domingo, 12 de abril de 2015

Separados del mundo


Por tanto, hermanos, prescindamos de nuestra estancia en este mundo y hagamos la voluntad del que nos ha llamado, y no tengamos miedo de apartarnos de este mundo. Porque el Señor ha dicho: Serán como corderos en medio de lobos… saben, hermanos, que la estancia de esta carne en este mundo es despreciable y dura poco, pero la promesa de Cristo es grande y maravillosa, a saber, el reposo del reino que será y la vida eterna. ¿Qué podemos hacer, pues, para obtenerlos, sino andar en santidad y justicia y considerar que estas cosas del mundo son extrañas para nosotros y no desearlas? Porque cuando deseamos obtener estas cosas nos descarriamos del camino recto. Pero el Señor dijo: Nadie puede servir a dos señores. Si deseamos servir a la vez a Dios y a riquezas, no sacaremos ningún beneficio: Porque ¿qué ganará un hombre si consigue todo el mundo y pierde su alma? Ahora bien, este mundo y el futuro son enemigos. La una habla de adulterio y contaminación y avaricia y engaños, en tanto que la otra se despide de estas cosas. Por tanto, no podemos ser amigos de las dos, sino que hemos de decir adiós a la una y tener amistad con la otra. Consideremos que es mejor aborrecer las cosas que están aquí, porque son despreciables y duran poco y perecen, y amar las cosas de allí, que son buenas e incorruptibles. (Segunda Clemente 150 d.C.)  

Siendo así que todas las cosas tienen un final, y estas dos —vida y muerte— están delante de nosotros, y cada uno debe ir a su propio lugar, puesto que sólo hay dos monedas, la una de Dios y la otra del mundo, y cada una tiene su propia estampa acuñada en ella, los no creyentes la marca del mundo, pero los fieles en amor la marca de Dios el Padre por medio de Jesucristo, si bien a menos que aceptemos libremente morir en su pasión por medio de Él, su vida no está en nosotros. (Ignacio 50-100 d.C.)  

Nada visible es bueno. Porque Dios nuestro Dios Jesucristo, estando en el Padre, es el que es más fácilmente manifestado. La obra no es ya de persuasión, sino que el Cristianismo tiene más poder, siempre que sea aborrecido por el mundo. (Ignacio 50-100 d.C.)  

Los confines más alejados del universo no me servirán de nada, ni tampoco los reinos de este mundo. Es bueno para mí el morir por Jesucristo, más bien que reinar sobre los extremos más alejados de la tierra… No concedáis al mundo a uno que desea ser de Dios, ni le seduzcáis con cosas materiales. Permítanme recibir la luz pura… Pónganse de mi lado, esto es, del lado de Dios. No hablen de Jesucristo y a pesar de ello deseen el mundo. (Ignacio 50-100 d.C.)  

«Los que nunca han investigado respecto a la verdad, ni inquirido respecto a la divinidad, sino meramente creído, y se han mezclado en negocios y riquezas y amigos paganos y muchas otras cosas de este mundo; cuantos, digo, se dedican a estas cosas, no comprenden las parábolas de la deidad; porque han sido entenebrecidos por sus acciones, y se han corrompido y hecho infructuosos. (Hermas 150 d.C.)  

