Ahora
bien, el glorioso Policarpo… quedó con unos pocos compañeros, no haciendo otra
cosa noche y día que orar por todos los hombres y por las iglesias por todo el
mundo; porque ésta era su costumbre constante. Y mientras estaba orando tuvo
una visión tres días antes de su captura; y vio que su almohada estaba
ardiendo. Y se volvió y dijo a los que estaban con él: «Es necesario que sea
quemado vivo.» (Martirio de Policarpo 155 d.C.)
Así
pues, cuando el hombre que tiene el Espíritu divino acude a una asamblea de
hombres justos, que tienen fe en el Espíritu divino, y se hace intercesión a
Dios en favor de la congregación de estos hombres, entonces el ángel del
espíritu profético que está con el hombre llena al hombre, y éste, siendo lleno
del Espíritu Santo, habla a la multitud, según quiere el Señor. De esta manera,
pues, el Espíritu de la deidad será manifestado. (Hermas 150 d.C.)
De
obrar milagros: (los herejes) no lo hacen por el poder de Dios, ni en verdad,
ni actúan así para hacer el bien a los demás, sino para dañarlos induciéndolos
a error, por medio de una magia ilusoria y un completo fraude, de modo que, en
lugar de hacer el bien a quienes creen en sus seducciones, los perjudican. No
son capaces de dar la vista a los ciegos, ni el oído a los sordos, ni expulsar
a todos los demonios -sino sólo a aquellos que ellos mismos les meten, si es
verdad lo que dicen-, ni curar a los enfermos, cojos y paralíticos o dañados en
cualquier otro miembro del cuerpo como efecto de alguna enfermedad, ni dar de
nuevo la salud a todos aquellos que enferman por accidente. Muy lejos están de
resucitar a los muertos -como lo han hecho el Señor y los Apóstoles por medio
de la oración y como en algunos casos ha sucedido en la comunidad cuando ha
sido necesario, cuando toda la Iglesia lo ha suplicado con ayunos y plegarias,
de modo que «ha regresado al muerto el espíritu» como respuesta a las oraciones
de los santos-. Ni siquiera creen que esto sea posible; porque, según ellos,
incluso la resurrección de los muertos no es sino el conocimiento de lo que
ellos llaman la verdad… (Ireneo 180 d.C.)
Damos
lo que tenemos para la salvación de los hombres, y muchas veces los enfermos
reciben de nosotros, para su curación, incluso lo que a nosotros nos hace
falta… (Ireneo 180 d.C.)
Por
los profetas les demostraremos que ya estaban anunciadas, que él las hizo de
modo que no quede duda alguna, y que él es el único Hijo de Dios. Por eso sus
discípulos verdaderos en su nombre hacen tantas obras en favor de los seres
humanos, según la gracia que de él han recibido. Unos real y verdaderamente
expulsan a los demonios, de modo que los mismos librados de los malos espíritus
aceptan la fe y entran en la Iglesia; otros conocen lo que ha de pasar, y
reciben visiones y palabras proféticas; otros curan las enfermedades por la
imposición de las manos y devuelven la salud; y, como arriba hemos dicho,
algunos muertos han resucitado y vivido entre nosotros por varios años. ¿Qué
más podemos decir? Son incontables las gracias que la Iglesia extendida por
todo el mundo recibe de Dios… (Ireneo 180 d.C.)
Pablo;
pues en la Carta a los Corintios escribió con precisión acerca de los carismas
proféticos, y reconoció que hay en la Iglesia hombres y mujeres que profetizan…
(Ireneo 180 d.C.)
Este
es el Padre de nuestro Señor, por cuya providencia todo sucede, y que
administra todas las cosas con su mandato. Da gratuitamente a quien conviene,
distribuye los dones según los méritos, y castiga con justicia a los ingratos
insensibles a su benignidad. (Ireneo 180 d.C.)
Por
eso dice el Apóstol: «Hablamos de la sabiduría de los perfectos» (1 Corintios 2:6);
llamando perfectos a quienes recibieron el Espíritu de Dios, y que hablan en
todas las lenguas por el Espíritu de Dios, como él mismo hablaba. También
nosotros hemos oído a muchos hermanos en la Iglesia, que tienen el don de la profecía,
y que hablan en todas las lenguas por el Espíritu… (Ireneo 180 d.C.)
Los
herejes todavía no acogen los dones del Espíritu Santo y rechazan el carisma
profético, por cuyo rocío el hombre produce frutos de vida divina. (Ireneo 180
d.C.)
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