Saludo
a las casas de mis hermanos con sus esposas e hijos, y a las vírgenes que son
llamadas viudas. (Ignacio 50-100 d.C.)
Las
vírgenes deben andar en una conciencia inmaculada y pura. (Policarpo 135 d.C.)
Entre
nosotros hay muchos y muchas que, hechos discípulos de Cristo desde la niñez,
permanecen vírgenes hasta los sesenta y los setenta años, y yo me glorío que os
los puedo mostrar de entre toda raza humana. (Justino Mártir 160 d.C.)
Y
hasta es fácil hallar entre nosotros muchos hombres y mujeres que han llegado
célibes hasta su vejez con la esperanza de alcanzar así una mayor intimidad con
Dios. Ahora bien, si el permanecer en virginidad y celibato nos acerca más a
Dios, mientras que el mero pensamiento y deseo de unión aparta, si huimos aun
de los pensamientos, mucho más rechazaremos las obras. Porque no está nuestra
religión en cuidados discursos, sino en la demostración y la enseñanza de las
obras: o hay que permanecer tal como uno nació, o hay que casarse una sola vez...
(Atenágoras 177 d.C.)
«Sobre
las vírgenes no tengo un precepto del Señor; mas os doy un consejo, como quien
ha conseguido la misericordia del Señor, a fin de ser fiel» (1 Corintios 7:25).
En cambio dice en otro verso: «Que Satanás no les tiente por su incontinencia»
(1 Corintios 7:5). Así pues, si en el Nuevo Testamento notamos a los Apóstoles
hacer ciertas concesiones por motivo de la incontinencia de algunos, a fin de
que no apostaten de Dios, porque estando endurecidos podrían desesperar de la
salvación, no os admire si en el Antiguo el mismo Dios quiso hacer algo
semejante por la costumbre del pueblo… (Ireneo 180 d.C.)
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