Me dijo: «Saben que ustedes los siervos de Dios están viviendo en un país extranjero; porque su ciudad está muy lejos de esta ciudad. Así pues, si conocen su ciudad, en la cual vivirán, ¿por qué adquieren campos aquí, y hacen costosas preparaciones, y acumulan edificios y habitaciones que son superfluos? Por tanto, el que prepara estas cosas para esta ciudad no tiene intención de regresar a su propia ciudad. ¡Oh hombre necio, de ánimo indeciso y desgraciado!, ¿no ves que todas estas cosas son extrañas, y están bajo el poder de otro? Porque el señor de esta ciudad dirá: "No quiero que éste resida en mi ciudad; vete de esta ciudad, porque no te conformas a mis leyes." Tú, pues, que tienes campos y moradas y muchas otras posesiones, cuando serás echado por él, ¿qué harás con tu campo y tu casa y todas las otras cosas que has preparado para ti? Porque el señor de este país te dice con justicia: "O bien te conformas a mis leyes, o abandonas mi país." ¿Qué harás, pues, tú que estás bajo la ley de tu propia ciudad? ¿Por amor a tus campos y el resto de tus posesiones repudiarás tu ley y andarás conforme a la de esta ciudad? Vigila que no te sea inconveniente el repudiar tu ley; porque si quieres regresar de nuevo a tu propia ciudad, con toda seguridad no serás recibido [porque has repudiado la ley de tu ciudad], y se te excluirá de ella. Vigila, pues; como residente en una tierra extraña no prepares más para ti, como no sea lo estrictamente necesario y suficiente, y está preparado para que, cuando el señor de esta ciudad desee echarte por tu oposición a su ley, puedas partir de esta ciudad e ir a tu propia ciudad, y usar tu propia ley gozosamente, libre de toda ofensa. (Hermas 150 d.C.)  

«Porque en este mundo, ni el justo es distinguible ni el pecador; todos son iguales. Porque este mundo es invierno para el justo, y no son distinguibles, pues residen con los pecadores… «Estos árboles», me contestó, «que están brotando son los justos, que residirán en el mundo venidero; porque el mundo venidero es verano para los justos, pero invierno para los pecadores. (Hermas 150 d.C.) 

«Escucha», me dijo; «las ovejas que viste contentas y juguetonas, son las que se han apartado de Dios por completo, y se han entregado a sus propios deleites y deseos de este mundo. En ellas, pues, no hay arrepentimiento para vida. (Hermas 150 d.C.)  

«Pero, mira, señor», le dije, «ellos se han arrepentido de todo corazón.» «Me doy perfecta cuenta», contestó él, «que ellos se han arrepentido de todo corazón; ahora bien, ¿crees tú que los pecados de los que se arrepienten son perdonados inmediatamente? No lo son en modo alguno; sino que la persona que se arrepiente ha de torturar a su propia alma, y ha de ser del todo humilde en cada una de sus acciones, y afligido con toda clase de aflicción; y si soporta las aflicciones que le vienen, sin duda el que creó todas las cosas y las dotó de poder será movido a compasión y concederá algún remedio. (Hermas 150 d.C.) 

…éstos son los que han sido creyentes, pero se hicieron ricos y tuvieron renombre entre los gentiles. Se revistieron de gran orgullo y se volvieron arrogantes, y abandonaron la verdad y no se juntaron con los justos, sino que vivieron del todo a la manera de los gentiles, y su camino les pareció más placentero a ellos; pese a todo no se apartaron de Dios, sino que continuaron en la fe, aunque no hicieron las obras de la fe. Muchos de ellos, por consiguiente, se arrepintieron y tuvieron su habitación dentro de la torre. Pero otros, al final, viviendo con los gentiles y siendo corrompidos por las opiniones vanas de los gentiles, se apartaron de Dios e hicieron las obras de los gentiles. Estos, pues, son nombrados con los gentiles… (Hermas 150 d.C.)  

Porque los cristianos no se distinguen del resto de la humanidad ni en la localidad, ni en el habla, ni en las costumbres. Porque no residen en alguna parte en ciudades suyas propias, ni usan una lengua distinta, ni practican alguna clase de vida extraordinaria… Pero si bien residen en ciudades de griegos y bárbaros, según ha dispuesto la suerte de cada uno, y siguen las costumbres nativas en cuanto a alimento, vestido y otros arreglos de la vida, pese a todo, la constitución de su propia ciudadanía, que ellos nos muestran, es maravillosa (paradójica), y evidentemente desmiente lo que podría esperarse. Residen en sus propios países, pero sólo como transeúntes; comparten lo que les corresponde en todas las cosas como ciudadanos, y soportan todas las opresiones como los forasteros. Todo país extranjero les es patria, y toda patria les es extraña. .. Se hallan en la carne, y, con todo, no viven según la carne. Su existencia es en la tierra, pero su ciudadanía es en el cielo. Obedecen las leyes establecidas, y sobrepasan las leyes en sus propias vidas. Aman a todos los hombres, y son perseguidos por todos. No se hace caso de ellos, y, pese a todo, se les condena. Se les da muerte, y aun así están revestidos de vida… (Epístola a Diogneto 125-200 d.C.) 

