lunes, 13 de abril de 2015

Educación y estudios


No dejes de la mano la educación de tu hijo o de tu hija: desde su infancia enséñales el temor de Dios. (Didaché 80-140 d.C.)  

No levantes tu mano de tu hijo o de tu hija, sino que, desde su juventud, les enseñarás el temor del Señor. (Bernabé 150 d.C.)  

Instruyamos a nuestros jóvenes en la lección del temor de Dios... Que nuestros hijos sean participantes de la instrucción que es en Cristo; que aprendan que la humildad de corazón prevalece ante Dios, qué poder tiene ante Dios el amor casto, que el temor de Dios es bueno y grande y salva a todos los que andan en él en pureza de corazón y santidad. (Clemente de Roma 30-100 d.C.) 

(Los cristianos) Ni tampoco poseen ninguna invención descubierta por la inteligencia o estudio de hombres ingeniosos, ni son maestros de algún dogma humano como son algunos. (Diogneto 125-200) 

Entre nosotros fácilmente podrán encontrar gentes sencillas, artesanos, que si de palabra no son capaces de mostrar con razones la utilidad de su religión, muestran con las obras que han hecho una elección buena. Porque no se dedican a aprender discursos de memoria, sino que manifiestan buenas acciones: no hieren al que los hiere, no llevan a los tribunales al que les despoja, dan a todo el que pide y aman al prójimo como a sí mismos… (Atenágoras 177 d.C.) 

No estoy acostumbrado a escribir ni domino el arte de hablar; pero, impulsados por la caridad, exponemos a ti y a los tuyos las doctrinas que hasta ahora se mantenían ocultas y que por la gracia de Dios ahora salen a la luz del día: «Nada hay escondido que no se descubra, y nada oculto que no llegue a saberse» (Mateo 10:26).
Te suplico que no me pidas que te escriba con un arte que no he aprendido, porque vivo entre los Celtas y de ordinario tengo que expresarme en una lengua bárbara; ni tengo la facilidad de un escritor, pues no me he ejercitado; ni sé hablar con discursos elegantes o persuasivos; sino que te suplico recibas con amor lo que he escrito con amor, de manera sencilla, sin más adornos que la verdad y la sinceridad. (Ireneo 180 d.C.) 

Pues es mejor y más provechoso para uno ser ignorante o de poca ciencia, si se acerca a Dios por la caridad hacia su prójimo, que imaginarse saber mucho y ser perito en muchas cosas hasta blasfemar de Dios inventando a otro Dios y Padre. Por eso Pablo exclamó: «La ciencia infla, la caridad edifica»… Mejor que buscar la ciencia es no conocer otra cosa sino a Jesucristo el Hijo de Dios crucificado por nosotros, en vez de investigar cuestiones sutiles hasta caer en la impiedad y en la vana palabrería. (Ireneo 180 d.C.) 

Una mente sana y religiosa que ama la verdad, sin peligro alguno pone la capacidad que Dios concedió a los seres humanos al servicio de la ciencia, y con un constante estudio podrá progresar en su conocimiento de las cosas. Por éstas quiero decir aquellas que día tras día suceden ante nuestros ojos, y también aquellas que las palabras de la Escritura tratan en forma abierta. Por eso se deben interpretar las parábolas sin métodos ambiguos: quien de esta manera las entiende, no correrá peligro, y todos deben explicar las parábolas de modo semejante. (Ireneo 180 d.C.)  

Muchos pueblos bárbaros dan su asentimiento a esta ordenación, y creen en Cristo, sin papel ni tinta en su corazón tienen escrita la salvación por el Espíritu Santo, los cuales con cuidado guardan la vieja Tradición, creyendo en un solo Dios… Cuantos sin letras creyeron en esta fe, son bárbaros según nuestro modo de hablar; pero en cuanto a su juicio, costumbres y modo de vivir, son sabios en la fe y agradan a Dios, al vivir con toda justicia, castidad y sabiduría… (Ireneo 180 d.C.)  

Los Herejes piensan más allá de los límites del pensamiento. Por eso dice el Apóstol: «No sepan más allá de lo que se debe saber, sino sepan según la prudencia» (Ireneo 180 d.C.)  

La fe es algo superior al conocimiento, y es su criterio… (Clemente de Alejandría 195 d.C.)  

En particular, los estudios sirven para recomendar a la confianza de los oyentes el que expone las verdades particularmente importantes: ella provoca la admiración en el espíritu de los discípulos, y así conduce a la verdad... (Clemente de Alejandría 195 d.C.)  

Emprende conmigo la búsqueda del bien. Todos los hombres, y de manera particular los que se dedican al estudio, están empapados de ciertas gotas de origen divino… (Clemente de Alejandría 195 d.C.)  

Porque la educación recibida de los padres, como la llaman, pasa con facilidad; pero la formación que viene de Dios es una posesión que permanece para siempre... Nuestro pedagogo es Jesús, Dios santo, Logos conductor de la humanidad entera. El mismo Dios que ama a los hombres se hace Pedagogo... (Clemente de Alejandría 195 d.C.)  

Ahora bien, puesto que el Logos ha venido del cielo a nosotros, me parece a mí que ya no debemos ir a ninguna otra escuela humana, ni hemos de afanarnos por ir a Atenas o a cualquier otro lugar de Grecia, mucho menos de Jonia… (Clemente de Alejandría 195 d.C.)  

Quédese para Atenas esta sabiduría humana manipuladora y adulteradora de la verdad, por donde anda la múltiple diversidad de sectas contradictorias entre sí con sus diversas herejías. Pero, ¿qué tiene que ver Atenas con Jerusalén? ¿Qué relación hay entre la Academia y la Iglesia? ¿Qué tienen que ver los herejes y los cristianos? Nuestra escuela es la del pórtico de Salomón, que enseñó que había que buscar al Señor con simplicidad de corazón. (Tertuliano 197 d.C.)  

La mano del Creador ha impreso en el corazón del hombre un doble instinto que le lleva a buscar con esmero la religión y la sabiduría; pero el error de los hombres viene de que separan la una de la otra, y abrazan la religión sin estudiar la sabiduría, o se aplican a su estudio sin ocuparse del de la religión, cuando la una deber marchar con la otra… (Lactancio 304-313 d.C.)  

Hablando de aquel que enseña los fundamentos de la vida y amolda la vida de otros, hago la pregunta: ‘¿No es necesario que él mismo viva de acuerdo con los fundamentos que enseña?’ Si no vive de acuerdo con lo que enseña, su enseñanza resulta nula… Su alumno le contestará así: ‘No puedo hacer lo que usted me enseña, porque es imposible. Me enseña a no enojarme. Me enseña a no codiciar. Me enseña a no lujuriar. Me enseña a no temer el sufrimiento y la muerte. Pero todo esto está muy contrario a la naturaleza. Todos los hombres sienten estos deseos. Si usted está convencido de que es posible vivir contrario a los deseos naturales, primero permítame ver su ejemplo para que yo sepa que en verdad es posible.’…¿Cómo podrá [el maestro] quitar este pretexto de los obstinados, a no ser con su ejemplo? Sólo así podrán sus alumnos ver con sus propios ojos que lo que enseña es en verdad posible. Es por eso mismo que nadie vive de acuerdo con las enseñanzas de los filósofos. Los hombres prefieren el ejemplo a solo palabras, porque fácil es hablar—pero difícil actuar. (Lactancio 304-313 d.C.)

 
 

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