lunes, 13 de abril de 2015

Prosperidad y pobreza


Les había sido concedida toda gloria y prosperidad, y así se cumplió lo que está escrito: Mi amado comió y bebió y prosperó y se llenó de gordura y empezó a dar coces. Por ahí entraron los celos y la envidia, la discordia y las divisiones, la persecución y el tumulto, la guerra y la cautividad. (Clemente de Roma 30-100 d.C.)  

No permitas tampoco que esto turbe tu mente, al ver que los impíos poseen riquezas, y los siervos de Dios sufren. Tengamos fe, hermanos y hermanas. Estamos militando en las filas de un Dios vivo; y recibimos entrenamiento en la vida presente, para que podamos ser coronados en la futura. Ningún justo ha recogido el fruto rápidamente, sino que ha esperado que le llegue. Porque si Dios hubiera dado la recompensa de los justos inmediatamente, entonces nuestro entrenamiento habría sido un pago constante y sonante, no un entrenamiento en la piedad; porque no habríamos sido justos yendo en pos de lo que es piadoso, sino de las ganancias. Y por esta causa el juicio divino alcanza al espíritu que no es justo, y lo llena de cadenas. (Segunda Clemente 150 d.C.)  

Pero el amor al dinero es el comienzo de todos los males. Sabiendo, pues, que no trajimos nada a este mundo ni tampoco nos llevaremos nada de él. (Policarpo 135 d.C.)  

«Pero, ¿quiénes son, señora, las piedras blancas y redondas que no encajaron en el edificio?» Ella me contestó: « ¿Hasta cuándo vas a seguir siendo necio y obtuso, y lo preguntarás todo, y no entenderás nada? Éstos son los que tienen fe, pero también tienen las riquezas de este mundo. Cuando viene la tribulación, niegan a su Señor por razón de sus riquezas y sus negocios.» Y yo contesté y le dije: « ¿Cuándo serán, pues, útiles en el edificio?» Ella me contestó: «Cuando les sean quitadas las riquezas que hacen descarriar sus almas, entonces serán útiles a Dios. Porque tal como la piedra redonda, a menos que sea cortada y pierda alguna parte de sí misma, no puede ser cuadrada, del mismo modo los que son ricos en este mundo, a menos que sus riquezas les sean quitadas, no pueden ser útiles al Señor. Aprende primero de ti mismo. Cuando tenías riquezas no eras útil; pero ahora eres útil y provechoso para vida. Sé útil a Dios, porque tú mismo también eres sacado de las mismas piedras. (Hermas 150 d.C.)  

Miren, pues, los que se alegran en su riqueza, que los que están en necesidad no giman, y su gemido se eleve al Señor, y ustedes con su [abundancia de] cosas buenas hallen cerrada la puerta de la torre. (Hermas 150 d.C.)  

«Los que nunca han investigado respecto a la verdad, ni inquirido respecto a la divinidad, sino meramente creído, y se han mezclado en negocios y riquezas y amigos paganos y muchas otras cosas de este mundo; cuantos, digo, se dedican a estas cosas, no comprenden las parábolas de la deidad; porque han sido entenebrecidos por sus acciones, y se han corrompido y hecho infructuosos. (Hermas 150 d.C.)  

«Escucha», contestó; «el rico tiene mucha riqueza pero en las cosas del Señor es pobre, pues las riquezas le distraen y su confesión e intercesión al Señor es muy escasa; y aun cuando da, es poco y débil, y no tiene poder de arriba. Así pues, cuando el rico va al pobre y le ayuda en sus necesidades, creyendo que por lo que hace al pobre recibirá recompensa de Dios —porque el pobre es rico en intercesión [y confesión], y su intercesión tiene gran poder con Dios, el rico, pues, suple todas las cosas al pobre sin titubear. Pero el pobre, siendo provisto por el rico, hace intercesión por él, dando gracias a Dios por el (rico) que le ha dado a él. Y el otro es todavía más celoso de ayudar al pobre, para que pueda seguir viviendo; porque sabe que la intercesión del pobre es aceptable y rica delante de Dios. Los dos, pues, cumplen su obra; el pobre haciendo intercesión, en que es rico [y que él recibe del Señor]; y la devuelve, otra vez, al Señor que se la proporciona. El rico, también, de igual manera provee al pobre, sin vacilar, las riquezas que ha recibido del Señor. Y esta obra es grande y aceptable a Dios, porque (el rico) entiende (el objeto) de sus riquezas, y provee para el pobre de los tesoros del Señor, y realiza el servicio del Señor rectamente. (Hermas 150 d.C.)  

…éstos son los que han sido creyentes, pero se hicieron ricos y tuvieron renombre entre los gentiles. Se revistieron de gran orgullo y se volvieron arrogantes, y abandonaron la verdad y no se juntaron con los justos, sino que vivieron del todo a la manera de los gentiles, y su camino les pareció más placentero a ellos… (Hermas 150 d.C.)  