En una palabra, lo que el alma es en un cuerpo, esto son los cristianos en el mundo. El alma se desparrama por todos los miembros del cuerpo, y los cristianos por las diferentes ciudades del mundo. El alma tiene su morada en el cuerpo, y, con todo, no es del cuerpo. Así que los cristianos tienen su morada en el mundo, y aun así no son del mundo. El alma que es invisible es guardada en el cuerpo que es visible; así los cristianos son reconocidos como parte del mundo, y, pese a ello, su religión permanece invisible. La carne aborrece al alma y está en guerra con ella, aunque no recibe ningún daño, porque le es prohibido permitirse placeres; así el mundo aborrece a los cristianos, aunque no recibe ningún daño de ellos, porque están en contra de sus placeres. El alma ama la carne, que le aborrece y (ama también) a sus miembros; así los cristianos aman a los que les aborrecen. El alma está aprisionada en el cuerpo, y, con todo, es la que mantiene unido al cuerpo; así los cristianos son guardados en el mundo como en una casa de prisión, y, pese a todo, ellos mismos preservan el mundo. El alma, aunque en sí inmortal, reside en un tabernáculo mortal; así los cristianos residen en medio de cosas perecederas, en tanto que esperan lo imperecedero que está en los cielos. El alma, cuando es tratada duramente en la cuestión de carnes y bebidas, es mejorada; y lo mismo los cristianos cuando son castigados aumentan en número cada día. Tan grande es el cargo al que Dios los ha nombrado, y que miles es legítimo declinar. (Diogneto 125-200 d.C.)  

Yo no deseo ser un rey. No anhelo ser rico. Rechazo toda posición militar. Detesto la fornicación. No soy llevado por un amor insaciable de ganancias [financieras] para hacerme a la mar. No compito por una corona. Estoy libre de una sed excesiva por la fama. Desprecio la muerte. (…) ¡Mueran al mundo, repudiando la locura que hay en él! ¡Vivan para Dios! (Tatiano 160 d.C.) 

En lo que a ustedes respecta, ustedes son extranjeros en este mundo, ciudadanos de Jerusalén, la ciudad que está en el cielo. Nuestra ciudadanía, dice el apóstol, está en los cielos. (Tertuliano 197 d.C.)  

De una vez y por todas debemos recordar que hemos renunciado al mundo, y que mientras tanto vivimos aquí como extranjeros y advenedizos. (Cipriano 250 d.C.)

¡No se aflijan por haber sido sacados del mundo! Si con sinceridad reflexionamos que este mundo es una cárcel, fácilmente comprenderíamos que no han entrado en la cárcel sino que han salido. Porque mucho mayores son las tinieblas del mundo que entenebrecen la mente de los hombres. Más pesadas son sus cadenas, pues oprimen a las mismas almas. Más repugnante es la fetidez que exhala el mundo porque emana de la lujuria de los hombres. En fin, mayor número de reos encierra la cárcel del mundo, porque abarca todo el género humano amenazado no por el juicio del procónsul, sino por la justicia de Dios… (Tertuliano 197 d.C.) 

La cárcel es para el cristiano lo que la soledad para los profetas. El mismo Señor frecuentaba los lugares solitarios para alejarse del mundo y entregarse más libremente a la oración; Y finalmente, fue en la soledad donde reveló a sus discípulos el esplendor de su gloria. Saquémosle el nombre de cárcel y llamémosle retiro… ¡El cepo no puede dañar tu pie, cuando tu alma anda en el cielo! (Tertuliano 197 d.C.) 

Hemos de pensar, hermanos amadísimos, y reflexionar sobre lo mismo: que hemos renunciado al mundo y que vivimos aquí durante la vida como huéspedes y viajeros… (Cipriano 250 d.C.)


1 comentario:

  1. Sorprende que no citen de las escrituras hebreas pero aun mas, no hay mencion de las epistolas de los apostoles a las congregaciones, y que deberian circular 'de mano en mano!!!

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