También
Santos, cuando esperaban sus verdugos que a fuerza de torturas conseguirían
hacerle confesar algún crimen, no dijo su nombre ni el de su nación, ni el de
su ciudad, ni aun si era siervo o libre, sino que a todas las preguntas
respondía en latín: "Soy cristiano. Esto era para él su nombre, su patria
y su raza, y los gentiles no pudieron hacerle pronunciar otras palabras… (Los
mártires de Lyon 177 d.C.)
(Escrito
por un crítico pagano del cristianismo) Hay una raza nueva de hombres nacidos
ayer, sin patria ni tradiciones, asociados entre sí contra todas las
instituciones religiosas y civiles, perseguidos por la justicia, universalmente
cubiertos de infamia, pero auto glorificándose con la común execración: son los
Cristianos… (Celso 178 d.C.)
No
tenemos nación alguna en la tierra. Por tanto, podemos despreciar las
posesiones terrenales. (Clemente de Alejandría 195 d.C.)
En
lo que a ustedes respecta, ustedes son extranjeros en este mundo, ciudadanos de
Jerusalén, la ciudad que está en el cielo. Nuestra ciudadanía, dice el apóstol,
está en los cielos. (Tertuliano 197 d.C.)
“A
aquellos enemigos de nuestra fe que quisieran exigir que tomáramos armas para
defender el imperio y matar a los hombres, respondemos: ‘Los sacerdotes de
ustedes que sirven [a sus dioses]... ¿no guardan sus manos de sangre para que
puedan ofrendar los sacrificios estipulados a los dioses suyos con manos no
manchadas y libres de la sangre humana?’ Aun cuando hay guerra cercana, ustedes
no reclutan a los sacerdotes para sus ejércitos. Si ésta, pues, es costumbre
alabada, ¿cuánto más no deberían [los cristianos] servir como sacerdotes y
ministros de Dios, guardando puras las manos, mientras otros se involucran en
la batalla?... Con nuestras oraciones vencemos los demonios que incitan la
guerra... En esta manera, prestamos más ayuda a los reyes que aquellos que
salen a los campos de la batalla para luchar a su favor... Y no hay otro que
luche a favor del rey más que nosotros. De cierto, rehusamos pelear por él
aunque lo exigiera. Pero luchamos a favor de él, formando un ejército
especial—un ejército de justicia—ofrendando nuestras oraciones a Dios… (Orígenes
225 d.C.)
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