I. El significado del
bautismo
Mas
inquiramos si tuvo el Señor interés en manifestarnos anticipadamente algo
acerca del agua y de la cruz. Ahora bien, acerca del agua se dice contra Israel
cómo no habían de aceptar el bautismo, que trae la remisión de los pecados,
sino que se construirían otros lavatorios para sí mismos. Dice, en efecto, el
profeta: Pásmate, oh cielo, y erícese aún más sobre esto la tierra: Dos males
ha hecho mi pueblo: A mí me abandonaron, fuente de vida, y para sí se cavaron
pozo de muerte. ¿Acaso es una roca desierta mi monte santo de Sinaí? Porque
serán como los polluelos de un ave, que se echan a volar cuando se les quita el
nido…Y: El agua suya, fiel; verán al rey con gloria y su alma meditará el temor
del Señor. Y de nuevo dice en otro profeta: El que esto hiciere, será como
árbol plantado a par de la corriente de las aguas, que dará su fruto a debido
tiempo, y su hoja no caerá, y todo cuanto hiciere prosperará… …Además, otro
profeta dice: Y era la tierra de Israel celebrada sobre toda otra tierra. Lo
que quiere decir: El Señor glorifica el vaso de su Espíritu. 10. ¿Qué dice
seguidamente? Y el río fluía por la derecha y brotaban de él hermosos árboles;
y quien comiere de ellos vivirá para siempre. Esto quiere decir que nosotros
bajamos al agua rebosando pecados y suciedad, y subimos llevando fruto en
nuestro corazón, es decir, con el temor y la esperanza de Jesús en nuestro
espíritu. Y el que comiere de ellos, vivirá para siempre, quiere decir: quien
escuchare, cuando se le hablan estas cosas, y las creyere, vivirá eternamente. (Bernabé
150 d.C.)
Porque
si hacemos la voluntad de Cristo hallaremos descanso; pero si no la hacemos,
nada nos librará del castigo eterno si desobedecemos sus mandamientos. Y la
escritura dice también en Ezequiel: Aunque Noé y Job y Daniel se levanten, no
librarán a sus hijos de la cautividad. Pero si ni aun hombres tan justos como
éstos no pueden con sus actos de justicia librar a sus hijos, ¿con qué
confianza nosotros, si no mantenemos nuestro bautismo puro y sin tacha,
entraremos en el reino de Dios? O ¿quién será nuestro abogado, a menos que se
nos halle en posesión de obras santas y justas? (Segunda Clemente 150 d.C.)
Porque
nuestro Dios, Jesús el Cristo, fue concebido en la matriz de María según una
dispensación de la simiente de David, pero también del Espíritu Santo; y nació
y fue bautizado para que por su pasión pudiera purificar el agua. (Ignacio 50-100
d.C.)
Que
su bautismo permanezca en ustedes como su escudo; su fe como su yelmo; su amor
como su lanza; su paciencia como la armadura del cuerpo. (Ignacio 50-100 d.C.)
Porque
antes que un hombre lleve el nombre [del Hijo de] Dios, es muerto; pero cuando
ha recibido el sello, deja a un lado la mortalidad y asume otra vez la vida. El
sello, pues, es el agua; así que descienden en el agua muertos y salen vivos. (Hermas
150 d.C.)
No
hay otra manera [de obtener las promesas de Dios] sino sólo ésta: conocer a
Cristo, ser lavados en la fuente de la cual habla Isaías para la remisión de
los pecados, y desde ese momento en adelante, vivir vidas sin pecado… (Justino
Mártir 160 d.C.)
A
este alimento lo llamamos Eucaristía. A nadie le es lícito participar si no
cree que nuestras enseñanzas son verdaderas, ha sido lavado en el baño de la
remisión de los pecados y la regeneración, y vive conforme a lo que Cristo nos
enseñó. (Justino Mártir 160 d.C.)
Siendo
leprosos en el pecado, somos lavados de nuestras transgresiones antiguas por
medio del agua sagrada y la invocación al Señor. De esta manera somos
regenerados espiritualmente como niños recién nacidos, así como el Señor ha
dicho: ‘El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino
de Dios’… (Ireneo 180 d.C.)
