causa, habiendo recibido
conocimiento completo de antemano, designaron a las personas mencionadas, y
después proveyeron a continuación que si éstas durmieran, otros hombres
aprobados les sucedieran en su servicio. A estos hombres, pues, que fueron
nombrados por ellos, o después por otros de reputación, con el consentimiento
de toda la Iglesia, y que han ministrado intachablemente el rebaño de Cristo,
en humildad de corazón, pacíficamente y con toda modestia, y durante mucho
tiempo han tenido buena fama ante todos… (Clemente de Roma 30-100 d.C.)
(El
Obispo Ignacio escribe:) No les estoy dando órdenes, como si yo fuera alguien
que pudiera hacerlo. Porque aun cuando estoy en cadenas por amor del Nombre, no
he sido hecho perfecto todavía en Jesucristo. [Porque] ahora estoy empezando a
ser un discípulo; y les hablo como a mis compañeros. Porque yo debería ser
entrenado por ustedes para la contienda en fe, exhortación, persistencia y
longanimidad… Jesucristo, nuestra vida inseparable, es también la mente del
Padre, así como los obispos establecidos hasta los extremos de la tierra están
en la mente de Jesucristo. Por lo tanto es apropiado que anden en armonía con
la mente del obispo; lo cual ya lo hacen… (Ignacio 50-100 d.C.)
Sí,
y les corresponde a ustedes también no tomaros libertades por la juventud de su
obispo, sino, según el poder de Dios el Padre, rendirle toda reverencia, tal
como he sabido que los santos presbíteros tampoco se han aprovechado de la
evidente condición de su juventud, sino que le han tenido deferencia como
prudente en Dios; no ya a él, sino al Padre de Jesucristo, a saber, el Obispo
de todos. (Ignacio 50-100 d.C.)
Sed
obedientes al obispo y los unos a los otros, como Jesucristo lo era al Padre
[según la carne], y como los apóstoles lo eran a Cristo y al Padre, para que
pueda haber unión de la carne y el espíritu. (Ignacio 50-100 d.C.)
Es
necesario, por tanto, como acostumbráis hacer, que no hagáis nada sin el
obispo, sino que seáis obedientes también al presbiterio, como los apóstoles de
Jesucristo nuestra esperanza; porque si vivimos en El, también seremos hallados
en Él. Y estoy persuadido que pensáis de esta forma en lo que respecta a estas
cuestiones; porque he recibido la muestra de su amor, y la tengo conmigo, en la
persona de su obispo, cuyo comportamiento es una gran lección, cuya mansedumbre
es poder; un hombre a quien creo que incluso los impíos prestan reverencia. (Ignacio
50-100 d.C.)
(El
Obispo Ignacio escribe) No os mando nada, cosa que hicieron Pedro y Pablo.
Ellos eran apóstoles, yo soy un reo; ellos eran libres, pero yo soy un esclavo
en este mismo momento. Con todo, cuando sufra, entonces seré un hombre libre de
Jesucristo, y seré levantado libre en Él. Ahora estoy aprendiendo en mis
cadenas a descartar toda clase de deseo. (Ignacio 50-100 d.C.)
Recuerden
en sus oraciones a la iglesia que está en Siria, que tiene a Dios como su
pastor en lugar mío. Jesucristo sólo será su obispo —El y su amor—. (Ignacio 50-100
d.C.)
Porque
todos los que son de Dios y de Jesucristo están con los obispos; y todos los
que se arrepientan y entren en la unidad de la Iglesia, éstos también serán de
Dios, para que puedan vivir según Jesucristo. (Ignacio 50-100 d.C.)
