I. El Significado de
la santa cena o eucaristía
El
pan, es la medicina de la inmortalidad y el antídoto para que no tengamos que
morir, sino vivir para siempre en Jesucristo. (Ignacio 50-100 d.C.)
No
tengo deleite en el alimento de la corrupción o en los deleites de esta vida.
Deseo el pan de Dios, que es la carne de Cristo, que era del linaje de David; y
por bebida deseo su sangre, que es amor incorruptible. (Ignacio 50-100 d.C.)
Sean
cuidadosos, pues, observando una eucaristía (porque hay una carne de nuestro
Señor Jesucristo y una copa en unión en su sangre; hay un altar, y hay un
obispo, junto con el presbiterio y los diáconos mis consiervos), para que todo
lo que hagan sea según Dios. (Ignacio 50-100 d.C.)
Que
ninguno les engañe… Pero observen bien a los que sostienen doctrina extraña
respecto a la gracia de Jesucristo que vino a ustedes, que éstos son contrarios
a la mente de Dios…. Se abstienen de la eucaristía (acción de gracias) y de la
oración, porque ellos no admiten que la eucaristía sea la carne de nuestro
Salvador Jesucristo, cuya carne sufrió por nuestros pecados, y a quien el Padre
resucitó por su bondad. (Ignacio 50-100 d.C.)
Ya
entonces, anticipadamente, habla de los sacrificios que nosotros, las naciones,
le ofrecemos en todo lugar, es decir, del pan de la Eucaristía y lo mismo del
cáliz de la Eucaristía, a par que dice que nosotros glorificamos su nombre y
ustedes lo profanáis. (Justino Mártir 160 d.C.)
Cristo,
tomó el pan creatural y, dando gracias, dijo: «Esto es mi cuerpo» (Mateo 26:26).
Y del mismo modo, el cáliz, también tomado de entre las creaturas como
nosotros, confesó ser su sangre, y enseñó que era la oblación del Nuevo Testamento.
La Iglesia, recibiéndolo de los Apóstoles, en todo el mundo ofrece a Dios, que
nos da el alimento, las primicias de sus dones en el Nuevo Testamento. (Ireneo 180
d.C.)
¿Cómo
dicen (los herejes) que se corrompe y no puede participar de la vida, la carne
alimentada con el cuerpo y la sangre del Señor? Cambien, pues, de parecer, o
dejen de ofrecer estas cosas. Por el contrario, para nosotros concuerdan lo que
creemos y la Eucaristía y, a su vez, la Eucaristía da solidez a lo que creemos.
Le ofrecemos lo que le pertenece, y proclamamos de manera concorde la unión y
comunidad entre la carne y el espíritu. Porque, así como el pan que brota de la
tierra, una vez que se pronuncia sobre él la invocación de Dios, ya no es pan
común, sino que es la Eucaristía compuesta de dos elementos, terreno y
celestial, de modo semejante también nuestros cuerpos, al participar de la
Eucaristía, ya no son corruptibles, sino que tienen la esperanza de resucitar
para siempre. (Ireneo 180 d.C.)
Están
enteramente locos quienes rechazan toda la Economía de Dios, al negar la
salvación de la carne y despreciar su nuevo nacimiento, pues dicen que ella no
es capaz de ser incorruptible. Pues si ésta no se salva, entonces ni el Señor
nos redimió con su sangre, ni el cáliz de la Eucaristía es comunión con su
sangre, ni el pan que partimos es comunión con su cuerpo (1 Corintios 10:16).
