miércoles, 2 de septiembre de 2015

Salvación


I. La salvación solamente por medio de Cristo 
 
«Tú escapaste… dijo ella, «porque pusiste en Dios todos tus cuidados, y abriste tu corazón al Señor, creyendo que puedes ser salvado sólo por medio de su Nombre grande y glorioso. (Hermas - 150 d.C.)  

« ¿Cómo es que la roca es antigua pero la puerta reciente?» «Escucha», me dijo, «y entiende, hombre insensato. El Hijo de Dios es más antiguo que toda su creación, de modo que fue el consejero del Padre en la obra de su creación. Por tanto, también El es antiguo.» «Pero la puerta, ¿por qué es reciente, señor?», le pregunté. «Porque», dijo él, «E Cristo fue manifestado en los últimos días de la consumación; por tanto, la puerta es hecha recientemente, para que los que son salvos puedan entrar por ella (por Cristo) en el reino de Dios. (Hermas - 150 d.C.)  

¿En quién era posible que nosotros, impíos y libertinos, fuéramos justificados, salvo en el Hijo de Dios? …Habiéndose, pues, en el tiempo antiguo demostrado la incapacidad de nuestra naturaleza para obtener vida, y habiéndose ahora revelado un Salvador poderoso para salvar incluso a las criaturas que no tienen capacidad para ello, Él quiso que, por las dos razones, nosotros creyéramos en su bondad y le consideráramos como cuidador, padre, maestro, consejero, médico, mente, luz, honor, gloria, fuerza y vida. (Diogneto - 125-200)  

II. El papel de la gracia y fe en la salvación  

Por su fe y su hospitalidad fue salvada Rahab la ramera. (Clemente de Roma - 30-100 d.C.)  

Dios (dice la Escritura) resiste al orgulloso y da gracia al humilde. Por tanto mantengámonos unidos a aquellos a quienes Dios da gracia. Vistámonos según corresponde, siendo humildes de corazón y templados, apartándonos de murmuraciones y habladurías ociosas, siendo justificados por las obras y no por las palabras. (Clemente de Roma - 30-100 d.C.)  

Todos ellos fueron, pues, glorificados y engrandecidos, no por causa de ellos mismos o de sus obras, o sus actos de justicia que hicieron, sino por medio de su voluntad. Y así nosotros, habiendo sido llamados por su voluntad en Cristo Jesús, no nos justificamos a nosotros mismos, o por medio de nuestra propia sabiduría o entendimiento o piedad u obras que hayamos hecho en santidad de corazón, sino por medio de la fe, por la cual el Dios Todopoderoso justifica a todos los hombres que han sido desde el principio; al cual sea la gloria para siempre jamás. Amén. (Clemente de Roma - 30-100 d.C.)  

Esforcémonos, pues, para que podamos ser hallados en el número de los que esperan pacientemente en Él, para que podamos ser partícipes de los dones prometidos. Pero, ¿cómo será esto, amados? Si nuestra mente está fija en Dios por medio de la fe; si buscamos las cosas que le son agradables y aceptables; si realizamos aquí las cosas que parecen bien a su voluntad infalible y seguimos el camino de la verdad, desprendiéndonos de toda injusticia, iniquidad, avaricia, contiendas, malignidades y engaños, maledicencias y murmuraciones, aborrecimiento a Dios, orgullo y arrogancia, vanagloria e inhospitalidad. Porque todos los que hacen estas cosas son aborrecidos por Dios. (Clemente de Roma - 30-100 d.C.)  

Por cuanto vosotros sabéis que es por gracia que somos salvos, no por obras, sino por la voluntad de Dios por medio de Jesucristo. (Policarpo - 135 d.C.) 

«Esta torre (La Iglesia) es sostenida por ellas, según orden del Señor. Oye ahora sus ocupaciones. La primera, la mujer de las manos fuertes, se llama Fe, por medio de la cual son salvados los elegidos de Dios. Y la segunda, la que está ceñida y tiene el aspecto enérgico de un hombre, se llama Continencia; es la hija de la Fe. Todo el que la sigue, pues, será feliz en su vida, porque se abstendrá de todo acto malo, creyendo que, si se abstiene de todo mal deseo, heredará la vida eterna.» (Hermas - 150 d.C.)  

Hemos sido enseñados. . . que si los hombres por sus obras se muestran dignos de su gracia, son tenidos por dignos de reinar con él en su reino, habiendo sido liberados de la corrupción y los sufrimientos… (Justino Mártir - 160 d.C.)  

…nosotros mismos no éramos capaces de salvarnos. Por eso Pablo describió de esta manera la debilidad del ser humano: «Sé que nada bueno habita en mi carne», para indicar que el bien de nuestra salvación viene de Dios y no de nosotros. Igualmente: « ¡Qué miserable soy! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?» (Ireneo - 180 d.C.)  

