miércoles, 15 de abril de 2015

Tradición apostólica


Y ni aquel que sobresale por su elocuencia entre los jefes de la Iglesia predica cosas diferentes de éstas -porque ningún discípulo está sobre su Maestro ni el más débil en la palabra recorta la Tradición: siendo una y la misma fe, ni el que mucho puede explicar sobre ella la aumenta, ni el que menos puede la disminuye. (Ireneo 180 d.C.)  

Cuando nosotros atacamos (los herejes) con la Tradición que la Iglesia custodia a partir de los Apóstoles por la sucesión de los presbíteros, se ponen contra la Tradición… Y terminan por no estar de acuerdo ni con la Tradición ni con las Escrituras. (Ireneo 180 d.C.) 

Para todos aquellos que quieran ver la verdad, la Tradición de los Apóstoles ha sido manifestada al universo mundo en toda la Iglesia, y podemos enumerar a aquellos que en la Iglesia han sido constituidos obispos y sucesores de los Apóstoles hasta nosotros, los cuales ni enseñaron ni conocieron las cosas que aquéllos deliran… (Ireneo 180 d.C.)  

La Iglesia fundada y constituida en Roma por los dos gloriosísimos Apóstoles Pedro y Pablo, desde los Apóstoles conserva la Tradición y «la fe anunciada» a los hombres por los sucesores de los Apóstoles que llegan hasta nosotros… porque en ella todos los que se encuentran en todas partes han conservado la Tradición apostólica.
Luego de haber fundado y edificado la Iglesia los bendecidos Apóstoles, entregaron el servicio del episcopado a Lino: a este Lino lo recuerda Pablo en sus cartas a Timoteo Anacleto lo sucedió. Después de él, en tercer lugar desde los Apóstoles, Clemente heredó el episcopado, el cual vio a los Apóstoles y con ellos confirió, y tuvo ante los ojos la predicación y Tradición de los Apóstoles que todavía resonaba; y no él solo, porque aún vivían entonces muchos que de los Apóstoles habían recibido la doctrina. En tiempo de este mismo Clemente suscitándose una disensión no pequeña entre los hermanos que estaban en Corinto, la Iglesia de Roma escribió la carta más autorizada a los Corintios, para congregarlos en la paz y reparar su fe, y para anunciarles la Tradición que poco tiempo antes había recibido de los Apóstoles, anunciándoles a un solo Dios Soberano universal, Creador del Cielo y de la tierra, Plasmador del hombre, que hizo venir el diluvio, y llamó a Abraham, que sacó al pueblo de la tierra de Egipto, que habló con Moisés, que dispuso la Ley, que envió a los profetas, que preparó el fuego para el diablo y sus ángeles. La Iglesia anuncia a éste como el Padre de nuestro Señor Jesucristo, a partir de la Escritura misma, para que, quienes quieran, puedan aprender y entender la Tradición apostólica de la Iglesia, ya que esta carta es más antigua… A Clemente sucedió Evaristo, a Evaristo Alejandro, y luego, sexto a partir de los Apóstoles, fue constituido Sixto. En seguida Telésforo, el cual también sufrió gloriosamente el martirio; siguió Higinio, después Pío, después Aniceto. Habiendo Sotero sucedido a Aniceto, en este momento Eleuterio tiene el duodécimo lugar desde los Apóstoles. Por este orden y sucesión ha llegado hasta nosotros la Tradición que inició de los Apóstoles. Y esto muestra plenamente que la única y misma fe vivificadora que viene de los Apóstoles ha sido conservada y transmitida en la Iglesia hasta hoy. (Ireneo 180 d.C.)  

Finalmente la Iglesia de Éfeso, que Pablo fundó y en la cual Juan permaneció hasta el tiempo de Trajano, es también testigo de la Tradición apostólica verdadera... (Ireneo 180 d.C.)  

Entonces, si se halla alguna divergencia aun en alguna cosa mínima, ¿no sería conveniente volver los ojos a las Iglesias más antiguas, en las cuales los Apóstoles vivieron, a fin de tomar de ellas la doctrina para resolver la cuestión, lo que es más claro y seguro? Incluso si los Apóstoles no nos hubiesen dejado sus escritos, ¿no hubiera sido necesario seguir el orden de la Tradición que ellos legaron a aquellos a quienes confiaron las Iglesias? (Ireneo 180 d.C.)  