Porque la sangre no puede provenir sino de las venas y de la carne, y de todo
lo que forma la substancia del hombre, por la cual, habiéndola asumido verdaderamente
el Verbo de Dios, nos redimió con su sangre. Como dice el Apóstol: «En él
tenemos la redención por su sangre y la remisión de los pecados»… Pues él mismo
confesó que el cáliz, que es una creatura, es su sangre, con el cual hace
crecer nuestra sangre; y el pan, que es también una creatura, declaró que es su
propio cuerpo, con el cual hace crecer nuestros cuerpos. En consecuencia, si el
cáliz mezclado y el pan fabricado reciben la palabra de Dios para convertirse
en Eucaristía de la sangre y el cuerpo de Cristo, y por medio de éstos crece y
se desarrolla la carne de nuestro ser, ¿cómo pueden ellos negar que la carne
sea capaz de recibir el don de Dios que es la vida eterna, ya que se ha nutrido
con la sangre y el cuerpo de Cristo, y se ha convertido en miembro suyo? (Ireneo
180 d.C.)
Luego,
por la sabiduría divina, se hace útil a los hombres, y recibiendo la Palabra de
Dios, se convierte en Eucaristía, que es el cuerpo y la sangre de Cristo. De
modo semejante también nuestros cuerpos, alimentados con ella y sepultados en
la tierra, se pudren en ésta para resucitar en el tiempo oportuno: es el Verbo
de Dios quien les concede la resurrección, para la gloria de Dios Padre (Filipenses
2:11). Este es quien transforma lo mortal en inmortal, y a lo corruptible concede
gratuitamente hacerse incorruptible (1 Corintios 15:53), pues el poder de Dios
se manifiesta en la debilidad (2 Corintios 12:9). (Ireneo 180 d.C.)
…
habiendo dado gracias sobre el cáliz y bebido de él, lo dio a sus discípulos
diciendo: «Beban todos de él: éste es mi cáliz de la Nueva Alianza, que será
derramado por (los) muchos para el perdón de los pecados. Les digo que dentro
de poco ya no beberé del producto de la vid, hasta el día en que lo beba de
nuevo con ustedes en el reino de mi Padre» En esta acción reveló a sus
discípulos dos cosas: la herencia de la tierra en la que se beberá el vino
nuevo, y la resurrección de la carne. Pues la carne que de nuevo resucita es la
misma que bebe el cáliz nuevo… (Ireneo 180 d.C.)
La
iglesia es donde va a beber su fe: la fe que sella con el agua, que viste con
el Espíritu Santo, que alimenta con la Eucaristía… (Tertuliano 197 d.C.)
Algunos,
por ignorancia o por inadvertencia, al consagrar el cáliz del Señor y al
administrarlo al pueblo no hacen lo que hizo y enseñó a hacer Jesucristo Señor
y Dios nuestro, autor y maestro de este sacrificio... Al ofrecer el cáliz ha de
guardarse la tradición del Señor, ni hemos de hacer nosotros otra cosa más que
la que el Señor hizo primeramente por nosotros, a saber, que en el cáliz que se
ofrece en su conmemoración se ofrezca una mezcla de agua y vino... No puede
creerse que esté en el cáliz la sangre de Cristo, con la cual hemos sido
redimidos y vivificados, si no hay en el cáliz el vino por el que se manifiesta
la sangre de Cristo... (Cipriano 250 d.C.)
…vemos
que el agua representa al pueblo, mientras que el vino representa la sangre de
Cristo. Así pues, cuando en el cáliz se mezclan el agua y el vino, el pueblo se
une con Cristo, y la multitud de los creyentes se une y se junta a aquel en
quien cree. Esta unión y conjunción de agua y vino en el cáliz del Señor hace
una mezcla que ya no puede deshacerse…. Por esto al consagrar el cáliz del
Señor no se puede ofrecer ni agua sola ni vino solo: si uno ofrece solo vino,
se hará presente la sangre de Cristo sin nosotros; si sólo hay agua, se hará
presente el pueblo sin Cristo. En cambio, cuando se mezclan ambas cosas hasta
formar un todo sin distinción y perfectamente uno, entonces se consuma el
misterio celestial y espiritual... (Cipriano 250 d.C.)
