…reparte
lo que tienes con tu hermano, y no digas que lo tuyo te pertenece, porque si
las cosas inmortales les son comunes, ¿con cuánta mayor razón deberá serlo lo
perecedero? (Didaché 80-140 d.C.)
Comunicarás
en todas las cosas con tu prójimo, y no dirás que las cosas son tuyas propias,
pues si en las cosas celestiales sois partícipes en común, ¡cuánto más en las
cosas terrenales! (Bernabé 150 d.C.)
Trabajen
juntos los unos con los otros, luchen juntos, corran juntos, sufran juntos, reposen
juntos, levántense juntos, como mayordomos y asesores y ministros de Dios.
Agraden al Capitán en cuyo ejército sirven, del cual también han de recibir la
paga. Que ninguno sea hallado desertor. (Ignacio 50-100 d.C.)
Ahora
pues, escúchenme y haya paz entre ustedes, y tengan consideración el uno al
otro, y ayúdense el uno al otro, y no participen de lo creado por Dios a solas
en la abundancia, sino también compartan con los que están en necesidad. Porque
algunos, a causa de sus excesos en la comida, acarrean debilidad a la carne, y
dañan su carne, mientras que la carne de los que no tienen nada que comer es
dañada por no tener suficiente nutrición, y su cuerpo es echado a perder. Este
exclusivismo, pues, es perjudicial para ustedes los que tienen y no comparten
con los que tienen necesidad. Esperen el juicio que viene. Así pues, los que
tienen más que suficiente, busquen a los hambrientos, en tanto que la torre no
está terminada; porque una vez que la torre haya sido terminada, desearán hacer
bien y no hallarán oportunidad de hacerlo. Hermas (150 d.C.)
Los
cristianos… celebran las comidas en común. (Epístola a Diogneto 125-200)
…ahora
nos hemos consagrado al Dios bueno e ingénito; los que amábamos por encima de
todo el dinero y el beneficio de nuestros bienes, ahora, aun lo que tenemos lo
ponemos en común, y de ello damos parte a todo el que está necesitado… los que
nos odiábamos y matábamos, y no compartíamos el hogar con nadie de otra raza
que la nuestra, por la diferencia de costumbres, ahora, después de la aparición
de Cristo, vivimos juntos y rogamos por nuestros enemigos. (Justino Mártir 160
d.C.)
Por
amor a otro él se hace pobre a sí mismo, para que no pase por alto ningún
hermano que tenga necesidad. Comparte, especialmente si cree que él puede
soportar la pobreza mejor que su hermano. También considera que el sufrir de
otro es su propio sufrir. Y si sufre algo por haber compartido de su propia
pobreza, no se queja. (Clemente de Alejandría 195 d.C.)
Dio
[Dios] a su propio Hijo a todos los hombres, sin excepción, y creó todas las
cosas para todo el mundo. Por tanto, todas las cosas se deben compartir con
todos y no deben los ricos apropiarse de más de lo que es justo. Las palabras:
‘Poseo, y tengo abundancia, para poder disfrutar de mis posesiones’, no
convienen ni para el individuo ni para la sociedad. El amor habla dignamente:
‘Tengo, para poder compartir con los que padecen necesidad’... Es monstruosidad
que una persona viva en lujo, mientras otras viven en necesidad… (Clemente de
Alejandría 195 d.C.)
...
los que compartimos nuestras mentes y nuestras vidas, los que no vacilamos en
comunicar todas las cosas. Todas las cosas son comunes entre nosotros, excepto
las mujeres: en esta sola cosa en que los demás practican tal consorcio,
nosotros renunciamos a todo consorcio.... (Tertuliano 197 d.C.)
Ante
los ojos de Dios, no hay esclavo y no hay amo. Ya que todos tenemos el mismo
Padre, todos somos igualmente sus hijos. No hay pobre ante Dios sino aquel al
que le falta justicia. No hay rico excepto aquel que abunda en las virtudes… La
razón por la cual ni los griegos ni los romanos podían crear una sociedad justa
era que mantenían tantas distinciones entre las clases. Había ricos y pobres.
Poderosos y humildes. Reyes con gran autoridad y hombres comunes… Con todo,
alguien dirá: ‘¿No es verdad que entre los cristianos hay pobres y hay ricos?
¿No hay amos y esclavos? ¿No hay siempre distinciones de personas?’ Pero la
verdad es que no hay. En verdad, nos llamamos ‘hermanos’ porque creemos que
todos somos iguales… Aunque las circunstancias físicas de los cristianos puedan
diferir, no vemos a nadie como un esclavo. Al contrario, hablamos de los
esclavos…y tratamos a los esclavos…como hermanos en el espíritu, consiervos de
Cristo… (Lactancio 304-313 d.C.)
Para
mantener esta hermandad, Dios quiere que hagamos siempre el bien, nunca el mal.
Y Él mismo nos enseña en qué consiste hacer el bien: ayudar a los humildes y
desgraciados, dar de comer a los que no tengan alimento. Siendo piadoso, quiso
que los hombres vivamos en sociedad y que veamos en cada persona nuestra misma
naturaleza. No merecemos ser librados en los peligros si no socorremos a los
demás; ni recibir auxilio si lo negamos nosotros… (Lactancio 304-313 d.C.)
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