I. Historia y uso de la Septuaginta
“Pues antes de que los Romanos estableciesen el imperio, cuando
aún los macedonios dominaban sobre Asia, Ptolomeo, hijo de Layo, quiso
enriquecer la biblioteca que él mismo había erigido en Alejandría, con los
escritos de todos los hombres más destacados. Pidió también a judíos de
Jerusalén sus Escrituras, pero traducidas al griego. Ellos entonces (pues en
esa época eran súbditos de Macedonia) enviaron a Ptolomeo a los 70 más
profundos conocedores de las Escrituras, prácticos en ambas lenguas, para que
se pusiesen a su servicio. El, queriendo controlarlos, pues temía que se
pusieran de acuerdo en esconder, al momento de traducir, la verdad de las Escrituras,
los separó unos de otros y mandó a cada uno de ellos que tradujera la
Escritura. Esto hizo con cada uno de los libros.
“Cuando se reunieron con Ptolomeo para comparar sus traducciones,
Dios fue glorificado porque se probó que las Escrituras eran de verdad divinas,
pues, habiendo recitado cada uno de ellos desde el principio hasta el fin con
las mismas palabras y los mismos nombres, todos los presentes cayeron en la
cuenta de que las Escrituras habían sido traducidas con inspiración divina.
“Y nadie se admire de que Dios haya realizado tal prodigio en
ellos, pues durante la cautividad a la que Nabucodonosor los arrastró se
perdieron las Escrituras. Después de 70 años los judíos regresaron a su tierra,
y durante el imperio del rey Artajerjes de Persia, Dios inspiró a Esdras,
sacerdote de la tribu de Leví, para que, recordando todas las palabras de los
antiguos profetas, restituyese al pueblo la Ley que por medio de Moisés le
había dado. Fue, pues, muy grande la fidelidad con la cual la gracia de Dios hizo
que fuesen traducidas las Escrituras, a partir de las cuales Dios preparó y
modeló de antemano nuestra fe en su Hijo, y fueron conservadas incorruptas en
Egipto, donde se había desarrollado la casa de Jacob cuando huyó del hambre que
asoló la tierra de Canaán, y donde también se protegió el Señor cuando huyó de
la persecución de Herodes. Y dicha traducción se hizo antes de que nuestro
Señor descendiera y de que los cristianos aparecieran (pues nuestro Señor nació
alrededor del año 41 del gobierno de Augusto, y muy anterior había sido
Ptolomeo, bajo cuyo reinado se habían traducido las Escrituras). No tienen,
pues, vergüenza esos atrevidos que ahora pretenden hacer otras traducciones
cuando usamos las mismas Escrituras para argüirles y probarles la fe en la
venida del Hijo de Dios”. (Ireneo - 180 d.C.)
En consecuencia, la única fe no falseada y verdadera es la
nuestra, pues halla toda su clara exposición en las Escrituras que fueron
traducidas de la manera que hemos descrito, y que la Iglesia predica sin alterar
nada. En efecto, los Apóstoles, siendo más antiguos que cualquiera de ellos,
están de acuerdo con esta versión, y a su vez esta versión está de acuerdo con
la Tradición apostólica. Pues Pedro, Juan, Mateo, Pablo y los demás, así como
sus discípulos, predicaron con los textos contenidos en la traducción de los
antiguos… (Ireneo - 180 d.C.)
El más erudito de los tolomeos que tuvo por sobrenombre Filadelfo,
conocedor en todas letras, queriendo competir, según creo, con la diligencia
que tuvo Pisistrato en congregar famosas librerías, entre las memorias con que
la curiosidad se adorna y la antigüedad se celebra, pidió á los judíos, por
consejo de Demetrio Falereo ,el más excelente gramático de aquella edad, por
cuya cuenta corría este negocio, sus libros escritos en idioma y caracteres tan
propios de aquella gente, que no los tenía otra nación. En este idioma habló
Dios á los profetas, y en este predicaban ellos á los judíos, que era la
familia de Dios por méritos de sus primeros padres. Los que ahora se dicen
judíos se llamaron antiguamente hebreos, y por eso se llaman hebreos los
caracteres y el lenguaje. Los judíos, ajustándose a la petición del rey,
enviaron los libros y setenta y dos intérpretes para que con fidelidad
tradujesen escrituras tan obscuras. Estos hicieron la traducción de hebreo en
griego, y confiriéndola Menedemo, filósofo, que fue el que reconoció la
providencia divina en este suceso, halló que la traslación de todos constaba de
unas mismas palabras y sentencias. La verdad de esta historia ya os la dejó
escrita Aristeas. Por este camino Tolomeo dejó las escrituras hebreas
clarísimamente traducidas en griego estilo. Hoy se pueden ver en el templo de
Serapis, donde está la librería, y se guardan los originales de esta versión. Y
el que quisiere informarse de más cerca, aquí en Roma tiene los judíos que
todos los sábados leen en su sinagoga esta escritura pagando anual tributo por
entrar á oír la explicación. El que oyere estas voces hallará á Dios, y el que
cuidare de conocerle se verá forzado a creerle. (Tertuliano - 197 d.C.)