A este Hijo el Padre ha revelado para manifestarse a sí mismo por él, y para recibir en el eterno refrigerio a los justos que creen en él, pues creer en él significa hacer su voluntad… (Ireneo - 180 d.C.)  

Por todo lo anterior queda claro que Dios no les exigía sacrificios y holocaustos, sino la fe, la obediencia y la justicia para su salvación… (Ireneo - 180 d.C.) 

Así pues, por temor a cosa semejante, nosotros debemos mantener inalterada la Regla de la fe, y cumplir los mandamientos de Dios creyendo en Él, temiéndole como a Señor y amándole como a Padre… (Ireneo - 180 d.C.)  

Sigue que hay un solo don inmutable de salvación dado por un Dios, por medio de un Señor, pero ese don abarca muchos beneficios. Y otra vez: “Abraham no fue justificado por obras, sino por la fe (Romanos 4:3). Por eso, aunque hicieran buenas obras ahora, de nada les servirá después de la muerte, si no tienen fe… Una persona que no hace lo que Dios ha ordenado revela que realmente no tiene fe en Dios… (Clemente de Alejandría - 195 d.C.)  

No podemos justificarnos nosotros mismos. No por nuestra sabiduría, ni entendimiento, ni piedad, ni nuestras obras nacidas de la santidad del corazón. Sino por la fe por medio de la cual el Dios Todopoderoso ha justificado a todos los hombres desde el principio… (Clemente de Alejandría - 195 d.C.)  

Un hombre que trabaja solo para libertarse de sus deseos pecaminosos nada logra. Pero si él manifiesta su afán y su deseo ardiente de eso, lo alcanza por el poder de Dios. Dios colabora con los que anhelan su ayuda. Pero si pierden su anhelo, el Espíritu de Dios también se restringe. El salvar al que no tiene voluntad es un acto de obligación, pero el salvar al que sí tiene voluntad es un acto de gracia… (Clemente de Alejandría - 195 d.C.)  

Los gentiles, por la fe en Cristo, preparan para sí la vida eterna mediante las buenas obras… (Hipólito - 170-236 d.C.) 

“Veamos a otro pasaje: ‘Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia’ [Romanos 9:16]. Aquí Pablo no niega que los humanos tenemos que hacer algo. Sino alaba la bondad de Dios, quien lleva lo que se hace a su fin deseado. El sencillo deseo humano no basta para alcanzar el fin. Solo el correr no basta para que el atleta gane el premio. Tampoco basta para que los cristianos ganemos el premio que da Dios por Cristo Jesús. Estas cosas se llevan a cabo sólo con la ayuda de Dios.
“Como si hablara de la agricultura, Pablo dice: ‘Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo da Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento’ [1 Corintios 3:6-7]. Ahora pudiéramos decir con razón que la cosecha del agricultor no es trabajo sólo del agricultor. Tampoco es trabajo sólo del que riega. Al fin y al cabo, es trabajo de Dios. Así mismo, no es que no tengamos nada que hacer para que nos desarrollemos espiritualmente a la perfección. Mas, con todo, no es obra de sólo nosotros, porque Dios tiene una obra aun más grande que la nuestra. Así es en nuestra salvación. La parte que hace Dios es muchísimo mayor que la nuestra… (Justino Mártir - 160 d.C.)  

Lo que enseñaron los herejes en cuanto la gracia…  

Por eso quienes creían en Simón y Elena (los herejes) no debían preocuparse mucho de ellos ni poner en ellos su esperanza; sino, como hombres libres, podían hacer lo que quisieran; porque lo que salva a los hombres sería la gracia que él les concedía, y no las obras buenas. También enseñaba que no había obras buenas por naturaleza… (Ireneo - 180 d.C.)  

III. El papel de la obediencia en la salvación  

En cuanto esté en nuestra mano, meditemos el temor de Dios y luchemos por guardar sus mandamientos, a fin de regocijarnos en sus justificaciones… El Señor juzgará al mundo sin acepción de personas: Cada uno recibirá conforme obró. Si el hombre fue bueno, su justicia marchará delante de él; si fuere malvado, la paga de su maldad irá también delante de él. (Bernabé - 150 d.C.) 

Ahora bien, el camino de la luz es como sigue: Si alguno quiere andar su camino hacia el lugar determinado, apresúrese por medio de sus obras. (Bernabé - 150 d.C.)  

Sean discípulos de Dios, inquiriendo qué busca el Señor de ustedes, y obren de manera que sean hallados en el día del juicio. (Bernabé - 150 d.C.)  

Noé predicó el arrepentimiento, y los que le obedecieron se salvaron. Jonás predicó la destrucción para los hombres de Nínive; pero ellos, al arrepentirse de sus pecados, obtuvieron el perdón de Dios mediante sus súplicas y recibieron salvación, por más que eran extraños respecto a Dios. (Clemente de Roma - 30-100 d.C.)  

