miércoles, 15 de abril de 2015

El gobierno de la Iglesia


I. Autoridad y deberes de los líderes de la Iglesia 

Hijo mío, acuérdate de día y de noche, del que te anuncia la palabra de Dios; hónrale como al Señor, puesto que donde se anuncia la palabra, allí está el Señor. (Didaché 80-140 d.C.)  

Para el cargo de obispos y diáconos del Señor, elegirán a hombres humildes, desinteresados, veraces y probados, porque también hacen el oficio de profetas y doctores. No les menosprecien, puesto que son sus dignatarios, juntamente con sus profetas y doctores. Amonéstense unos a otros, según los preceptos del Evangelio, en paz y no con ira. (Didaché 80-140 d.C.)  

Porque hacían todas las cosas sin hacer acepción de personas, y andabais conforme a las ordenanzas de Dios, sometiéndoos a sus gobernantes y rindiendo a los más ancianos entre ustedes el honor debido. (Clemente de Roma 30-100 d.C.)  

Consideremos los soldados que se han alistado bajo nuestros gobernantes, de qué modo tan exacto, pronto y sumiso ejecutan las órdenes que se les dan. No todos son perfectos, ni jefes de millares, ni aun de centenares, ni de grupos de cincuenta, etc.; sino que cada hombre en su propio rango ejecuta las órdenes que recibe del rey y de los gobernantes. Los grandes no pueden existir sin los pequeños, ni los pequeños sin los grandes. Hay una cierta mezcla en todas las cosas, y por ello es útil. Pongamos como ejemplo nuestro propio cuerpo. La cabeza sin los pies no es nada; del mismo modo los pies sin la cabeza no son nada; incluso los miembros más pequeños de nuestro cuerpo son necesarios y útiles para el cuerpo entero; pero todos los miembros cooperan y se unen en sumisión, para que todo el cuerpo pueda ser salvo. (Clemente de Roma 30-100 d.C.)  

Cuánto más les felicito que estén íntimamente unidos al Obispo como la Iglesia lo está con Jesucristo y como Jesucristo lo está con el Padre, para que todas las cosas puedan estar armonizadas en unidad. Que nadie se engañe. Si alguno no está dentro del límite del altar, carece de pan [de Dios]. Porque si la oración de uno y otro tiene una fuerza tan grande, ¡cuánto más la del obispo y la de toda la Iglesia! Por lo tanto, todo el que no acude a la congregación, con ello muestra su orgullo y se ha separado él mismo; porque está escrito: Dios resiste a los soberbios. Por tanto tengamos cuidado en no resistir al obispo, para que con nuestra sumisión podamos entregarnos nosotros mismos a Dios. (Ignacio 50-100 d.C.)  

Sean obedientes al obispo y los unos a los otros, como Jesucristo lo era al Padre [según la carne], y como los apóstoles lo eran a Cristo y al Padre, para que pueda haber unión de la carne y el espíritu. (Ignacio 50-100 d.C.)  

Porque cuando son obedientes al obispo como a Jesucristo, es evidente para mí que están viviendo no según los hombres sino según Jesucristo… Es necesario, por tanto, como acostumbran hacer, que no hagan nada sin el obispo, sino que sean obedientes también al presbiterio… Y, del mismo modo, los que son diáconos de los misterios de Jesucristo deben complacer a todos los hombres en todas las formas. Porque no son diáconos de carne y bebida sino siervos de la Iglesia de Dios. Es propio, pues, que se mantengan libres de culpa como si fuera fuego. De la misma manera, que todos respeten a los diáconos como a Jesucristo, tal como deben respetar al obispo como tipo que es del Padre y a los presbíteros como concilio de Dios y como colegio de los apóstoles. Aparte de ellos no hay ni aun el nombre de iglesia. …su obispo, cuyo comportamiento es una gran lección, cuya mansedumbre es poder; un hombre a quien creo que incluso los impíos prestan reverencia. (Ignacio 50-100 d.C.)  

(El Obispo Ignacio escribe) No os mando nada, cosa que hicieron Pedro y Pablo. Ellos eran apóstoles, yo soy un preso; ellos eran libres, pero yo soy un esclavo en este mismo momento. Con todo, cuando sufra, entonces seré un hombre libre de Jesucristo, y seré levantado libre en Él. Ahora estoy aprendiendo en mis cadenas a descartar toda clase de deseo. (Ignacio 50-100 d.C.)  