Para
ello el Señor prometió que enviaría al Paráclito que nos acercase a Dios. Pues,
así como del trigo seco no puede hacerse ni una sola masa ni un solo pan, sin
algo de humedad, así tampoco nosotros, siendo muchos, podíamos hacernos uno en
Cristo Jesús, sin el agua que proviene del cielo. Y así como si el agua no cae
la tierra árida no fructifica, así tampoco nosotros, siendo un leño seco, nunca
daríamos fruto para la vida, si no se nos enviase de los cielos la lluvia
gratuita. Pues nuestros cuerpos recibieron la unidad por medio de la
purificación (bautismal) para la incorrupción; y las almas la recibieron por el
Espíritu. Por eso una y otro fueron necesarios, pues ambos nos llevan a la vida
de Dios. (Ireneo 180 d.C.)
«Esto
eran. Pero están lavados y santificados, están justificados en el nombre del
Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios». ¿Y cuándo hemos llevado la
imagen del que nació de la tierra? Cuando realizábamos las obras de la carne
arriba descritas. ¿Y cuándo llevamos la imagen del que viene del cielo? Cuando,
como él dice, «están lavados» y creéis «en su nombre», para recibir su
Espíritu. No hemos lavado la substancia de nuestro cuerpo ni la imagen de
nuestra creación, sino nuestro antiguo modo de actuar. Y así, en los mismos
miembros por los que antes perecíamos, cuando realizábamos las obras
corruptibles, en esos mismos miembros empezamos a vivir cuando realizamos las
obras del Espíritu… (Ireneo 180 d.C.)
Los
hombres de esta clase (los gnósticos) han sido instigados por Satanás a negar
el bautismo el cual es la regeneración de Dios… (Ireneo 180 d.C.)
…Y
porque el hombre necesitaba el lavado de regeneración en la misma carne
plasmada en Adán… (Ireneo 180 d.C.)
En
primer lugar la fe nos invita insistentemente a rememorar que hemos recibido el
bautismo para el perdón de los pecados en el nombre de Dios Padre y en el
nombre de Jesucristo, Hijo de Dios encarnado, muerto y resucitado, y en el
Espíritu Santo de Dios; que el bautismo es el sello de la vida eterna, el nuevo
nacimiento de Dios, de tal modo que no seamos ya más hijos de los hombres
mortales, sino de Dios eterno e indefectible… (Ireneo 180 d.C.)
Por
eso el bautismo, nuestro nuevo nacimiento… nos concede renacer a Dios Padre por
medio de su Hijo en el Espíritu Santo… (Ireneo 180 d.C.)
Los
discípulos…, enseñando a los hombres el camino de la vida para apartarlos de
los ídolos, de la fornicación y de la avaricia, purificando sus almas y sus
cuerpos con el bautismo de agua y de Espíritu Santo, distribuyendo y
suministrando a los creyentes este Espíritu Santo que habían recibido del
Señor. Así instituyeron y fundaron esta iglesia… (Ireneo 180 d.C.)
Esta
obra a veces se llama gracia; otras veces, iluminación, perfección, o
lavamiento. Es el lavamiento por el cual nos limpiamos de nuestros pecados; la
gracia por la cual la condenación de nuestros pecados se cancela; y la
iluminación por la cual vemos la santa luz de la salvación, esto es, por medio
de la cual vemos a Dios claramente. (Clemente de Alejandría 195 d.C.)
…cuando
el alma se convierte a la fe y es restaurada en su segundo nacimiento por el
agua y por el poder de arriba, se le quita el velo de su corrupción original y
logra ver la luz en todo su esplendor. Entonces es recibida por el Espíritu
Santo, de la misma manera que en el primer nacimiento había sido acogida por el
espíritu inmundo. Y la carne sigue al alma en sus nupcias con el Espíritu como
una dote, y se convierte en sierva, no del alma, sino del Espíritu. (Tertuliano
197 d.C.)
