viernes, 4 de septiembre de 2015

Muerte


Concepto y actitud de los cristianos hacia la muerte 

Siendo así que todas las cosas tienen un final, y estas dos —vida y muerte— están delante de nosotros, y cada uno debe ir a su propio lugar, puesto que sólo hay dos monedas, la una de Dios y la otra del mundo, y cada una tiene su propia estampa acuñada en ella, los no creyentes la marca del mundo, pero los fieles en amor la marca de Dios el Padre por medio de Jesucristo, si bien a menos que aceptemos libremente morir en su pasión por medio de Él, su vida no está en nosotros. (Ignacio - 50-100 d.C.)  

El se presentó a Pedro y su compañía, les dijo: Pongan las manos sobre mí y palpadme, y vean que no soy un demonio sin cuerpo. Y al punto ellos le tocaron, y creyeron, habiéndose unido a su carne y su sangre. Por lo cual ellos despreciaron la muerte, es más, fueron hallados superiores a la muerte. (Ignacio - 50-100 d.C.)  

Ustedes, matarnos, sí, pueden; pero dañarnos, no… (Justino Mártir - 160 d.C.) 

Ya que no fijamos nuestros pensamientos en el presente, no nos preocupamos cuando los hombres nos llevan a la muerte. De todos modos, el morir es una deuda que todos tenemos que pagar… (Justino Mártir - 160 d.C.)  

Por este motivo, al principio de la transgresión en Adán, como la Escritura narra, Dios no maldijo a Adán mismo, sino «la tierra que trabajarás» (Génesis 3:17). Como dijo uno de nuestros antecesores: «Dios echó la maldición sobre la tierra, a fin de que ésta no recaiga sobre el ser humano». Como castigo por su pecado, se impusieron al hombre los sufrimientos, el trabajo de la tierra, comer el pan con el sudor de su frente, y volver a la tierra de la que había sido sacado (Génesis 3:17-19). También a la mujer se le castigó con sufrimientos, trabajos, llanto y dolor en el parto, así como el sometimiento en cuanto debe estar bajo su marido (Génesis 3:16). Dios no quería ni que, por una parte, quedaran hundidos en la muerte; ni, por otra, si no eran castigados pudieran despreciar a Dios. (Ireneo - 180 d.C.)  

Por este motivo «lo echó del Paraíso» y los alejó «del árbol de la vida» (Génesis 3:23-24). No es que Dios sintiese celos por el árbol de la vida, como algunos se atreven a opinar; sino que fue acto de misericordia alejarlo para que no siguiese transgrediendo, a fin de que su pecado no estuviese en él para siempre como un mal insaciable y sin remedio. De este modo le impidió seguir transgrediendo el mandato, le impuso la muerte y marcó un límite al pecado al ponerle a él un término en la tierra mediante la disolución de la carne. De esta manera el hombre, al morir, dejaría de vivir para el pecado y comenzaría a vivir para Dios. (Ireneo - 180 d.C.)  

Porque morir consiste en perder la respiración y la fuerza vital, y convertirse en un ser inmóvil e inanimado, para retornar a aquellos elementos de los cuales al inicio sacó su substancia. Esto no puede sucederle al alma, que es el soplo de vida; ni al Espíritu, que no es compuesto sino simple, y así no puede disolverse, sino que, por el contrario, es él la vida de aquellos que de él participan. Lo único que queda, pues, es que la muerte se refiera a la carne. Esta, una vez que el alma se aparta, queda inanimada y sin respiración, y poco a poco se disuelve en la tierra de la que fue sacada. Esta, pues, es la mortal… (Ireneo - 180 d.C.)  

Mas, como Dios es veraz, y en cambio la serpiente es mentirosa, los efectos probaron que la muerte sería la consecuencia si ellos comían. Al mismo tiempo ellos gustaron del bocado y de la muerte; porque comieron por desobediencia, y la desobediencia produce la muerte. Por eso fueron ellos entregados a la muerte, pues se hicieron sus deudores… (Ireneo - 180 d.C.) 

Pero Dios hizo un gran beneficio al hombre al no dejar que permaneciera para siempre en el pecado. En cierta manera semejante a un destierro, lo arrojó del paraíso para que pagara en un plazo determinado la pena de su pecado y así educado fuera de nuevo llamado... Y todavía más: así como a un vaso, si después de modelado resulta con algún defecto, se le vuelve a amasar y a modelar para hacerlo de nuevo y entero, así sucede también al hombre con la muerte: se le rompe por la fuerza, para que salga íntegro en la resurrección, es decir, sin defecto, justo e inmortal... (Teófilo - 180 d.C.)  

(El cristiano) cuando ha de dejar esta morada y esta posesión y el uso de ella, sigue de buena gana al que le saca de esta vida, sin volverse jamás a mirar hacia atrás bajo ningún pretexto. Da gracias de verdad por la posada recibida, pero bendice el momento de salir de ella, pues anhela como su única mansión la celestial… (Clemente de Alejandría - 195 d.C.)  

…la muerte no es otra cosa que la separación del alma y del cuerpo, la vida, que es lo contrario de la muerte, no se puede definir más que como la unión del cuerpo y del alma. Si la separación de las dos sustancias se produce simultáneamente por la muerte, la ley de su unión nos obliga a pensar que la vida llega simultáneamente a las dos sustancias. Simultáneamente se une para la vida, lo que simultáneamente se separa en la muerte... (Tertuliano - 197 d.C.)  

Si morimos, cuando nos toque, entonces pasamos por la muerte a la inmortalidad, y no puede empezar la vida eterna hasta que no salgamos de ésta. No es ciertamente una salida, sino un paso y traslado a la eternidad, después de correr esta carrera temporal… (Cipriano - 250 d.C.)

 

 

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