I. La obra del
Espíritu Santo
Además,
había caído sobre todos ustedes un copioso derramamiento del Espíritu Santo; y,
estando llenos de santo consejo, en celo excelente y piadosa confianza,
extendíais las manos al Dios Todopoderoso, suplicándole que les fuera propicio,
en caso de que, sin querer, cometierais algún pecado. (Clemente de Roma - 30-100
d.C.)
…No
aflijas al Espíritu Santo que mora en ti, para que no suceda que interceda a
Dios [contra ti] y se aparte de ti. (Hermas - 150 d.C.)
El
Espíritu Santo reprende a los hombres porque habiendo sido creados impasibles e
inmortales a semejanza de Dios con tal de que guardaran sus mandamientos, y
habiéndoles Dios concedido el honor de llamarse hijos suyos, ellos, por querer
asemejarse a Adán y a Eva, se procuran a sí mismos la muerte... (Justino Mártir
- 160 d.C.)
«Vayan
y enseñen a todas las naciones, y bautícenlas en el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo».. Por los profetas había prometido que lo derramará en
los últimos tiempos sobre sus siervos y siervas, para que profeticen. Por eso
también descendió sobre el Hijo de Dios hecho Hijo del Hombre, para
acostumbrarse a habitar con él en el género humano, a descansar en los hombres
y a morar en la criatura de Dios, obrando en ellos la voluntad del Padre y
renovándolos de hombre viejo a nuevo en Cristo. (Ireneo - 180 d.C.)
Por
medio del Espíritu se dejó ver proféticamente; por medio del Hijo se dejó ver
según la adopción; se hará ver según su paternidad en el reino de los cielos:
el Espíritu prepara al hombre para el Hijo de Dios, el Hijo lo conduce al
Padre, el Padre concede la incorrupción para la vida eterna… (Ireneo - 180
d.C.)
Así
se revelaba Dios: pues por todas estas cosas el Padre se manifiesta, por medio
de la obra del Espíritu, el ministerio del Hijo y la aprobación del Padre,
perfeccionando así al hombre en vista de su salvación… (Ireneo - 180 d.C.)
El
Espíritu de Dios anunció el futuro mediante los profetas, preparándonos y
moldeándonos para que fuésemos súbditos de Dios; pues había de suceder que el
hombre, por buena voluntad del Espíritu Santo, contemplase (a Dios)… (Ireneo - 180
d.C.)
Dios,
les dio el don del Espíritu que nos vivifica. (Ireneo - 180 d.C.)
Ahora
recibimos alguna parte de su Espíritu, para perfeccionar y preparar la
incorrupción, acostumbrándonos poco a poco a comprender y a portar a Dios. El
Apóstol lo llamó prenda (es decir, parte de la gloria que Dios nos ha
prometido), cuando dijo en la Epístola a los Efesios: «En él también vosotros,
escuchada la palabra de la verdad, el Evangelio de su salvación, creyendo en él
han sido sellados con el Espíritu Santo de la Promesa, que es prenda de nuestra
herencia» (Ireneo - 180 d.C.)
Espíritu
que está dispuesto como un estímulo, con la debilidad de la carne, por fuerza y
absolutamente lo fuerte superará lo débil, de manera que la fortaleza del
Espíritu absorberá la debilidad de la carne; y así, el que era carnal, ya no
seguirá siéndolo, sino que se convertirá en espiritual, por la comunicación del
Espíritu. De este modo los mártires dieron testimonio y despreciaron la muerte,
no según la debilidad de la carne, sino según lo que estaba dispuesto de su
espíritu. Pues absorbida la debilidad de la carne, manifestó la potencia del
Espíritu: y el Espíritu, al absorber la debilidad, posee la carne como su
herencia. Pues el hombre viviente está hecho de ambas cosas: es hombre por
participar de la substancia de la carne, y viviente por participar del
Espíritu… y la carne poseída por el Espíritu, olvidada de sí, asume la cualidad
del Espíritu, haciéndose conforme al Verbo de Dios. (Ireneo - 180 d.C.)
