domingo, 9 de julio de 2023

Clemente de Roma

Clemente era probablemente gentil y romano. Parece que estuvo en Filipos con San Pablo (57 d.C.) cuando aquel primogénito de las iglesias occidentales pasaba por grandes pruebas de fe. Allí, con santas mujeres y otros, atendió al apóstol y a los santos. Como esta ciudad era una colonia romana, no necesitamos preguntar cómo es que un romano se encontraba allí. Posiblemente estaba en algún servicio público, y no es improbable que hubiera visitado Corinto en aquellos días. Del apóstol y de su compañero, san Lucas, había aprendido sin duda el uso de la Septuaginta, en la que su conocimiento de la lengua griega le convirtió pronto en un adepto. Su copia de esa versión, sin embargo, no siempre concuerda con el Texto Recibido, como el lector percibirá.

Co-presbítero con Lino y Cleto, les sucedió en el gobierno de la Iglesia romana. He adoptado a regañadientes la opinión de que su epístola fue escrita cerca del final de su vida, y no justo después de la persecución de Nerón. No es improbable que Lino y Cleto perecieran en aquel ardiente juicio, y que la sucesión inmediata de Clemente a su obra y lugar ocasione las dificultades cronológicas del período. Después de la muerte de los apóstoles, pues el encarcelamiento romano y el martirio de San Pedro parecen históricos, Clemente era el representante natural de San Pablo, e incluso de su compañero, el "apóstol de la circuncisión"; y naturalmente escribió la Epístola en nombre de la iglesia local, cuando los hermanos acudían a ellos en busca de consejo. San Juan, sin duda, sobrevivía aún en Patmos o en Éfeso; pero los filipenses, cuyas relaciones con Roma están atestiguadas por la visita de Epafrodito, acudían naturalmente a los amigos supervivientes de su gran fundador; tampoco el anciano apóstol era igualmente accesible en Oriente. Todos los caminos apuntaban hacia la Ciudad Imperial y partían de su Milliarium Aureum. Pero, aunque Clemente sin duda escribió la carta, oculta su propio nombre, y pone a los hermanos, que parecen haberse reunido en consejo, y enviaron una delegación fraternal (Cap. LIX). La ausencia total del espíritu de Diótrefes (3 Juan 9), y la estrecha concordancia de la Epístola, en humildad y mansedumbre, con la de San Pedro (1 Pe. 5:1-5), son características dignas de mención. El conjunto se encontrará animado por el espíritu amoroso y fiel de los queridos filipenses de San Pablo, entre los cuales el escritor había aprendido el Evangelio.

Clemente se durmió, probablemente poco después de haber enviado su carta. Es el legado de alguien que refleja la época apostólica en toda la belleza y verdad evangélica que fueron las primicias de la presencia del Espíritu en la Iglesia. Comparte con otros la aureola de gloria atribuida por San Pablo: "Su nombre está en el Libro de la Vida" (Fil. 4:3).

CONTENIDO DE LA OBRA

- Capítulos I al X

- Capítulos XI al XX

- Capítulos XXI al XXX

- Capítulos XXXI al XL

- Capítulos XLI al L

- Capítulos LI al LIX

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