Ahora bien, todo eso (el Antiguo Pacto) lo
invalidó el Señor, a fin de que la nueva ley de nuestro Señor Jesucristo, que
no está sometida al yugo de la necesidad, tenga una ofrenda no hecha por mano
de hombre. Y así dice de nuevo a ellos: ¿Acaso fui yo quien mandé a sus padres,
cuando salían de la tierra de Egipto, que me ofrecieran holocaustos y
sacrificios? ¿0 no fue más bien esto lo que les mandé, a saber: que ninguno de
ustedes guarde en su corazón rencor contra su hermano y que no amaran el falso
juramento? (Bernabé - 150 d.C.)
Todos los que defienden falsas teorías, y
movidos por la Ley de Moisés piensan que ésta es diferente y aun contraria a la
doctrina del Evangelio, no han puesto empeño en buscar los motivos de las
diferencias entre los dos Testamentos… Por nuestra parte, más adelante
trataremos sobre el motivo de la diferencia entre los dos Testamentos, y acerca
de la unidad y acuerdo entre ambos. (Ireneo - 180 d.C.)
«Sobre las vírgenes no tengo un precepto del
Señor; mas les doy un consejo, como quien ha conseguido la misericordia del
Señor, a fin de ser fiel» (1 Corintios 7:25). En cambio dice en otro verso:
«Que Satanás no les tiente por su incontinencia» (1 Corintios 7:5). Así pues,
si en el Nuevo Testamento notamos a los Apóstoles hacer ciertas concesiones por
motivo de la incontinencia de algunos, a fin de que no apostaten de Dios,
porque estando endurecidos podrían desesperar de la salvación, no les admire si
en el Antiguo el mismo Dios quiso hacer algo semejante por la costumbre del
pueblo… (Ireneo - 180 d.C.)
«El Señor me mandó en aquel momento enseñaros
estos preceptos y mandatos» (Deuteronomio 4:14). Por este motivo en el Nuevo
Testamento de la libertad abolió los mandamientos que les había dado como en
figura para el estado de servidumbre… (Ireneo - 180 d.C.)
En uno y otro Testamento se trata de la misma
justicia en el juicio de Dios; sólo se diferencian en que, en el primero, se
expresa en figura, de modo temporal y más limitado, y en el segundo de manera
real, verdadero, para siempre y con precisión; pues el fuego es eterno, y del
cielo se ha de revelar la cólera de Dios (Romanos 1:18) «lejos de la presencia
del Señor» (2 Tesalonicenses 1:9), como dice David: «El rostro del Señor se
vuelve a los que hacen el mal para borrar de la tierra su recuerdo» (Salmos
34[33]:17). El castigo será mayor para los que caen en su justicia… (Ireneo - 180
d.C.)
En el Nuevo Testamento creció la fe de los seres
humanos en Dios, al recibir al Hijo de Dios como un bien añadido a fin de que
el hombre participara de Dios. De modo semejante se incrementó la perfección de
la conducta humana, pues se nos manda abstenernos no sólo de las malas obras,
sino también de los malos pensamientos (Mateo 15:19), de las palabras ociosas,
de las expresiones vanas (Mateo 12:36) y de los discursos licenciosos (Efesios
5:4): de esta manera se amplió también el castigo de aquellos que no creen en
la Palabra de Dios, que desprecian su venida y se vuelven atrás, pues ya no
será temporal sino eterno. A tales personas el Señor dirá: «Apártense de mí,
malditos, al fuego eterno» (Mateo 25:41), y serán para siempre condenados. Pero
también dirá a otros: «Vengan, benditos de mi Padre, reciban en herencia el
reino preparado para ustedes desde siempre»… (Ireneo - 180 d.C.)
Todos los Apóstoles, en efecto, enseñaron que
los dos Testamentos corresponden a dos pueblos, mas uno solo y el mismo es Dios
que dispuso uno y otro para el bien de la humanidad, ya que dio el primer
Testamento a quienes empezaban a creer en Dios, como hemos demostrado en el
libro tercero a partir de la doctrina de los Apóstoles. Y no se dio este primer
Testamento en vano, ni sin una finalidad, ni al acaso; sino que sometió al
servicio de Dios a aquellos a quienes se les dio para su propio provecho, pues
Dios no necesita del servicio de los seres humanos. Además, se les dio como una
figura de los bienes celestiales, porque los seres humanos aún no eran capaces
de soportar a ojo desnudo la visión de las cosas divinas; también prefiguró las
realidades de la Iglesia, a fin de que se afirmase nuestra fe; pues llevaba en
sí la profecía de los bienes futuros, con el objeto de enseñar al género humano
que Dios conoce de antemano todas las cosas. .. (Ireneo - 180 d.C.)
En cambio, con la venida del Señor, un Nuevo
Testamento se extendió por toda la tierra, según habían dicho los profetas,
como una ley de vida que habría de reconciliar los pueblos en la paz: «Porque
de Sion saldrá la ley y de Jerusalén la Palabra del Señor. El juzgará a muchas
naciones, convertirá las espadas en arados y las lanzas en hoces, y ya no se
prepararán para la guerra» (Isaías 2:3-4)… (Ireneo - 180 d.C.)
El Antiguo Testamento no es «evangelio» (buena
nueva), porque no muestra al que había de venir, sino que lo anuncia; en
cambio, todo el Nuevo Testamento es evangelio, porque no sólo dice como al
comienzo del evangelio: «Aquí está el cordero de Dios, el que quita el pecado
del mundo» (Juan 1:29), sino que contiene diversas alabanzas y enseñanzas de
aquel por quien el Evangelio es evangelio… (Orígenes - 225 d.C.)
Así pues, antes del Evangelio que ha tenido lugar
con la venida de Cristo, ninguna de las cosas antiguas era el evangelio. Pero
el Evangelio que es la Nueva Alianza, nos ha arrancado de la letra aviejada y
ha hecho resplandecer con la luz del conocimiento el Espíritu nuevo que jamás
envejece, que es la novedad propia de la Nueva Alianza y que estaba depositada
en todas las Escrituras... (Orígenes - 225 d.C.)
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