…nuestro Señor Jesucristo, el salvador de nuestras almas y piloto de nuestros cuerpos y pastor de la Iglesia universal que se halla por todo el mundo. (Martirio de Policarpo 155 d.C.)  

Ahora, pues, les digo a ustedes los que gobiernan la Iglesia y que ocupan sus asientos principales, no sean como los charlatanes. Los charlatanes, verdaderamente, llevan sus drogas en cajas, pero ustedes llevan su droga y su veneno en el corazón. Están endurecidos, y no quieren limpiar sus corazones, y mezclar su sabiduría en un corazón limpio, para que puedan conseguir misericordia del Gran Rey. Miren, pues, hijos, que estas divisiones no les priven de su vida. ¿Cómo es posible que quieran instruir a los elegidos del Señor, en tanto que ustedes no tienen instrucción? Instrúyanse unos a otros, pues, y tengan paz entre ustedes, que yo también pueda estar contento delante del Padre, y dar cuenta de todos ustedes a su Señor.» (Hermas 150 d.C.)  

Los que tienen las manchas son diáconos que ejercieron mal su oficio, y saquearon la sustancia de viudas y huérfanos, e hicieron ganancia para sí con las administraciones que habían recibido para ejecutar. Estos, pues, si permanecen en el mismo mal deseo, son muertos y no hay esperanza de vida para ellos… (Hermas 150 d.C.)  

Pero si halla alguna parte del rebaño desparramada, ¡ay de los pastores! Porque si resulta que los mismos pastores están esparcidos, ¿cómo van a responder de los rebaños? ¿Dirán que fueron hostigados por el rebaño? Nadie los creería. Porque es algo increíble que un pastor sea herido por su rebaño, y aún será castigado más a causa de su falsedad. Y yo soy el pastor, y me corresponde estrictamente rendir cuentas de ustedes. (Hermas 150 d.C.)  

Entonces, si se halla alguna divergencia aun en alguna cosa mínima, ¿no sería conveniente volver los ojos a las Iglesias más antiguas, en las cuales los Apóstoles vivieron, a fin de tomar de ellas la doctrina para resolver la cuestión, lo que es más claro y seguro? Incluso si los Apóstoles no nos hubiesen dejado sus escritos, ¿no hubiera sido necesario seguir el orden de la Tradición que ellos legaron a aquellos a quienes confiaron las Iglesias? (Ireneo 180 d.C.)  

Pablo indica dónde se le encontrará: «Dios puso en la Iglesia en primer lugar Apóstoles, luego profetas, y en seguida maestros» (1 Corintios 12:28). Pues donde Dios ha depositado sus carismas, ahí es donde conviene aprender la verdad, de aquellos que conservan la sucesión de la Iglesia y la doctrina de los Apóstoles. Ahí se halla la conducta sana e irreprochable, y la palabra no adulterada ni corrompida… (Ireneo 180 d.C.)  

Así pues, si quieres ejercitar mejor tu curiosidad en lo que toca a tu salvación, recorre las Iglesias apostólicas en las que todavía en los mismos lugares tienen autoridad las mismas cátedras de los apóstoles. En ellas se leen todavía las cartas auténticas de ellos… (Tertuliano 197 d.C.)  

II. El sacerdocio de todos los creyentes  

Pues David era sacerdote a los ojos de Dios, aunque Saúl lo persiguiese, pues todos los justos participan del sacerdocio. Sacerdotes son todos los discípulos del Señor que no heredarán aquí campos o casas, sino que siempre sirven al altar… (Ireneo 180 d.C.)  

En el libro anterior mostramos que levitas y sacerdotes son todos los discípulos del Señor, los cuales profanan el sábado en el templo, sin cometer falta… (Ireneo 180 d.C.)  

Nosotros somos verdaderos adoradores y verdaderos sacerdotes, que al orar con el espíritu, sacrificamos con el espíritu la oración como hostia propia y aceptable a Dios, es decir, la que exigió y proveyó para sí. Ésta, ofrecida de todo corazón, apacentada por la fe, cuidada por la verdad, íntegra por la inocencia, limpia por la castidad, coronada por la caridad, debemos conducirla al altar de Dios con la pompa de las buenas obras, entre salmos e himnos, para que impetre de Dios todo lo que conviene. (Tertuliano 197 d.C.)


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