Y de la tercera montaña, la que tiene espinos y zarzas, los que han creído son así: algunos de ellos son ricos, y otros están enzarzados en muchos asuntos de negocios. Las zarzas son los ricos, y los espinos son los que están mezclados en varios asuntos de negocios. Estos [pues, que están mezclados en muchos y varios asuntos de negocios] no se juntan con los siervos de Dios, sino que se descarrían, siendo ahogados por sus asuntos; por su parte, los ricos no están dispuestos a unirse a los siervos de Dios, no sea que se les pueda pedir algo. Estos hombres, pues, difícilmente entrarán en el reino de Dios. Porque tal como es difícil andar entre espinos con los pies descalzos, también es difícil que estos hombres entren en el reino de Dios. (Hermas 150 d.C.)  

Porque la felicidad no consiste en enseñorearse del prójimo, ni en desear tener más que el débil, ni en poseer riqueza y usar fuerza sobre los inferiores; ni puede nadie imitar a Dios haciendo estas cosas; sí, estas cosas se hallan fuera de su majestad. (Diogneto 125-200)  

(Escrito por un crítico pagano del cristianismo) Porque este mismo Dios, según decís, había en otro tiempo prometido las mismas cosas y aún más extraordinarias a sus fieles. Ahora ven qué servicios prestó a los judíos y a ustedes mismos. Aquellos, en vez del Imperio del mundo, ni siquiera tienen un hogar ni terruño propio. Y, en cuanto a ustedes, si hay aún cristianos errantes y escondidos, procuran aplicarles la pena capital. (Celso 178 d.C.)  

Lo que (Cristo) quiere es que desterremos de nuestra alma la primacía de las riquezas, la desenfrenada codicia y fiebre de ellas, las solicitudes, las espinas de la vida, que ahogan la semilla de la verdadera Vida… (Clemente de Alejandría 195 d.C.)  

…de no tener nadie nada, ¿qué comunión de bienes podría darse entre los hombres? ¿Cómo dar de comer al hambriento, de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al desamparado—cosas por las que, de no hacerse, amenaza el Señor con el fuego eterno y las tinieblas exteriores—, si cada uno empezara por carecer de todo eso? De suerte que lo que hay que destruir no son las riquezas, sino las desordenadas pasiones del alma que no permiten hacer mejor uso de ellas. De este modo, convertido el hombre en bueno y noble, puede hacer de las riquezas uso bueno y generoso… (Clemente de Alejandría 195 d.C.)  

Yo no deseo ser un rey. No anhelo ser rico. Rechazo toda posición militar. Detesto la fornicación. No soy llevado por un amor insaciable de ganancias [financieras] para hacerme a la mar. No compito por una corona. Estoy libre de una sed excesiva por la fama. Desprecio la muerte. (…) ¡Mueran al mundo, repudiando la locura que hay en él! ¡Vivan para Dios! (Tatiano 160 d.C.)  

(Escrito por un crítico pagano del cristianismo) Una última observación se impone: suponiendo que Jesús, en conformidad con los profetas de Dios y de los Judíos, fuese el hijo de Dios, ¿cómo es que el Dios de los Judíos les ordenó, por medio de Moisés, que procurasen las riquezas y el poder, que se multiplicasen hasta llenar la tierra, que masacrasen a sus enemigos sin perdonar siquiera a los niños y exterminar coda la raza, lo que él mismo hace ante sus propios ojos, tal como cuenta Moisés? ¿Por qué los amenaza él, si desobedecieron sus mandamientos, de tratarlos como enemigos declarados, mientras que el Hijo, el Nazareno, formula preceptos completamente opuestos: el rico no tendrá acceso hasta el Padre, ni el que ambiciona el poder, ni el que ama la sabiduría y la gloria; no nos debemos inquietar con las necesidades de subsistencia más que los cuervos; es necesario preocuparnos menos de la vestimenta que los lirios; si os diesen una bofetada es preciso aprestarse a recibir una segunda? ¿Quién miente entonces: Moisés o Jesús? ¿Será que el Padre, cuando envió al Hijo, se olvidó de lo que le había dicho a Moisés? ¿Habrá cambiado de opinión, renegado de sus propias leyes y encargado a su heraldo el promulgar otras completamente contrarias? (Celso 178 d.C.)  

Es monstruosidad que una persona viva en lujo, mientras otras viven en necesidad… (Clemente de Alejandría 195 d.C.)  

No tenemos nación alguna en la tierra. Por tanto, podemos desdeñar las posesiones terrenales. (Clemente de Alejandría 195 d.C.)  

…la riqueza puede, sin la ayuda de nada, corromper al alma de aquellos que la poseen y extraviarlos del camino de la salvación.” El describió la riqueza como “un peso de que debemos despojarnos, el cual debemos echar de nosotros como una enfermedad peligrosa y fatal… (Clemente de Alejandría 195 d.C.)  