Estén atentos, pues, hermanos, para que sus beneficios, que son muchos, no se vuelvan en juicio contra nosotros, si no andamos como es digno de Él, y hacemos las cosas que son buenas y agradables a su vista, de buen grado. Veamos cuán cerca está, y que ninguno de nuestros pensamientos o planes que hacemos se le escapa. Por tanto, es bueno que no nos apartemos de su voluntad. (Clemente de Roma - 30-100 d.C.)  

Dios es bueno y grande y salva a todos los que andan en él en pureza de corazón y santidad. (Clemente de Roma - 30-100 d.C.)  

El buen obrero recibe el pan de su trabajo con confianza, pero el holgazán y descuidado no se atreve a mirar a su amo a la cara. Es, pues, necesario que seamos celosos en el bien obrar, porque de Él son todas las cosas; puesto que Él nos advierte de antemano, diciendo: He aquí, el Señor, y su recompensa viene con él; y su paga va delante de él, para recompensar a cada uno según su obra. (Clemente de Roma - 30-100 d.C.)  

Por tanto, no sólo le llamemos Señor, porque esto no nos salvará; porque Él dijo: No todo el que me llama Señor, Señor, será salvo, sino el que obra justicia. Así pues, hermanos, confesémosle en nuestras obras. (Segunda Clemente - 150 d.C.)  

Porque si hacemos la voluntad de Cristo hallaremos descanso; pero si no la hacemos, nada nos librará del castigo eterno si desobedecemos sus mandamientos. Y la escritura dice también en Ezequiel: Aunque Noé y Job y Daniel se levanten, no librarán a sus hijos de la cautividad. Pero si ni aun hombres tan justos como éstos no pueden con sus actos de justicia librar a sus hijos, ¿con qué confianza nosotros, si no mantenemos nuestro bautismo puro y sin tacha, entraremos en el reino de Dios? O ¿quién será nuestro abogado, a menos que se nos halle en posesión de obras santas y justas? (Segunda Clemente - 150 d.C.)  

Por lo tanto, hermanos, si hemos hecho la voluntad del Padre, y hemos mantenido pura la carne, y hemos guardado los mandamientos del Señor, recibiremos la vida eterna. Porque el Señor dice en el Evangelio: Si no han guardado lo que es pequeño, ¿quién les dará lo que es grande? Porque les digo que el que es fiel en lo poco, es fiel también en lo mucho. De modo que lo que Él quiere decir es: Mantengan la carne pura y el sello sin mácula, para que puedan recibir la vida. (Segunda Clemente - 150 d.C.)  

Ahora bien, el que le levantó a Él de los muertos nos levantará también a nosotros; si hacemos su voluntad y andamos en sus mandamientos… (Policarpo - 135 d.C.)  

Ay de aquellos que oyen estas palabras y son desobedientes; sería mejor para ellos que no hubieran nacido. (Hermas - 150 d.C.)  

«Tú vivirás», me dijo, «si guardas mis mandamientos y andas en ellos; y todo el que oye estos mandamientos y los guarda, vivirá ante Dios.» (Hermas - 150 d.C.)  

«Teme al Señor», me dijo, «y guarda sus mandamientos. Así que guardando los mandamientos de Dios serás poderoso en toda obra, y tus actos serán incomparables. Porque en tanto que temas al Señor, harás todas las cosas bien. Este es el temor con el cual deberías temer y ser salvo… teme al Señor, y no lo hagas. Pero si deseas hacer lo bueno, teme al Señor y hazlo. Por tanto, el temor del Señor es poderoso y grande y glorioso. Teme al Señor, pues, y vivirás para El; sí, y todos los que guardan sus mandamientos y le temen, vivirán para Dios.» « ¿Por qué, Señor», le pregunté, «has dicho con respecto a los que guardan sus mandamientos: "Vivirán para Dios"?» «Porque», me dijo, «toda criatura teme al Señor, pero no todos guardan sus mandamientos. Así pues, los que le temen y guardan sus mandamientos, tienen vida ante Dios; pero los que no guardan sus mandamientos no tienen vida en sí.» (Hermas - 150 d.C.)  

Pero ahora te digo: si no los guardas, sino que los descuidas, no tendrás salvación, ni tus hijos ni tu casa, puesto que ya has pronunciado juicio contra ti que estos mandamientos no pueden ser guardados por el hombre.» (Hermas - 150 d.C.)  

La vida es para todos los que guardan los mandamientos del Señor. Pero en los mandamientos no hay nada sobre los primeros lugares, ni sobre gloria de alguna clase, sino sobre paciencia y humildad en el hombre. (Hermas - 150 d.C.)  