II. Recibiendo el
Espíritu Santo
Ahora
bien, siendo la Iglesia espiritual, fue manifestada en la carne de Cristo, con
lo cual nos mostró que, si alguno de nosotros la guarda en la carne y no la
contamina, la recibirá de nuevo en el Espíritu Santo; porque esta carne es la
contrapartida y copia del espíritu. Ningún hombre que haya contaminado la
copia, pues, recibirá el original como porción suya. Esto es, pues, lo que Él
quiere decir, hermanos: Guardad la carne para que podáis participar del
espíritu. Pero si decimos que la carne es la Iglesia y el espíritu es Cristo,
entonces el que haya obrado de modo inexcusable con la carne ha obrado de modo
inexcusable con la Iglesia. Este, pues, no participará del espíritu, que es
Cristo. Tan excelente es la vida y la inmortalidad que esta carne puede recibir
como su porción si el Espíritu Santo va unido a ella. (Segunda Clemente - 150d.C.)
«Sé
paciente y entendido», dijo, «y tendrás dominio sobre todo lo malo, y obrarás
toda justicia. Porque si eres sufrido, el Espíritu Santo que habita en ti será
puro, no siendo oscurecido por ningún espíritu malo, sino que residiendo en un
gran aposento se regocijará y alegrará con el vaso en que reside, y servirá a
Dios con mucha alegría, teniendo prosperidad. Pero si sobreviene irascibilidad,
al punto el Espíritu Santo, siendo delicado, es puesto en estrechez, no
teniendo [el] lugar despejado, y procura retirarse del lugar porque es ahogado
por el mal espíritu, y no tiene espacio para ministrar para el Señor como
desea, ya que es contaminado por el temperamento irascible. Porque el Señor
mora en la longanimidad, pero el diablo en la irascibilidad. Así pues, que los
dos espíritus habiten juntos es inconveniente, y malo para el hombre en el cual
residen… Porque cuando todos estos espíritus residen en un vaso en que reside
también el Espíritu Santo, este vaso no puede contenerlos, sino que rebosa. El
espíritu delicado, pues, no estando acostumbrado a residir con un espíritu
malo, ni con aspereza, se aparta del hombre de esta clase, y procura residir en
tranquilidad y calma. Entonces, cuando se ha apartado de aquel hombre en el
cual reside, este hombre se queda vacío del espíritu justo, y a partir de
entonces, siendo lleno de malos espíritus, es inestable en todas sus acciones,
siendo arrastrado de acá para allá por los espíritus malos, y se ve del todo
cegado y privado de sus buenas intenciones. Esto, pues, ha sucedido a todas las
personas de temperamento irascible. (Hermas - 150 d.C.)
¿Qué
crees que te hará el Señor a ti, El, que te dio el espíritu entero, y tú lo has
dejado absolutamente inútil, de modo que no puede servir para nada a su Señor?
Porque su utilidad se volvió inutilidad cuando tú lo echaste a perder. ¿No va,
pues, el Señor de este espíritu a castigarte [a ti con la muerte] por este
hecho?» «Ciertamente», le dije, «a todos aquellos a quienes Él halla
persistiendo en la malicia, Él los castigará.» (Hermas - 150 d.C.)
Por
otra parte, el Espíritu de Dios no está en todos los hombres, sino sólo con
algunos que viven justamente, en cuya alma se hace presente y con la cual se
abraza y por cuyo medio, con predicciones, anuncia a las demás almas lo que
está escondido. Las que obedecen a la sabiduría, atraen a sí mismas el espíritu
que les es congénito; pero las que no obedecen y rechazan al que es servidor
del Dios que ha subido, lejos de mostrarse como religiosas se muestran más bien
como almas que hacen la guerra a Dios. (Taciano - 160 d.C.)
Para
ello el Señor prometió que enviaría al Paráclito que nos acercase a Dios (Juan
15:26; 16:7). Pues, así como del trigo seco no puede hacerse ni una sola masa
ni un solo pan, sin algo de humedad, así tampoco nosotros, siendo muchos,
podíamos hacernos uno en Cristo Jesús, sin el agua que proviene del cielo. Y
así como si el agua no cae la tierra árida no fructifica, así tampoco nosotros,
siendo un leño seco, nunca daríamos fruto para la vida, si no se nos enviase de
los cielos la lluvia gratuita. Pues nuestros cuerpos recibieron la unidad por
medio de la purificación (bautismal) para la incorrupción; y las almas la
recibieron por el Espíritu. Por eso una y otro fueron necesarios, pues ambos
nos llevan a la vida de Dios. (Ireneo - 180 d.C.)
