I. La profecía en la
iglesia primitiva
Porque,
cuando estuve entre vosotros, clamé, hablé en voz alta, con la voz propia de
Dios: Prestad atención al obispo y al presbiterio y a los diáconos. Pese a
ello, había algunos que sospechaban que yo decía esto porque conocía de
antemano la división de algunas personas. Pero Aquel por quien estoy atado me
es testigo de que no lo supe por medio de carne de hombre; fue la predicación
del Espíritu que hablaba de esta forma… (Ignacio 50-100 d.C.)
Ahora
bien, el glorioso Policarpo… quedó con unos pocos compañeros, no haciendo otra
cosa noche y día que orar por todos los hombres y por las iglesias por todo el
mundo; porque ésta era su costumbre constante. Y mientras estaba orando tuvo
una visión tres días antes de su captura; y vio que su almohada estaba
ardiendo. Y se volvió y dijo a los que estaban con él: «Es necesario que sea
quemado vivo.» (Martirio de Policarpo 155 d.C.)
Pablo;
pues en la Carta a los Corintios escribió con precisión acerca de los carismas
proféticos, y reconoció que hay en la Iglesia hombres y mujeres que profetizan…
(Ireneo 180 d.C.)
También
nosotros hemos oído a muchos hermanos en la Iglesia, que tienen el don de la
profecía, y que hablan en todas las lenguas por el Espíritu… (Ireneo 180 d.C.)
II. Como distinguir
entre un verdadero profeta y uno falso
Si
alguien viniese de fuera para enseñarle todo esto, recíbanlo. Pero si resultare
ser un doctor extraviado, que les dé otras enseñanzas para destruir su fe, no
le oigan. Si por el contrario, se propusiese hacerles regresar en la senda de
la justicia y del conocimiento del Señor, recíbanlo como recibirían al Señor.
Vean ahí como según los preceptos del Evangelio deben portarse con los
apóstoles y profetas. Reciban en nombre del Señor a los apóstoles que les
visitaren, en tanto permanecieren un día o dos entre ustedes: el que se quedare
durante tres días, es un falso profeta. Al salir el apóstol, deben proveerle de
pan para que pueda ir a la ciudad donde se dirija: si pide dinero, es un falso
profeta. Al profeta que hablare por el espíritu, no le juzgarán, ni examinarán;
porque todo pecado será perdonado, menos éste. Todos los que hablan por el
espíritu; no son profetas, solo lo son, los que siguen el ejemplo del Señor.
Por su conducta, podrán distinguir al verdadero y al falso profeta. El profeta,
que hablando por el espíritu, ordenare la mesa y comiere de ella, es un falso
profeta. El profeta que enseñare la verdad, pero no hiciere lo que enseña, es
un falso profeta. El profeta que fuere probado ser verdadero, y ejercita su
cuerpo para el misterio terrestre de la Iglesia, y que no obligare a otros a
practicar su ascetismo, no le juzguen, porque Dios es su juez: lo mismo
hicieron los antiguos profetas. Si alguien, hablando por el espíritu, les
pidiere dinero u otra cosa, no le hagáis caso; pero si aconseja se dé a los
pobres, no le juzguen. A todo el que fuere a ustedes en nombre del Señor,
recibidle, y pruébenlo después para conocerle, puesto que deben tener
suficiente criterio para conocer a los que son de la derecha y los que
pertenecen a la izquierda. Si el que viniere a ustedes, fuere un pobre viajero,
socórranlo cuanto puedan; pero no debe quedarse en su casa más de dos o tres
días. Si quisiere permanecer entre ustedes como artista, que trabaje para
comer; si no tuviese oficio ninguno, procuren según su prudencia a que no quede
entre ustedes ningún cristiano ocioso. Si no quisiere hacer esto, es un
negociante del cristianismo, del cual os alejaréis. El verdadero profeta, que
quisiere fijar su residencia entre ustedes, es digno del sustento; porque un
doctor verdadero, es también un artista, y por tanto digno de su alimento. (Didaché
80-140 d.C.)
El
falso profeta, no teniendo poder de un Espíritu divino en sí, habla con ellos
en concordancia con sus preguntas [y en concordancia con las concupiscencias de
su maldad], y llena sus almas según ellos desean que sean llenadas. Porque,
siendo vacío él mismo, da respuestas vacías a los inquiridores vacíos… Pero
dice también algunas palabras de verdad; porque el diablo le llena de su propio
espíritu, por si acaso le es posible abatir a algunos de los justos. .. (Hermas
150 d.C.)
«Escucha»,
me contestó, «respecto a estos dos profetas; y, como te diré, así pondrás a
prueba al profeta y al falso profeta. Por medio de su vida pon a prueba al
hombre que tiene el Espíritu divino. En primer lugar, el que tiene el Espíritu
[divino], que es de arriba, es manso y tranquilo y humilde, y se abstiene de
toda maldad y vano deseo de este mundo presente, y se considera inferior a
todos los hombres, y no da respuesta a ningún hombre cuando inquiere de él, ni
habla en secreto (porque tampoco habla el Espíritu Santo cuando un hombre
quiere que lo haga), sino que este hombre habla cuando Dios quiere que lo haga.
