martes, 14 de abril de 2015

Ser como niños


…habiéndonos renovado por el perdón de nuestros pecados, hizo de nosotros una forma nueva, hasta el punto de tener un alma de niños, como que de veras El nos ha formado de nuevo. (Bernabé 150 d.C.)  

Y de la montaña duodécima, que era blanca, los que creyeron eran así: eran como verdaderos recién nacidos, en cuyo corazón no hay astucia alguna, ni han aprendido lo que es maldad, sino que permanecen siendo niños para siempre. Estos, pues, moran, sin duda, en el reino de Dios, porque no contaminaron los mandamientos de Dios en nada, sino que siguen siendo niños todos los días de su vida en su mentalidad. (Hermas 150 d.C.)  

¿Y quiénes se salvan ahora y reciben la vida? ¿Acaso no son aquellos que aman a Dios, creen en sus promesas, y se han hecho «niños en la malicia» (Ireneo 180 d.C.)  

Por lo tanto no necesitamos de la ley como pedagogo; he aquí que nosotros hablamos con el Padre y estamos en su presencia convertidos en niños sin malicia y afincados en la justicia y honestidad… (Ireneo 180 d.C.)  

El Señor nos ha revelado con toda claridad qué significado tiene la palabra «niño», pues, «habiéndose propuesto la cuestión entre los apóstoles acerca de cuál de ellos era el mayor, Jesús puso en medio de ellos a un niño y dijo: El que se hiciere pequeño como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos» (Mateo 18:1-4 y Lucas 9: 46-48). No usa la palabra niño refiriéndose a la edad en que todavía no hay razón, como han pensado algunos... Porque ya no somos pequeños que andamos por el suelo, ni avanzamos arrastrándonos sobre la tierra como las serpientes, revolcándonos con todo nuestro cuerpo en placeres insensatos… Es natural que sean niños los que no reconocen a otro padre que a Dios: los que son sencillos, pequeños, puros, amantes del unicornio. A los que progresan en el Logos, el Señor les ha proclamado la orden de menospreciar las cosas de acá, exhortándoles a que atiendan únicamente al Padre, imitando lo que hacen los niños. Por esto dice en lo que sigue: «No anden preocupados por el mañana: a cada día le basta su malicia» (Mateo 6:34). De esta suerte ordena dejar de lado las preocupaciones de la vida y adherirse únicamente al Padre. El que cumple este precepto es realmente niño y párvulo para Dios lo mismo que para el mundo: el mundo lo tiene por extraviado; Dios por objeto de su amor... (Clemente de Alejandría 195 d.C.)
 
 

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