II. Citas de la Septuaginta y las diferencias
entre otros textos del antiguo testamento
Cuando los escritores del nuevo testamento citan el antiguo
testamento muchas veces se lee diferente que los pasajes en el antiguo testamento
de nuestra biblia. Esto es porque los escritores del nuevo testamento citaron
de la Septuaginta. En cambio el antiguo testamento de las Biblias modernas como
“La Reina 171 Valera” ha sido traducido del texto masorético en vez de ser
traducido de la Septuaginta…
Pues este es aquel que hablo el profeta Isaías cuando dijo: “Voz
que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, Enderezad sus sendas”
Mateo 3:3 (Aquí Mateo está citando Isaías 40:3 de la Septuaginta. En la Reina
Valera Isaías 40:3 dice: Voz que clama en el desierto: ”Preparad camino a
Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios”)
Y enviado José, hizo venir a su padre Jacob, y toda su parentela,
en número de setenta y cinco personas. Hechos 7:14 (Aquí Esteban esta citando Génesis
46:27 de la Septuaginta. En la Reina Valera Génesis 46:27 dice: “Todas las
personas de la casa de Jacob que entraron a Egipto fueron setenta”
Por eso Cristo al entrar en el mundo dijo a Dios: “No quieres
sacrificio ni ofrendas, sino que me has dado un cuerpo.” Hebreos 10:5 (Aquí el
escritor de hebreos está citando Salmos 40:6 de la Septuaginta. En la Reina
Valera dice: “Sacrificio y ofrenda no te agrada; has abierto mis oídos”)
Nótese también las diferencias entre: Romanos 15:12 / Isaías
11:10; Gálatas 3:13 / Deuteronomio21:23; Hechos 13:6 / Salmo118:6; Santiago 4:6
/ Proverbios 3:34; 1 Pedro2:22 / Isaías 53:9; y 1 Pedro 4:18 / Proverbios 11:31
Compara Isaías 53:10-11 con la siguiente cita. Esto demuestra una
diferencia fundamental entre el texto de la Septuaginta y nuestro antiguo
testamento en cuanto a la expiación.
Según el Espíritu Santo habló, diciendo: Porque dijo: ¿Quién ha
creído a nuestro anuncio? ¿Ya quién se ha revelado el brazo de Jehová? (Isaías
53:10)... Y el Señor desea limpiarle de sus heridas. Si hacen ofrenda por el
pecado, su alma verá larga descendencia. Y el Señor desea quitarle el
padecimiento de su alma, mostrarle luz y moldearle con conocimiento, para
justificar al Justo que es un buen siervo para muchos. …Ven, queridos hermanos,
cuál es el ejemplo que nos ha sido dado. (Clemente de Roma - 90 d.C.)
Ni tiendas la mano para recibir, ni la tengas cerrada cuando se
trate de dar. (Citando Sirach 4:31) (Didaché - 80-140 d.C.)
Cuando puedan hacer bien, no se demoren, porque la limosna libra
de la muerte. (Citando Tobit 4:10) (Policarpo - 135 d.C.)
Dios, pues, se ha hecho hombre, el Señor nos ha
salvado (Isaías 63:9) y nos ha dado él mismo el signo de la Virgen. Luego no es
verdadera la interpretación de algunos que se atreven a traducir así la
Escritura: «He aquí que una joven concebirá en su seno y dará a luz un hijo»
(Isaías 7:14), según han traducido Teodosio de Éfeso y Aquila del Ponto, ambos
prosélitos judíos; a éstos siguen los ebionitas, quienes afirman que fue
engendrado de José, disolviendo la Economía en cuanto está de su parte y
frustrando el testimonio que Dios nos ofreció por los profetas. Esta profecía
tuvo lugar antes de la transmigración a Babilonia, es decir, antes de que los
medos y persas gobernaran. Y los mismos judíos lo tradujeron al griego mucho
tiempo antes de la venida de nuestro Señor, a fin de que los judíos no hagan
recaer sobre nosotros alguna sospecha de que así lo hemos traducido para
acomodarlo a nuestro modo de pensar. (Ireneo - 180 d.C.)
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