Ya
no hay ahora posibilidad de eludir su ley, porque, en efecto, la ley del
bautismo ha sido impuesta y su forma ha sido prescrita cuando se dice: «Vayan y
enseñen a todo el mundo, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo” (Mateo 28:19). Esta ley se relaciona con aquella declaración:
«Si uno no renaciera del agua y del Espíritu Santo no entrará en el reino de
los cielos» (Juan 3:5), la cual somete la fe a la necesidad del bautismo. Por
esto desde entonces todos los que creían eran bautizados. Pablo, por ejemplo,
así que creyó fue bautizado... (Tertuliano 197 d.C.)
Ahora
bien, cuando creció en todos la gracia de Dios, creció también la virtud del
agua y del ángel: lo que antes era remedio de los defectos del cuerpo, ahora es
remedio del espíritu; lo que conseguía la salud temporal, ahora restablece la
eterna; lo que antes liberaba a uno cada año, ahora salva todos los días a
pueblos enteros de los que expulsa la muerte por la ablución de los pecados...
Por este medio el hombre, que desde un principio había sido hecho a imagen de
Dios, es restituido a su semejanza, y hay que notar que la imagen se entiende
de la semejanza exterior, la semejanza de la eterna. En el bautismo recibe el
hombre aquel Espíritu que originariamente había recibido por el soplo de Dios,
y que luego perdió por el pecado. Esto no quiere decir que alcancemos el
Espíritu Santo por la misma agua, sino que la purificación del agua bajo el
influjo del ángel nos prepara para el Espíritu Santo. (Tertuliano 197 d.C.)
La
iglesia es donde va a beber su fe: la fe que sella con el agua, que viste con
el Espíritu Santo, que alimenta con la Eucaristía… (Tertuliano 197 d.C.)
Cuando
yo me encontraba sumido en las tiniebla… me parecía que según era en aquel
momento mi modo de vida había de serme sumamente difícil y duro lo que la
misericordia divina me prometía para mi salvación, a saber, poder renacer de
nuevo y con el lavatorio del agua salvadora comenzar una nueva vida,
deshaciéndome de todo lo de antes y cambiar el modo de sentir y de entender del
hombre, aunque el cuerpo permaneciera el mismo. ¿Cómo puede ser posible, me
decía, una conversión tan grande, por la que de repente y en un momento se
despoje uno de aquellas cosas congénitas que han adquirido la solidez de la
misma naturaleza, o de aquellas cosas adquiridas desde largo tiempo y que han
arraigado y envejecido con los años? …Pero cuando la suciedad de mi vida
anterior fue lavada por medio del agua regeneradora, una luz de arriba se
derramó en mi pecho ya limpio y puro. Después que hube bebido del Espíritu
celeste, me encontré rejuvenecido con un segundo nacimiento y hecho un hombre
nuevo: de manera milagrosa desaparecieron de repente las dudas, se abrió la
cerrazón, se iluminaron las tinieblas, se hizo posible lo que antes parecía
imposible... Reconocí que mi anterior vida carnal y entregada al pecado era
cosa de la tierra, mientras que la que ya había empezado a vivir del Espíritu
Santo era cosa de Dios... El alabarse a sí mismo es odiosa soberbia, pero no es
soberbia, sino agradecimiento, el proclamar lo que se atribuye, no al esfuerzo
del hombre, sino al don de Dios. (Cipriano 250 d.C.)
Pero
el bautismo que es un nuevo nacimiento no es el que otorgaba Juan, sino el que
otorgaba Jesús por medio de los discípulos, y se llama «lavatorio de
regeneración» que se hace con «una renovación del Espíritu» (Tito 3:5). Este
Espíritu que entonces viene, puesto que es el Espíritu de Dios, «aletea sobre
las aguas» pero no se comunica a todos simplemente con el agua. (Orígenes 225
d.C.)
II. Forma y
descripción del bautismo
En
cuanto al bautismo, he aquí cómo hay que administrarle: Después de haber
enseñado los anteriores preceptos, bautizad en el agua viva, en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Si no pudiere ser en el agua viva, puedes
utilizar otra; si no pudieres hacerlo con agua fría, puedes servirte de agua
caliente; si no tuvieres a mano ni una ni otra, echa tres veces agua sobre la
cabeza, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Antes del
bautismo, debe procurarse que el que lo administra, el que va a ser bautizado,
y otras personas, si pudiere ser, ayunen. Al neófito, le harás ayudar uno o dos
días antes. (Didaché 80-140 d.C.)
