…habiéndonos renovado por el perdón de nuestros
pecados, hizo de nosotros una forma nueva, hasta el punto de tener un alma de
niños, como que de veras El nos ha formado de nuevo. (Bernabé - 150 d.C.)
Siguiese, por tanto, que nosotros somos los
plasmados de nuevo, al modo como, a su vez, lo dice en otro profeta: Mira—dice
el Señor—que voy a quitar de éstos, es decir, de aquellos que antevió el
Espíritu del Señor, los corazones de piedra y les meteré dentro corazones de
carne. Y es que Él había de manifestarse en carne y habitar en nosotros. (Bernabé
- 150 d.C.)
Después de recibido el perdón de los pecados, y
por nuestra esperanza en el Nombre, fuimos hechos nuevos, creados otra vez
desde el principio. Por lo cual, Dios habita verdaderamente en nosotros, en la
morada de nuestro corazón. (Bernabé - 150 d.C.)
-Ignacio al enfrentar la muerte dijo:- Los
dolores de un nuevo nacimiento son sobre mí. Tengan paciencia conmigo,
hermanos. No me impidan el vivir; no deseen mi muerte. No concedan al mundo a
uno que desea ser de Dios, ni le seduzcáis con cosas materiales. Permítanme
recibir la luz pura. (Ignacio - 50-100 d.C.)
A cuantos se convencen y aceptan por la fe que
es verdad… …se someten al baño por el agua, (el bautismo) en el nombre del
Padre de todas las cosas y Señor Dios, y en el de nuestro salvador Jesucristo y
en el del Espíritu Santo. Porque Cristo dijo: «Si no vuelven a nacer, no
entrarán en el reino de los cielos» (Juan 3:3), y es evidente para todos que no
es posible volver a entrar en el seno de nuestras madres una vez nacidos. Y
también está dicho en el profeta Isaías el modo como podían librarse de los
pecados aquellos que habiendo pecado se arrepintieran: «Lávense, vuélvanse
limpios, quiten las maldades de sus almas, aprendan a hacer el bien...» (Isaías
1:16). La razón que para esto aprendimos de los apóstoles es la siguiente: En
nuestro primer nacimiento no teníamos conciencia, y fuimos engendrados por
necesidad por la unión de nuestros padres, de un germen húmedo, criándonos en
costumbres malas y en conducta malvada. Ahora bien, para que no sigamos siendo
hijos de la necesidad y de la ignorancia, sino de la libertad y del
conocimiento, alcanzando el perdón de los pecados que anteriormente hubiéramos
cometido, se invoca sobre el que ha determinado regenerarse y se arrepiente de
sus pecados, estando él en el agua, el nombre del Padre de todas las cosas y
Señor Dios, el único nombre que invoca el que conduce a este lavatorio al que
ha de ser lavado... Este baño se llama iluminación, para dar a entender que son
iluminados los que aprenden estas cosas. Y el que es así iluminado, se lava
también en el nombre de Jesucristo, el que fue crucificado bajo Poncio Pilatos,
y en el nombre del Espíritu Santo, que nos anunció previamente por los profetas
todo lo que se refiere a Jesús. (Justino Mártir - 160 d.C.)
Porque vino a salvar a todos: y digo a todos, es
decir a cuantos por él renacen para Dios, sean bebés, niños, adolescentes,
jóvenes o adultos… (Ireneo - 180 d.C.)
¿Cómo se librarán de la muerte que los ha
engendrado, si no son regenerados por la fe para un nuevo nacimiento que Dios
realice de modo admirable e impensado, cuyo signo para nuestra salvación nos
dio en la concepción a partir de la virgen? ¿Cómo serán adoptados como hijos de
Dios, si se quedan en el origen propio de los seres humanos en este mundo? (Ireneo
- 180 d.C.)
Nosotros, los que hemos nacido recientemente,
recibimos el crecimiento del que es perfecto y anterior a toda la creación, y
el único bueno y excelente; y a semejanza de aquél, para obtener de él el don
de la incorrupción, puesto que hemos sido predestinados a existir (Efesios 1:11-12)
cuando aún no existíamos, según el preconocimiento del Padre (1 Pedro 1:2); y
comenzamos a existir por el ministerio del Verbo en los tiempos prefijados. (Ireneo
- 180 d.C.)