Por
eso, como a niños, aquel que era el pan perfecto del Padre se nos dio a sí
mismo como leche, cuando vino a nosotros como un hombre; a fin de que,
nutriendo nuestra carne como de su pecho, mediante esa lactancia nos
acostumbráramos a comer y beber al Verbo de Dios, hasta que fuésemos capaces de
recibir dentro de nosotros el Pan de la inmortalidad, que es el Espíritu del Padre…
Por eso Pablo dice a los corintios: «Les he alimentado con leche, no con pan,
pues aún no podían digerirlo» (1 Corintios 3:2). Quiere decir: han conocido la
venida del Señor en cuanto hombre, pero aún no ha descansado en ustedes el
Espíritu del Padre, dada nuestra debilidad. «Pues cuando hay envidia, discordia
y disensiones entre ustedes, ¿no se muestran carnales y caminan según el
hombre? (1 Corintios 3:3). Es decir, el Espíritu del Padre aún no habitaba en
ellos, debido a su imperfección y la debilidad de su conducta. Mas así como el
Apóstol podía darles el alimento -pues todos aquellos a quienes los Apóstoles
imponían las manos recibían el Espíritu Santo (Hechos 8:17-19), que es el
alimento de la vida-, pero ellos no eran capaces de recibirlo por su relación
con Dios aún débil y sin ejercicio… (Ireneo - 180 d.C.)
Mas
este Espíritu se une a la criatura al mezclarse con el alma; y así por la
efusión del Espíritu, el hombre se hace perfecto y espiritual: y éste es el que
ha sido hecho según la imagen y semejanza de Dios… (Ireneo - 180 d.C.)
De
modo semejante los hombres, si por la fe se vuelven mejores y acogen el
Espíritu de Dios, germinan como espirituales, como si hubiesen sido plantados
en el paraíso (Ezequiel 31:8). En cambio, si rechazan al Espíritu y perseveran
en lo que eran antes, buscando más la carne que el Espíritu, entonces
justamente se les aplica aquello: «La carne y la sangre no poseerán el reino de
Dios»… (Ireneo - 180 d.C.)
Por
eso el bautismo, nuestro nuevo nacimiento, tiene lugar por estos tres
artículos, y nos concede renacer a Dios Padre por medio de su Hijo en el
Espíritu Santo. Porque los portadores del Espíritu de Dios son conducidos al
Verbo, esto es, al Hijo, que es quien los acoge y los presenta al Padre, y el
Padre les regala la incorruptibilidad. Sin el Espíritu Santo es pues imposible
ver el Verbo de Dios y sin el Hijo nadie puede acercarse al Padre, porque el
Hijo es el conocimiento del padre y el conocimiento del Hijo se obtiene por
medio del Espíritu Santo. Pero el Hijo, según la bondad del Padre, dispensa
como ministro al Espíritu Santo a quien quiere y como el padre quiere… (Ireneo -
180 d.C.)
Los
discípulos… enseñando a los hombres el camino de la vida para apartarlos de los
ídolos, de la fornicación y de la avaricia, purificando sus almas y sus cuerpos
con el bautismo de agua y de Espíritu Santo, distribuyendo y suministrando a
los creyentes este Espíritu Santo que habían recibido del Señor. Así
instituyeron y fundaron esta iglesia… (Ireneo - 180 d.C.)
Luego,
al salir del baño, somos ungidos con la santa unción, según aquella práctica
antigua por la que los sacerdotes solían ungirse con el aceite de un cuerno,
como Aarón fue ungido por Moisés… Luego se nos imponen las manos en forma de
bendición, mientras se llama y se invita al Espíritu Santo... Y aquel Espíritu
Santísimo desciende gustoso del Padre sobre los cuerpos purificados y
bendecidos, y también sobre las aguas del bautismo en las que, como
reconociendo su prístina sede, descansa, como cuando bajó en forma de paloma
hasta el Señor. La paloma declara la naturaleza del Espíritu Santo, siendo un
animal cuyas características son la simplicidad y la inocencia, hasta el punto
de que su cuerpo carece de hiel... (Tertuliano - 197 d.C.)
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