No
es legítimo, aparte del obispo, ni bautizar ni celebrar una fiesta de amor;
pero todo lo que él aprueba, esto es agradable también a Dios; que todo lo que
hagan sea seguro y válido. (Ignacio 50-100 d.C.)
…
Estos son los que han oído la palabra y quisieran ser bautizados en el nombre
del Señor. Luego, cuando se recuerden de la pureza exigida por la verdad,
cambian de opinión y vuelven a sus malos deseos.» (Hermas 150 d.C.)
Y
le dije: «Todavía voy a hacer otra pregunta, Señor.» «Di», me contestó. «He
oído, Señor», le dije, «de ciertos maestros, que no hay otro arrepentimiento
aparte del que tuvo lugar cuando descendimos al agua y obtuvimos remisión de
nuestros pecados anteriores.» Él me contestó: «Has oído bien; porque es así.
Porque el que ha recibido remisión de pecados ya no debe pecar más, sino vivir
en pureza. (Hermas 150 d.C.)
Porque
antes que un hombre lleve el nombre [del Hijo de] Dios, es muerto; pero cuando
ha recibido el sello, deja a un lado la mortalidad y asume otra vez la vida. El
sello, pues, es el agua; así que descienden en el agua muertos y salen vivos. (Hermas
150 d.C.)
A
cuantos se convencen y aceptan por la fe que es verdad lo que nosotros
enseñamos y decimos, y prometen ser capaces de vivir según ello, se les
instruye a que oren y pidan con ayunos el perdón de Dios para sus pecados
anteriores, y nosotros oramos y ayunamos juntamente con ellos. Luego los
llevamos a un lugar donde haya agua, y por el mismo modo de regeneración con
que nosotros fuimos regenerados, lo son también ellos: en efecto, se someten al
baño por el agua, en el nombre del Padre de todas las cosas y Señor Dios, y en
el de nuestro salvador Jesucristo y en el del Espíritu Santo. Porque Cristo
dijo: «Si no volvieren a nacer, no entrarán en el reino de los cielos» (Juan 3:3),
y es evidente para todos que no es posible volver a entrar en el seno de
nuestras madres una vez nacidos. Y también está dicho en el profeta Isaías el
modo como podían librarse de los pecados aquellos que habiendo pecado se
arrepintieran: «Lávense, vuélvanse limpios, quitad las maldades de sus almas,
aprendan a hacer el bien...» (Isaías 1:16). La razón que para esto aprendimos
de los apóstoles es la siguiente: En nuestro primer nacimiento no teníamos
conciencia, y fuimos engendrados por necesidad por la unión de nuestros padres,
de un germen húmedo, criándonos en costumbres malas y en conducta malvada.
Ahora bien, para que no sigamos siendo hijos de la necesidad y de la
ignorancia, sino de la libertad y del conocimiento, alcanzando el perdón de los
pecados que anteriormente hubiéramos cometido, se invoca sobre el que ha
determinado regenerarse y se arrepiente de sus pecados, estando él en el agua,
el nombre del Padre de todas las cosas y Señor Dios, el único nombre que invoca
el que conduce a este lavatorio al que ha de ser lavado... Este baño se llama
iluminación, para dar a entender que son iluminados los que aprenden estas
cosas. Y el que es así iluminado, se lava también en el nombre de Jesucristo,
el que fue crucificado bajo Poncio Pilato, y en el nombre del Espíritu Santo,
que nos anunció previamente por los profetas todo lo que se refiere a Jesús. (Justino
Mártir 160 d.C.)
A
un soldado de la autoridad civil se le debe enseñar a que no mate a los hombres
y a que se niegue a hacerlo si se le ordenara, y también a negarse a prestar
juramento. Si él no está dispuesto a cumplir, se le debe rechazar para el
bautismo. Un comandante militar o un juez de la corte que esté activo tienen
que renunciar o ser rechazados. Si un candidato o un creyente busca convertirse
en soldado, tendrá que ser rechazado por haber despreciado a Dios. (Hipólito 170-236
d.C.)