Seguid
todos a su obispo, como Jesucristo siguió al Padre, y al presbiterio como los
apóstoles; y respetad a los diáconos, como el mandamiento de Dios. Que nadie
haga nada perteneciente a la Iglesia al margen del obispo. Considerad como
eucaristía válida la que tiene lugar bajo el obispo o bajo uno a quien él la
haya encomendado. Allí donde aparezca el obispo, allí debe estar el pueblo; tal
como allí donde está Jesús, allí está la iglesia universal. No es legítimo,
aparte del obispo, ni bautizar ni celebrar una fiesta de amor; pero todo lo que
él aprueba, esto es agradable también a Dios; que todo lo que hagáis sea seguro
y válido. (Ignacio 50-100 d.C.)
Estas
cosas les escribo, hermanos, con respecto a la justicia, no porque yo me
impusiera esta carga, sino porque ustedes me enviaron. Porque ni yo, ni hombre
alguno, puede seguir la sabiduría del bienaventurado y glorioso Pablo, el cual,
cuando estuvo entre ustedes, enseñó cara a cara a los hombres de aquel día la
palabra de verdad con cuidado y certeza… (Policarpo 135 d.C.)
Sabiendo,
pues, que de Dios nadie se mofa, deberíamos andar dignamente en su mandamiento
y su gloria. De igual manera los diáconos deben ser intachables en la presencia
de su justicia, como diáconos de Dios y Cristo y no de hombres; no
calumniadores, ni con doblez de palabra, ni amantes del dinero, templados en
todas las cosas, compasivos, diligentes, andando en conformidad con la verdad
del Señor que se hizo ministro (diácono) de todos. (Policarpo 135 d.C.)
Y
los presbíteros también deben ser compasivos, misericordiosos hacia los
hombres, haciendo volver a las ovejas que se han extraviado, visitando a todos
los enfermos, sin descuidar una viuda o un huérfano o un pobre: sino procurando
hacer siempre lo que es honroso a la vista de Dios y de los hombres,
absteniéndose de toda ira, acepción de personas, juicios injustos, apartándose
de todo amor al dinero, no prontos a creer nada en contra de un hombre, sin
enjuiciar precipitadamente, sabiendo que todos somos deudores de pecado. (Policarpo
135 d.C.)
«Oye
ahora respecto a las piedras que entran en el edificio. Las piedras que son
cuadradas y blancas, y que encajan en sus junturas, éstas son los apóstoles y
obispos y maestros y diáconos que andan según la santidad de Dios, y ejercen su
oficio de obispo, de maestro y diácono en pureza y santidad para los elegidos
de Dios, algunos de los cuales ya duermen y otros están vivos todavía. Y,
debido a que siempre están de acuerdo entre sí, tuvieron paz entre sí y se escucharon
el uno al otro. Por tanto, sus junturas encajan en el edificio de la torre.» (Hermas
150 d.C.)
Ahora,
pues, les digo a ustedes los que gobernáis la Iglesia y que ocupen sus asientos
principales, no sean como los charlatanes. Los charlatanes, verdaderamente,
llevan sus drogas en cajas, pero ustedes llevan droga y su veneno en el
corazón. Están endurecidos, y no quieren limpiar sus corazones, y mezclar su
sabiduría en un corazón limpio, para que puedan conseguir misericordia del Gran
Rey. Mirad, pues, hijos, que estas divisiones no les priven de su vida. ¿Cómo
es posible que quieran instruir a los elegidos del Señor, en tanto que ustedes
no tienen instrucción? Instrúyanse unos a otros, pues, y tened paz entre
ustedes, que yo también pueda estar contento delante del Padre, y dar cuenta de
todos ustedes a su Señor. (Hermas 150 d.C.)
Los
que tienen las manchas son diáconos que ejercieron mal su oficio, y saquearon
la sustancia de viudas y huérfanos, e hicieron ganancia para sí con las
administraciones que habían recibido para ejecutar. Estos, pues, si permanecen
en el mismo mal deseo, son muertos y no hay esperanza de vida para ellos… (Hermas
150 d.C.)