II. Como fue celebrada
En
lo concerniente a la eucaristía, dad gracias de esta manera. Al tomar la copa,
decid: «Te damos gracias, oh Padre nuestro, por la santa viña de David, tu
siervo, que nos ha dado a conocer por Jesús, tu servidor. A ti sea la gloria
por los siglos de los siglos.» Y después del partimiento del pan, decid:
«¡Padre nuestro! Te damos gracias por la vida y por el conocimiento que nos has
revelado por tu siervo, Jesús. ¡A Ti sea la gloria por los siglos de los
siglos! De la misma manera que este pan que partimos, estaba esparcido por las
altas colinas, y ha sido juntado, te suplicamos, que de todas las extremidades
de la tierra, reúnas a ti Iglesia en tu reino, porque te pertenece la gloria y
el poder (que ejerces) por Jesucristo, en los siglos de los siglos.» Que nadie
coma ni bebe de esta eucaristía, sin haber sido antes bautizado en el nombre
del Señor; puesto que el mismo dice sobre el particular: «No deis lo santo a
los perros.» Cuando estéis saciados (del ágape), dad gracias de la manera
siguiente: «¡Padre santo! Te damos gracias por Tu santo nombre que nos has
hecho habitar en nuestros corazones, y por el conocimiento, la fe y la
inmortalidad que nos has revelado por Jesucristo, tu servidor. A ti sea la
gloria por los siglos de los siglos. ¡Dueño Todopoderoso! que a causa de Tu
nombre has creado todo cuanto existe, y que dejas gozar a los hombres del
alimento y la bebida, para que te den gracias por ello. A nosotros, por medio
de tu servidor, nos has hecho la gracia de un alimento y de una bebida
espiritual y de la vida eterna. Ante todo, te damos gracias por tu poder. A Ti
sea la gloria por los siglos de los siglos. ¡Señor! Acuérdate de tu iglesia,
para librarla de todo mal y para completarla en tu amor. ¡Reúnela de los cuatro
vientos del cielo, porque ha sido santificada para el reino que le has
preparado; porque a Ti solo pertenece el poder y la gloria por los siglos de
los siglos!» ¡Ya que este mundo pasa, te pedimos que tu gracia venga sobre
nosotros! ¡Hosanna al hijo de David! El que sea santificado, que se acerque,
sino que haga penitencia. Maranata ¡Amén! Permitan que los profetas den las
gracias libremente. (Didaché 80-140 d.C.)
Cuando
se reunieren en el domingo del Señor, partan el pan, y para que el sacrificio
sea puro, den gracias después de haber confesado sus pecados. El que de entre
ustedes estuviere enemistado con su amigo, que se aleje de la asamblea hasta
que se haya reconciliado con él, a fin de no profanar vuestro sacrificio. He
aquí las propias palabras del Señor: «En todo tiempo y lugar me traeréis una
víctima pura, porque soy el gran Rey, dice el Señor, y entre los pueblos
paganos, mi nombre es admirable.» (Didaché 80-140 d.C.)
Consideren
como eucaristía válida la que tiene lugar bajo el obispo o bajo uno a quien él
la haya encomendado. Allí donde aparezca el obispo, allí debe estar el pueblo;
tal como allí donde está Jesús, allí está la iglesia universal. No es legítimo,
aparte del obispo, ni bautizar ni celebrar una fiesta de amor; pero todo lo que
él aprueba, esto es agradable también a Dios; que todo lo que hagan sea seguro
y válido. (Ignacio 50-100 d.C.)
Terminadas
las oraciones, nos damos el ósculo de la paz. Luego, se ofrece pan y un vaso de
agua y vino a quien hace cabeza, que los toma, y da alabanza y gloria al Padre
del universo, en nombre de su Hijo y por el Espíritu Santo. Después pronuncia
una larga acción de gracias por habernos concedido los dones que de Él nos
vienen. Y cuando ha terminado las oraciones y la acción de gracias, todo el
pueblo presente aclama diciendo: Amén, que en hebreo quiere decir así sea.
Cuando el primero ha dado gracias y todo el pueblo ha aclamado, los que
llamamos diáconos dan a cada asistente parte del pan y del vino con agua sobre
los que se pronunció la acción de gracias, y también lo llevan a los ausentes.