Por eso el que fue engendrado es santo e Hijo de
Dios Altísimo, Padre de todas las cosas, el cual, llevando a cabo la
encarnación, reveló un nuevo nacimiento. Pues así como por el viejo nacimiento
heredamos la muerte, así por este nacimiento heredamos la vida… (Ireneo - 180
d.C.)
Están enteramente locos quienes rechazan toda la
Economía de Dios, al negar la salvación de la carne y despreciar su nuevo
nacimiento, pues dicen que ella no es capaz de ser incorruptible… (Ireneo - 180
d.C.)
En primer lugar la fe nos
invita insistentemente a rememorar que hemos recibido el bautismo para el
perdón de los pecados en el nombre de Dios Padre y en el nombre de Jesucristo,
Hijo de Dios encarnado, muerto y resucitado, y en el Espíritu Santo de Dios;
que el bautismo es el sello de la vida eterna, el nuevo nacimiento de Dios, de
tal modo que no seamos ya más hijos de los hombres mortales, sino de Dios
eterno e indefectible… (Ireneo - 180 d.C.)
Por eso el bautismo, nuestro nuevo nacimiento…
nos concede renacer a Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo… (Ireneo
- 180 d.C.)
No hay hombre a quien no se le pegue un espíritu
malvado que le está acechando desde las mismas puertas del nacimiento... En el
parto de todos los hombres interviene la idolatría... Por lo demás. El Apóstol
tenía presente la clara palabra del Señor: «Si uno no nace del agua y del
Espíritu, no entrará en el reino de Dios» (Juan 3:5). Por tanto, toda alma ha
de considerarse incluida en el estado de Adán en tanto no es incluida en el
nuevo estado de Cristo. Hasta que no adquiere este nuevo estado, es inmunda,
siendo objeto de ignominia en asociación con la carne… Por esto, cuando el alma
se convierte a la fe y es restaurada en su segundo nacimiento por el agua y por
el poder de arriba, se le quita el velo de su corrupción original y logra ver
la luz en todo su esplendor. Entonces es recibida por el Espíritu Santo, de la
misma manera que en el primer nacimiento había sido acogida por el espíritu
inmundo. Y la carne sigue al alma en sus nupcias con el Espíritu como una dote,
y se convierte en sierva, no del alma, sino del Espíritu. (Tertuliano - 197
d.C.)
Ya no hay ahora posibilidad de eludir su ley,
porque, en efecto, la ley del bautismo ha sido impuesta y su forma ha sido
prescrita cuando se dice: «Recorran y enseñen a todas las gentes, bautizándolas
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19). Esta ley
se relaciona con aquella declaración: «Si uno no renaciera del agua y del
Espíritu Santo no entrará en el reino de los cielos» (Juan 3:5), la cual somete
la fe a la necesidad del bautismo. Por esto desde entonces todos los que creían
eran bautizados. Pablo, por ejemplo, así que creyó fue bautizado... (Tertuliano
- 197 d.C.)
Cuando yo me encontraba sumido en las tinieblas… me
parecía que según era en aquel momento mi modo de vida había de serme sumamente
difícil y duro lo que la misericordia divina me prometía para mi salvación, a
saber, poder renacer de nuevo y con el lavatorio del agua salvadora comenzar
una nueva vida, deshaciéndome de todo lo de antes y cambiar el modo de sentir y
de entender del hombre, aunque el cuerpo permaneciera el mismo. ¿Cómo puede ser
posible, me decía, una conversión tan grande, por la que de repente y en un
momento se despoje uno de aquellas cosas congénitas que han adquirido la solidez
de la misma naturaleza, o de aquellas cosas adquiridas desde largo tiempo y que
han arraigado y envejecido con los años? …Pero cuando la suciedad de mi vida
anterior fue lavada por medio del agua regeneradora, una luz de arriba se
derramó en mi pecho ya limpio y puro. Después que hube bebido del Espíritu
celeste, me encontré rejuvenecido con un segundo nacimiento y hecho un hombre
nuevo: de manera milagrosa desaparecieron de repente las dudas, se abrió la
cerrazón, se iluminaron las tinieblas, se hizo posible lo que antes parecía
imposible... Reconocí que mi anterior vida carnal y entregada al pecado era
cosa de la tierra, mientras que la que ya había empezado a vivir del Espíritu
Santo era cosa de Dios... El alabarse a si mismo es odiosa soberbia, pero no es
soberbia, sino agradecimiento, el proclamar lo que se atribuye, no al esfuerzo
del hombre, sino al don de Dios. (Cipriano - 250 d.C.)
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