Muchos pueblos bárbaros dan su asentimiento a esta ordenación, y creen en Cristo, sin papel ni tinta en su corazón tienen escrita la salvación por el Espíritu Santo, los cuales con cuidado guardan la vieja Tradición, creyendo en un solo Dios… (Ireneo 180 d.C.)  

Ellos conservaron la tradición verdadera de la enseñanza bienaventurada que procedía directamente de Pedro, y Santiago, y Juan, y Pablo, de los santos apóstoles, recibida de padres a hijos, aunque son pocos los hijos semejantes a sus padres. Y así ellos por la gracia de Dios depositaron en nosotros aquella semilla que se remontaba en su origen a los padres y a los apóstoles. Tengo por cierto que los lectores se alegrarán, no de esta exposición en sí misma, sino de la fidelidad vigilante de estas indicaciones. Porque pienso que el modelo del alma que desea guardar la bienaventurada tradición sin que se pierda gota de ella es el que se expresa en estas palabras: «El hombre que ama la sabiduría dará alegría al corazón de su padre» (Proverbios 29:3). Clemente de Alejandría (195 d.C.)  

Sólo nos queda, pues, demostrar que nuestra doctrina, cuya regla hemos formulado anteriormente, procede de la tradición de los apóstoles, mientras, que por este mismo hecho las otras provienen de la falsedad… (Tertuliano 197 d.C.)  

Concedamos que todas las Iglesias hayan caído en el error; que el mismo Apóstol se haya equivocado al dar testimonio en favor de algunas… ¿Es verosímil realmente que tantas y tan importantes Iglesias hayan andado por el camino del error para encontrarse finalmente en una misma fe? Muchos sucesos independientes no llevan a un resultado único. El error doctrinal de las Iglesias debiera haber llevado a la diversificación. Pero sea lo que fuere, cuando entre muchos se aprecia unanimidad, ésta no viene del error, sino de la tradición. ¿Quién tendrá la audacia de decir que se equivocaron los autores de esta tradición? (Tertuliano 197 d.C.)  

Volvamos a nuestra discusión acerca del principio de que lo más originario es lo verdadero, y lo posterior es lo falso… (Tertuliano 197 d.C.)  

Por lo demás, si algunas tienen la audacia de remontarse hasta la edad apostólica, a fin de parecer transmitidas por los apóstoles por el hecho de haber existido en la época de los apóstoles, les podemos replicar: Que nos muestren los orígenes de sus Iglesias; que nos desarrollen las listas de sus obispos en el orden sucesorio desde los comienzos, de suerte que el primer obispo que presenten como su autor y padre sea alguno de los apóstoles o de los varones apostólicos que haya perseverado en unión con los apóstoles. En esta forma, solo las iglesias apostólicas pueden presentar sus listas, como la de Esmirna, que afirma que Policarpo fue instituido por Juan, y la de Roma, que afirma que Clemente fue ordenado por Pedro. De la misma manera las demás Iglesias muestran a aquellos a quienes los apóstoles constituyeron en el episcopado y son sus rebrotes de la semilla apostólica… (Tertuliano 197 d.C.)  

Así pues, que todas las herejías, llamadas a juicio por nuestras Iglesias bajo una u otra de estas formas, prueben que son apostólicas por alguna de ellas. Pero está claro que no lo son, y que no pueden probar ser lo que no son, y que no son admitidas a la paz y a la comunión con las Iglesias que de cualquier manera son apostólicas… (Tertuliano 197 d.C.)  

Con toda diligencia hay que guardar la tradición divina y las prácticas apostólicas, y hay que atenerse a lo que se hace entre nosotros que es lo que se hace casi en todas las provincias del mundo, a saber, que para hacer una ordenación bien hecha, los obispos más próximos de la misma provincia se reúnan con el pueblo al frente del cual ha de estar el obispo ordenando, y éste se elija en presencia del pueblo, ya que éste conoce muy bien la vida de cada uno y ha podido observar por la convivencia el proceder de sus actos. Así vemos que se hizo también entre vosotros en la ordenación de nuestro colega Sabino: se le confirió el episcopado y se le impusieron las manos para que sustituyera a Basílides por el sufragio de toda la comunidad de hermanos y el de los obispos que estuvieron presentes y el de los que os enviaron su voto por carta… (Cipriano 250 d.C.)  

«No se introduzca innovación alguna —dice— sino se siga la tradición.» ¿De dónde viene tal tradición? ¿Acaso de la autoridad del Señor y del Evangelio, o de las ordenaciones y cartas de los apóstoles? (Cipriano 250 d.C.)
 
 
 

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