Reciban
en nombre del Señor a los apóstoles que se visitaren… Al salir el apóstol,
debéis proveerle de pan para que pueda ir a la ciudad donde se dirija: si pide
dinero, es un falso profeta. Si alguien, hablando por el espíritu, se pidiere
dinero u otra cosa, no le hagan caso; pero si aconseja se dé a los pobres, no
le juzguen. (Didaché 80-140 d.C.)
Ahora
bien, ¿puede un Espíritu divino recibir dinero y profetizar? No es posible que
un profeta de Dios haga esto… (Hermas 150 d.C.)
Los
que tienen las manchas son diáconos que ejercieron mal su oficio, y saquearon
la sustancia de viudas y huérfanos, e hicieron ganancia para sí con las
administraciones que habían recibido para ejecutar. Estos, pues, si permanecen
en el mismo mal deseo, son muertos y no hay esperanza de vida para ellos… (Hermas
150 d.C.)
Pero
ellos (Los Falsos), y a mi juicio con toda razón, no quieren enseñar
abiertamente a todos, sino sólo a quienes pueden pagar bien por tales
misterios. Pues estas cosas no se parecen a aquéllas de las que dijo el Señor:
«Den gratis lo que gratis han recibido» (Mateo 10:8); (De los falsos profetas)
Ella entonces se siente profetisa… y en agradecimiento no sólo le da una gran
parte de sus riquezas, de donde él amontona una buena cantidad de dinero… Otras
mujeres más fieles, llevadas por el temor de Dios, no se dejan seducir. (Ireneo
180 d.C.)
Por
eso el Señor… en vez de simplemente pagar el diezmo, ordenó repartir los bienes
entre los pobres; y no únicamente estar dispuestos a dar y compartir (1 Timoteo
6:18), sino también a dar generosamente a aquellos que nos arrebatan nuestros
bienes: «Si alguien te quita la túnica, dale también el manto; no le reclames
al otro lo que te arrebata; y trata a los demás como quieres que ellos te
traten»… (Ireneo 180 d.C.)
Por
esta razón ellos consagraban el diezmo de sus bienes. En cambio quienes han
recibido la libertad, han consagrado todo lo que tienen al servicio del Señor.
Le entregan con gozo y libremente lo que es menos, a cambio de la esperanza de
lo que es más, como aquella viuda pobre que echó en el tesoro de Dios todo lo
que tenía para vivir. (Ireneo 180 d.C.)
La
Ley no exigirá los diezmos de quien ha consagrado a Dios todos sus bienes y ha
dejado padre, madre y toda su familia para seguir al Verbo de Dios... (Ireneo 180
d.C.)
Los
cristianos no descuidan posibilidad alguna de sembrar el Evangelio en todas
partes de la tierra. Algunos se han afanado por recorrer no sólo las ciudades,
sino también los pueblos y aldeas para convertir a los demás al culto de Dios.
Nadie dirá que hicieran esto con afán de enriquecerse, ya que muchas veces ni
siquiera aceptan lo necesario para su alimento; y si alguna vez se ven forzados
a ello por su necesidad, se contentan con lo indispensable, por más que muchos
quieran compartir con ellos y entregarles más de lo necesario… (Orígenes 225
d.C.)
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