A
este alimento lo llamamos Eucaristía. A nadie le es lícito participar si no
cree que nuestras enseñanzas son verdaderas, ha sido lavado en el baño de la
remisión de los pecados y la regeneración, y vive conforme a lo que Cristo nos
enseñó. Porque no los tomamos como pan o bebida comunes, sino que, así como
Jesucristo, Nuestro Salvador, se encarnó por virtud del Verbo de Dios para
nuestra salvación, del mismo modo nos han enseñado que esta comida—de la cual
se alimentan nuestra carne y nuestra sangre—es la Carne y la Sangre del mismo
Jesús encarnado, pues en esos alimentos se ha realizado el prodigio mediante la
oración que contiene las palabras del mismo Cristo. Los Apóstoles —en sus
comentarios, que se llaman Evangelios— nos transmitieron que así se lo ordenó
Jesús cuando, tomó el pan y, dando gracias, dijo: Haced esto en conmemoración
mía; esto es mi Cuerpo. Y de la misma manera, tomando el cáliz dio gracias y
dijo: ésta es mi Sangre. Y sólo a ellos lo entregó (...) (Justino Mártir 160
d.C.)
El
día que se llama del sol [el domingo], se celebra una reunión de todos… y se
leen los recuerdos de los Apóstoles o los escritos de los profetas… Después nos
levantamos todos a una, y elevamos nuestras oraciones. Al terminarlas, se
ofrece el pan y el vino con agua como ya dijimos…y el que preside, según sus
fuerzas, también eleva sus preces y acciones de gracias, y todo el pueblo
exclama: Amén. Entonces viene la distribución y participación de los alimentos
consagrados por la acción de gracias y su envío a los ausentes por medio de los
diáconos. (Justino Mártir 160 d.C.)
Por
consiguiente, la oblación de la Iglesia que dice el Señor se le ofrece por todo
el mundo, es un sacrificio puro y acepto a Dios; no porque El tenga necesidad
de nuestro sacrificio, sino porque quien lo ofrece recibe gloria al momento
mismo de ofrecerlo, si su oblación es aceptada. Al ofrecer al Rey nuestra
oblación le rendimos honor y le mostramos afecto. Esto es lo que el Señor,
queriendo que lo hiciésemos con toda simplicidad e inocencia, enseñó a ofrecer
diciendo: «Si al presentar tu oblación ante el altar te acuerdas de que tu
hermano tiene algo contra ti, deja tu oblación ante el altar, primero ve a
reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda» (Ireneo 180
d.C.)
Mas,
como la Iglesia lo ofrece con simplicidad, ante Dios este sacrificio se le
tiene por puro… Conviene, pues, que ofrezcamos a Dios el sacrificio y que en
todo seamos gratos a Dios, con pensamientos puros, con fe sin hipocresía, con
esperanza firme, fervientes en el amor, ofreciendo las primicias de sus
creaturas. Y sólo la Iglesia ofrece esta oblación pura a Dios, cuando la
presenta en acción de gracias por los dones que provienen de la creación… (Ireneo
180 d.C.)
El
sacramento de la eucaristía, instituido por el Señor en el momento de la comida
y para todos, lo tomamos nosotros también en las reuniones antes del alba y no
lo recibimos de manos de otros fuera de los que presiden… Sufrimos con
escrúpulo que se caiga al suelo algo de nuestro cáliz o de nuestro pan. (Tertuliano
197 d.C.)
Los
que acostumbran tomar parte en los divinos misterios saben con cuánto cuidado y
reverencia guardan el cuerpo del Señor cuando les es entregado, no sea que
alguna pequeña migaja de él pudiera caer al suelo, pudiendo perderse alguna
pequeña parte de aquel don santificado. Con razón se sentirían culpables si por
su negligencia cayera al suelo cualquier fragmento. Pues bien, si con razón dan
muestras de tal cuidado en guardar el cuerpo del Señor, ¿pueden pensar que
sería menos culpable cualquier descuido en guardar su palabra que en guardar su
cuerpo? (Orígenes 225 d.C.)
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