Y
de la décima montaña, en que había árboles que cobijaban a ciertas ovejas, los
que creyeron son así: obispos, personas hospitalarias, que reciben alegremente
en sus casas en todo tiempo a los siervos de Dios sin hipocresía. [Estos
obispos] en todo tiempo sin cesar dieron albergue a los necesitados y a las
viudas en sus administraciones, y se condujeron con pureza en todo momento. A
[todos] éstos, pues, les dará asilo el Señor para siempre. Los que han hecho
estas cosas, por consiguiente, son gloriosos a la vista de Dios, y su lugar es
ahora con los ángeles si siguen hasta el fin sirviendo al Señor. (Hermas 150
d.C.)
Pero
si halla alguna parte del rebaño desparramada, ¡ay de los pastores! Porque si
resulta que los mismos pastores están esparcidos, ¿cómo van a responder de los
rebaños? ¿Dirán que fueron hostigados por el rebaño? Nadie los creería. Porque
es algo increíble que un pastor sea herido por su rebaño, y aún será castigado
más a causa de su falsedad. Y yo soy el pastor, y me corresponde estrictamente
rendir cuentas de ustedes. (Hermas 150 d.C.)
Pero
(los falsos maestros), y a mi juicio con toda razón, no quieren enseñar
abiertamente a todos, sino sólo a quienes pueden pagar bien por tales
misterios. Pues estas cosas no se parecen a aquéllas de las que dijo el Señor:
«Den gratis lo que gratis han recibido» (Mateo 10:8). (Ireneo 180 d.C.)
Por
este motivo es preciso obedecer a los presbíteros de la Iglesia. Ellos tienen
la sucesión de los Apóstoles, como ya hemos demostrado, y han recibido, según
el beneplácito del Padre, el carisma de la verdad junto con la sucesión
episcopal… Así son los presbíteros que la Iglesia nutre. De éstos dice el
profeta: «Te daré príncipes en la paz y guardianes de la justicia»
En
esta congregación presiden presbíteros ancianos que alcanzaron esta honra, no
por precio, sino por el testimonio de sus méritos; que aquí el honor no se
compra sino con costumbres. (Tertuliano 197 d.C.)
(Aquí
Cipriano describe el materialismo que empezó a contaminar la iglesia en el año
250) y olvidándose de su fe y de lo que antes se solía practicar en tiempo de
los apóstoles y que siempre deberían seguir practicando… Muchos obispos, que
debían ser ejemplo y exhortación para los demás, se olvidaban de su divino
ministerio, y se hacían ministros de los poderosos del siglo: abandonaban su
sede. Dejaban destituido a su pueblo, recorriendo las provincias extranjeras
siguiendo los mercados en busca de negocios lucrativos, con ansia de poseer
abundancia de dinero mientras los hermanos de sus iglesias padecían hambre; se
apoderaban de haciendas con fraudes y ardides, y aumentaban sus intereses con
crecida usura... Nosotros, al olvidarnos de la ley que se nos había dado, hemos
dado con nuestros pecados motivo para lo que ocurre: ya que hemos despreciado
los mandamientos de Dios, somos llamados con remedios severos a que nos
enmendemos de nuestros delitos y demos muestra de nuestra fe… (Cipriano 250
d.C.)
Con
toda diligencia hay que guardar la tradición divina y las prácticas
apostólicas, y hay que atenerse a lo que se hace entre nosotros que es lo que
se hace casi en todas las provincias del mundo, a saber, que para hacer una
ordenación bien hecha, los obispos más próximos de la misma provincia se reúnan
con el pueblo al frente del cual ha de estar el obispo ordenando, y éste se
elija en presencia del pueblo, ya que éste conoce muy bien la vida de cada uno
y ha podido observar por la convivencia el proceder de sus actos. Así vemos que
se hizo también entre vosotros en la ordenación de nuestro colega Sabino: se le
confirió el episcopado y se le impusieron las manos para que sustituyera a
Basilides por el sufragio de toda la comunidad de hermanos y el de los obispos
que estuvieron presentes y el de los que se enviaron su voto por carta… (Cipriano
250 d.C.)
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