Si alguien se encuentra excitado por la pérdida de los bienes de fortuna, le aconsejamos con múltiples lugares de la sagrada Escritura a despreciar el siglo. No puede encontrarse mejor exhortación al desprendimiento de las riquezas que el ejemplo de Jesucristo, que no poseyó ningún bien temporal. Siempre defendió a los pobres y condenó a los ricos. Inspirándonos el despego de los bienes de este mundo, nos exhorta a la paciencia, demostrándonos que si despreciamos las riquezas no debe apurarnos que las perdamos. De ninguna manera hemos de apetecerlas, pues el Señor no estuvo apegado a ellas, y si disminuyen o llegamos a perderlas totalmente, hemos de soportarlo con paz... (Tertuliano 197 d.C.) 

A lo menos aprendan de su situación actual, gente miserable, que es lo que en verdad les espera después de la muerte. Muchos de ustedes (los que son cristianos)… en verdad, según ustedes mismos dicen, la mayoría de ustedes… están en necesidad, soportando frío y hambre, y trabajando en trabajos agotadores. Pero su dios lo permite. O él no quiere ayudar a su pueblo, o él no puede ayudarlos. Por tanto, o él es dios débil, o es injusto… ¡Fíjense! Para ustedes no hay sino amenazas, castigos, torturas, y cruces… ¿Dónde está su dios que los promete ayudar después de resucitar de entre los muertos? Él ni siquiera los ayuda ahora y aquí. Y los romanos, sin la ayuda del dios de ustedes, ¿no gobiernan todo el mundo, incluso a ustedes también, y no disfrutan los bienes de todo el mundo? “Mientras tanto, ustedes viven en incertidumbre y ansiedades, absteniéndose aun de los placeres decentes… (Marcus Félix 200 d.C.)  

Un amor ciego a las posesiones ha engañado a muchos. ¿Cómo podrán los ricos estar preparados, o dispuestos, a partir de esta tierra [en la persecución] cuando sus riquezas los encadenan aquí? . . . Por eso, el Señor, el Maestro de lo bueno, les advierte de antemano, diciendo: ‘Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme’ [Mateo 19:21]. El que no tuviera nada en este mundo no sería vencido por el mundo. Seguiría al Señor, sin cadenas, libre, como hicieron los apóstoles... Pero ¿cómo podrán seguir a Cristo cuando la cadena de la riqueza los estorba? … Ellos creen que poseen, pero en realidad son ellos una posesión. No son los señores de su riqueza, sino los esclavos de ella… (Cipriano 250 d.C.) 

Satanás, habiendo inventado las religiones falsas, vuelve a los hombres del camino al cielo y los guía en el de la destrucción. Este camino parece plano y espacioso, lleno de los deleites de las flores y los frutos. Satanás coloca todas estas cosas en el camino, las cosas estimadas como buenas en este mundo: la riqueza, la honra, la diversión, el placer, y todas las demás seducciones. Pero escondidos entre estas cosas vemos también la injusticia, la crueldad, el orgullo, la lascivia, las contenciones, la ignorancia, las mentiras, la necedad y otros vicios. El fin de este camino es lo siguiente: Cuando hayan avanzado tanto que no pueden volver, el camino se desaparece junto con todos sus deleites. Esto sucede sin advertencia de manera que nadie puede prever el engaño del camino antes de caer en el abismo... “Por contraste, el camino al cielo parece muy dificultoso y montañoso, lleno de espinos y cubierto de piedras dentadas. Por eso, todos los que andan en él tienen que usar mucho cuidado para guardarse de no caer. En este camino Dios ha colocado la justicia, la abnegación, la paciencia, la fe, la pureza, el dominio propio, la paz, el conocimiento, la verdad, la sabiduría, y otras virtudes más. Pero estas virtudes van acompañadas de la pobreza, la humildad, los trabajos, los sufrimientos y muchas penas y pruebas. Porque el que tiene una esperanza para el porvenir, el que ha escogido las cosas mejores, será privado de los bienes terrenales. Por llevar él poco equipo y estar libre de las distracciones, él puede vencer las dificultades en el camino. Porque es imposible que el rico encuentre este camino, o que persevere en él, ya que se ha rodeado de las ostentaciones reales, o se ha cargado de las riquezas. (Lactancio 304-313 d.C.)

(Aquí Cipriano describe el materialismo que empezó a contaminar la iglesia en el año 250) Cada uno se preocupaba de aumentar su hacienda, y olvidándose de su fe y de lo que antes se solía practicar en tiempo de los apóstoles y que siempre deberían seguir practicando, se entregaban con codicia insaciable y abrasadora a aumentar sus posesiones… Muchos obispos, que debían ser ejemplo y exhortación para los demás, se olvidaban de su divino ministerio, y se hacían ministros de los poderosos del siglo: abandonaban su sede. Dejaban destituido a su pueblo, recorriendo las provincias extranjeras siguiendo los mercados en busca de negocios lucrativos, con ansia de poseer abundancia de dinero mientras los hermanos de sus iglesias padecían hambre; se apoderaban de haciendas con fraudes y ardides, y aumentaban sus intereses con crecida usura... Nosotros, al olvidarnos de la ley que se nos había dado, hemos dado con nuestros pecados motivo para lo que ocurre: ya que hemos despreciado los mandamientos de Dios, somos llamados con remedios severos a que nos enmendemos de nuestros delitos y demos muestra de nuestra fe… (Cipriano 250 d.C.)


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