El
procedimiento para beneficiarse de este segundo perdón es más difícil que el
del primero, que se obtiene en el Bautismo. Las pruebas que han de ofrecerse
son más exigentes. No basta ya hacer un íntimo examen de conciencia; es preciso
expresar el arrepentimiento con un rito claro y manifiesto. Este rito en griego
se llama exomologesis, y consiste en confesar sinceramente al Señor las culpas
que hemos cometido; no porque Él las ignore, sino porque declarándolas se
satisface a la justicia divina. De la confesión oral procede la penitencia, y
la penitencia mitiga la justa ira del Señor hacia el que ha pecado. (Tertuliano
197 d.C.)
…que
un hombre es sumergido en el agua y bañado mientras se pronuncian unas pocas
palabras, y en poco o nada vuelve a salir más limpio que antes: precisamente
por esto resulta tan increíble que pueda así conseguirse la vida eterna… (Tertuliano
197 d.C.)
No
hace diferencia alguna el que uno se bautice en el mar o en un estanque, en un
río o en una fuente, en un lago o en un recipiente: ni hay diferencia entre
aquellos que Juan bautizó en el Jordán y los que Pedro bautizó en el Tíbet, así
como no recibió ni más ni menos en orden a la salvación aquel eunuco a quien
Felipe yendo de camino bautizó en una agua que al azar encontraron. Todas las
aguas, en virtud de la cualidad de su mismo origen primero, llevan a cabo el
misterio de la santificación por la invocación de Dios: entonces sobreviene al
punto el Espíritu del cielo y permanece sobre las aguas, santificándolas con su
propia virtud de suerte que, una vez así santificadas, queden impregnadas de
fuerza santificadora… (Tertuliano 197 d.C.)
…el
bautismo prepara el camino para el Espíritu Santo, que ha de venir, con la
expulsión del pecado que la fe impetra con el sello impuesto en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. (Tertuliano 197 d.C.)
Entonces,
habiendo recibido las aguas en cierto sentido una virtud medicinal por la
intervención del ángel, el espíritu se disuelve como corporalmente en el agua,
y la carne en la misma agua se purifica espiritualmente.
...Esto
de que un ángel intervenga en el agua, aunque parezca cosa nueva tiene un
precedente que era imagen de lo que había de suceder: Un ángel intervenía en la
piscina de Betsaida removiendo las aguas. Estaban al acecho los que sufrían
enfermedades, pues el que se adelantaba a bajar al agua dejaba de sentirse
enfermo una vez bañado. Esta curación corporal era una imagen para explicar la
curación espiritual… (Tertuliano 197 d.C.)
Luego,
al salir del baño, somos ungidos con la santa unción, según aquella práctica
antigua por la que los sacerdotes solían ungirse con el aceite de un cuerno,
como Aarón fue ungido por Moisés. Y a causa del crisma, que significa unción,
nos llamamos cristianos, es decir, ungidos... De esta suerte, la unción resbala
sobre nosotros de una manera carnal, pero aprovecha de una manera espiritual,
de la misma manera que el mismo bautismo que es un acto carnal por el que somos
sumergidos en el agua tiene el efecto espiritual de liberarnos de los
pecados... Luego se nos imponen las manos en forma de bendición, mientras se
llama y se invita al Espíritu Santo... Y aquel Espíritu Santísimo desciende
gustoso del Padre sobre los cuerpos purificados y bendecidos, y también sobre
las aguas del bautismo en las que, como reconociendo su prístina sede,
descansa, como cuando bajó en forma de paloma hasta el Señor. La paloma declara
la naturaleza del Espíritu Santo, siendo un animal cuyas características son la
simplicidad y la inocencia, hasta el punto de que su cuerpo carece de hiel... (Tertuliano
197 d.C.)
Comencemos
por el bautismo: antes de ir al agua, en la asamblea y bajo la mano del que
preside, profesamos renunciar al diablo, a su pompa y a sus ángeles. Luego
somos sumergidos tres veces, dando unas respuestas un tanto más extensas que
las que determinó el Señor en el Evangelio. Luego nos hacen salir y gustamos
una combinación de leche y miel, y durante toda la semana a partir de aquel día
nos abstenemos del baño diario. El sacramento de la eucaristía, instituido por
el Señor en el momento de la comida y para todos, lo tomamos nosotros también
en las reuniones antes del alba y no lo recibimos de manos de otros fuera de
los que presiden… (Tertuliano 197 d.C.)