Así pues, cuando el hombre que tiene el Espíritu divino acude a una asamblea de
hombres justos, que tienen fe en el Espíritu divino, y se hace intercesión a
Dios en favor de la congregación de estos hombres, entonces el ángel del
espíritu profético que está con el hombre llena al hombre, y éste, siendo lleno
del Espíritu Santo, habla a la multitud, según quiere el Señor… «Respecto al
espíritu terreno y vano, que no tiene poder, sino que es necio. En primer
lugar, este hombre que parece tener un espíritu, se exalta a sí mismo, y desea
ocupar un lugar principal, e inmediatamente es imprudente y desvergonzado y
charlatán y habla familiarizado en -muchas cosas lujuriosas y muchos otros
engaños, y recibe dinero por su actividad profética, y si no lo recibe, no
profetiza. Por lo tanto, pon a prueba, por su vida y sus obras, al hombre que
dice que es movido por el Espíritu. (Hermas 150 d.C.)
En
cambio, los falsos profetas, llenos del espíritu embustero e impuro, no
hicieron ni hacen caso, sino que se atreven a realizar ciertos prodigios para
espantar a los hombres y glorificar a los espíritus del error y a los demonios.
(Justino Mártir 160 d.C.)
Ella
entonces se siente profetisa… y en agradecimiento no sólo le da una gran parte
de sus riquezas, de donde él amontona una buena cantidad de dinero; sino que
también le entrega su cuerpo deseando estar unida íntimamente con él... Otras
mujeres más fieles, llevadas por el temor de Dios, no se dejan seducir. Cuando
él las ha intentado seducir como a las otras, mandándoles que profeticen, se
han alejado de este hombre fuera de sí lanzándole insultos y anatemas… Dios concede
esta gracia desde lo alto a quienes él quiere; y quienes reciben de Dios este
don, hablan donde y cuando Dios quiere, no cuando Marcos ordena. (Ireneo 180
d.C.)
También
juzgará a los falsos profetas, los cuales, no temiendo a Dios ni aceptando de
Dios el don de la profecía, fingen profetizar, mintiendo contra Dios, o por
vanagloria, o por interés de ganancias, o por influjo del mal espíritu. (Ireneo
180 d.C.)
III. Los profetas del
antiguo testamento
Los
profetas divinos vivían según Cristo Jesús. Por esta causa también fueron
perseguidos, siendo inspirados por su gracia a fin de que los que son
desobedientes puedan ser plenamente persuadidos de que hay un solo Dios que se
manifestó a través de Jesucristo. (Ignacio 50-100 d.C.)
Porque
la profecía es la predicción de cosas futuras, es decir, el preanuncio de cosas
que sólo después serán reales. Los profetas predecían que los hombres habrían
de ver a Dios… (Ireneo 180 d.C.)
Y,
como antes dije, los profetas explicaban por medio de figuras que verían a Dios
todos los hombres portadores de su Espíritu, que sin desmayar esperan su
venida. Así como enseña Moisés en el Deuteronomio: «En aquel día veremos que
Dios hablará al hombre, y éste vivirá» (Deuteronomio 5:24). Pues algunos de
ellos veían al Espíritu profético y sus obras, que impregnaban todos los tipos
de sus dones. Otros veían la venida del Señor, y toda su Economía desde sus
inicios, por medio de la cual cumplió la voluntad celestial y terrena del
Padre. Otros veían las glorias del Padre, de manera adaptada a los que entonces
las contemplaban y escuchaban, y a los hombres que en el futuro habrían de oír
hablar de ellas. (Ireneo 180 d.C.)
El
Espíritu de Dios anunció el futuro mediante los profetas, preparándonos y
moldeándonos para que fuésemos súbditos de Dios; pues había de suceder que el
hombre, por beneplácito del Espíritu Santo, contemplase (a Dios). (Ireneo 180
d.C.)
Los
profetas profetizaban no sólo por la palabra, sino también por sus visiones,
por su conducta y por las acciones que realizaban según el Espíritu les
sugería. De esta manera veían al Dios invisible, como dice Isaías: «Vi con mis
ojos al Señor de los Ejércitos» (Isaías 6:5). Con esto dio a entender que el
ser humano verá a Dios con sus ojos y escuchará su voz. De esta manera veían al
Hijo de Dios hecho hombre conversar con los seres humanos (Baruc 3:38), y así
anunciaron lo que había de venir, hablando como presente de aquel que aún no lo
estaba… Ellos veían visiblemente lo que un día habría de ser visto, proclamaban
con la palabra lo que un día habría de ser oído, y realizaban con acciones
aquello que un día habría de llevarse a cabo: de este modo anunciaban todas las
cosas de modo profético. Por eso Moisés decía al pueblo infiel a la Ley, que
Dios era un fuego… (Ireneo 180 d.C.)
Dios,
no sólo usó el servicio de los profetas para anunciar de antemano y prefigurar
la salvación futura, por medio de las visiones que veían y los discursos que
predicaban, sino también a través de sus acciones. (Ireneo 180 d.C.)
Por
eso el profeta Daniel decía: «Oculta las palabras y sella el libro hasta el
tiempo final, hasta que muchos aprendan y se cumpla lo que saben. Pues, cuando
la persecución haya llegado a su fin, se sabrán todas estas cosas» (Daniel 12:4.7).
Y Jeremías dice: «Estas cosas se comprenderán al final de los tiempos» (Jeremías
23:20). En efecto, cualquier profecía es para los seres humanos enigmática y
ambigua hasta que se cumple; mas cuando llega el tiempo y sucede lo
profetizado, entonces se pueden explicar las profecías claramente. (Ireneo 180
d.C.)
Los
profetas, en efecto, junto con muchas otras profecías también anunciaron este
hecho: que aquellos sobre los cuales reposara el Espíritu de Dios, obedecieran
a la Palabra del Padre y lo sirvieran según sus fuerzas, habrían de sufrir la
persecución, serían lapidados y asesinados. Y los profetas mismos se
convirtieron en una figura de todo esto, por el amor a Dios y por su Palabra. (Ireneo
180 d.C.)
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