Que
cada uno de los fieles se acuerde de las palabras que pronunció al renunciar al
demonio, cuando vino por primera vez a las aguas del bautismo, tomando sobre sí
el primer sello de la fe y acudiendo a la fuente salvadora: entonces proclamó
que no andaría en las pompas y las obras del demonio, y que no se sometería a
su esclavitud y a sus placeres. Aunque, de acuerdo con la forma prescrita en la
tradición de la Iglesia, hemos sido bautizados en aquellas aguas visibles y con
el crisma visible, sin embargo, sólo es verdaderamente bautizado «de arriba» en
el Espíritu Santo y en el agua el que ha «muerto al pecado», y ha sido
verdaderamente «sumergido en la muerte de Cristo», y ha sido «sepultado con él»
en un bautismo de muerte… (Orígenes 225 d.C.)
De
la misma manera también el lavatorio por medio del agua es símbolo de la
purificación del alma, que lava toda mancha de maldad, sin que deje de ser por
ello principio y fuente de los dones divinos para aquel que se entrega a sí
mismo al poder divino de las invocaciones de la Trinidad… (Orígenes 225 d.C.)
III. El bautismo y los
herejes
Otros
piensan que no tiene sentido llevar al bautizando al agua. Prefieren mezclar
óleo con agua, y pronunciando palabras semejantes a las que hemos dicho arriba,
les ungen la cabeza para, según dicen, consagrarlos para la redención. Los
ungen con el mismo óleo perfumado. Otros rechazan todas esas ceremonias, y
dicen que no necesitan representar por medio de creaturas visibles y
corruptibles el misterio de la inefable e invisible Potencia; pues lo que la
mente no puede concebir, así como las cosas incorpóreas que sobrepasan los
sentidos, no se pueden figurar por medio de cosas sensibles y corporales… Este
engaño lo ha difundido Satanás, que busca apartar del bautismo para la nueva
vida en Dios, y destruir la fe, como demostraremos cuando adelante los
refutemos. (Ireneo 180 d.C.)
(Según
los herejes) el bautismo no es necesario, pues basta la fe… (Tertuliano 197
d.C.)
IV. El bautismo de
infantes
Los
que tienen el oficio de bautizar saben que el bautismo no se ha de conferir
temerariamente... «No den lo santo a los perros, ni arrojen su piedra preciosa
a los puercos» (Mateo 7:6). Y también: «No impongan fácilmente las manos ni
tengan parte en los pecados ajenos» (1 Timoteo 5:22)... Todo el que pide el
bautismo puede engañar o puede engañarse, y así puede ser más conveniente
demorar el bautismo según la condición y disposición de las personas, y también
según la edad. ¿Qué necesidad hay, cuando realmente no la hay, de poner en
peligro a los padrinos, los cuales por la muerte pueden faltar a lo prometido o
pueden tener con el tiempo la decepción de haber apadrinado a uno de mala
condición? Ciertamente dice el Señor (acerca de los niños): «No les impidan que
vengan a mí» (Mateo 19:14). Vengan enhorabuena cuando ya empiezan a ser
crecidos, cuando son capaces de aprender, cuando se les pueda enseñar adónde
van. Háganse cristianos cuando, puedan conocer a Cristo. ¿Para qué se apresura
la edad inocente hacia la remisión de los pecados? En las cosas temporales se
procede con mayor cautela: ¿por qué confiar las cosas divinas a aquellos a
quienes no se confían los bienes de la tierra? Que aprendan a pedir la
salvación, para que claramente la des a los que la han pedido. Con no menor
razón hay que diferirlo asimismo a los que no están casados, pues para ellos
está al acecho la tentación: a las doncellas porque se desarrollarán, y a las
viudas porque están libres: hay que esperar o a que se casen, o a que se
fortalezcan con la continencia. El que entiende la responsabilidad del bautismo
temerá más conseguirlo que diferirlo: una fe íntegra tiene segura la salvación…
(Tertuliano 197 d.C.)
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