Suplicamos que, puesto que hemos conocido la verdad, seamos en nuestras obras hombres de buena conducta, cumplidores de los mandamientos, y así alcancemos la salvación eterna. (Justino Mártir - 160 d.C.)  

Luego, ¿eres amigo de la idea y no de la acción y de la verdad? ¿Cómo no tratas de ser más bien un hombre práctico y no sofista? (Justino Mártir - 160 d.C.)  

Las que obedecen a la sabiduría, atraen a sí mismas el espíritu que les es congénito; pero las que no obedecen y rechazan al que es servidor del Dios que ha subido, lejos de mostrarse como religiosas se muestran más bien como almas que hacen la guerra a Dios. (Taciano - 160 d.C.)  

Y como la Ley desde antaño había enseñado a los seres humanos que debían seguir a Cristo, éste lo aclaró a aquel que le preguntaba qué debía hacer para heredar la vida, respondiendo: «Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos». (Ireneo - 180 d.C.)  

Todos esos mandatos no contradicen ni anulan los antiguos, como andan vociferando los marcionitas; sino que los amplían y perfeccionan, como él dijo: «Si su justicia no fuese mejor que la de los escribas y fariseos, no entrarán en el reino de los cielos» (Mateo 5:20). ¿Qué significaba mejor? En primer lugar, no creer sólo en el Padre, sino también en el Hijo que ya se había manifestado: pues éste es el que conduce al ser humano a la comunión y unidad con Dios. En segundo lugar, no sólo decir, sino actuar -pues ellos decían y no hacían (Mateo 23:3), y no sólo abstenerse de obrar mal, sino también de desearlo… (Ireneo - 180 d.C.)  

Ni nos mandó seguirlo porque necesitase de nuestro servicio, sino para procurarnos a nosotros mismos la salvación. Porque seguir al Salvador es lo mismo que participar de la salvación, así como seguir la luz es recibirla. Pues los que están en la luz no la iluminan, sino que ella los ilumina y los hace resplandecer; no le dan nada a ella, sino que reciben de la luz el beneficio de estar iluminados. De modo semejante, quien sirve al Señor nada le añade, ni a Dios le hace falta el servicio humano. Sino que El concede la vida, la incorrupción y la vida eterna a quienes le siguen y le sirven… (Ireneo - 180 d.C.) 

Y así como el hombre desobedeciendo se atrajo para sí la muerte, así obedeciendo a la voluntad de Dios puede el que quiera ganar para sí la vida eterna. Porque Dios nos ha dado una ley y unos mandamientos santos, y todo el que los cumpla puede salvarse y, alcanzada la resurrección, obtener como herencia la incorrupción. (Teófilo - 180 d.C.)  

El Verbo, habiendo revelado la verdad, ilumina para los hombres la cumbre de la salvación, para que arrepintiéndose sean salvos, o rehusando obedecer sean condenados. Esta es la proclamación de la justicia: para aquellos que obedecen, regocijo; pero para aquellos que desobedecen, condenación… (Clemente de Alejandría - 195 d.C.)  

Quien obtiene [la verdad] y se distingue en las buenas obras. . . ganará el premio de la vida eterna… Algunas personas entienden correcta y adecuadamente que [Dios provee el poder necesario], pero menospreciando la importancia de las obras que conducen a la salvación, dejan de hacer los preparativos necesarios para alcanzar la meta de su esperanza… (Clemente de Alejandría - 195 d.C.)  

El alma será recompensada de acuerdo a lo que merece. O será destinada a obtener la herencia de la dicha y la vida eterna, si es que sus obras hayan ganado ese premio, o será entregada al fuego y los castigos eternos, si la culpa de sus delitos le hayan condenado a eso… Orígenes (225 d.C.)  

IV. Los violentos que arrebatan el reino  

Por eso el Señor dice que el reino de los cielos es de los violentos: «Los violentos lo arrebatan» (Mateo 11:12), quiere decir aquellos que se esfuerzan, luchan y continuamente están alerta: éstos lo arrebatan. Por eso el Apóstol Pablo escribió a los corintios: « ¿No saben que en el estadio son muchos los que corren, pero sólo uno recibe el premio? Corred de modo que lo alcancéis. Todo aquel que compite se priva de todo, y eso para recibir una corona corruptible, en cambio nosotros por una incorruptible. Yo corro de esta manera, y no al acaso; yo no lucho como quien apunta al aire; sino que mortifico mi cuerpo y lo someto al servicio, no vaya a suceder que, predicando a otros, yo mismo me condene» (1 Corintios 9:24-27). Siendo un buen atleta, nos exhorta a competir por la corona de la incorrupción; y a que valoremos esa corona que adquirimos con la lucha, sin que nos caiga desde afuera. Cuanto más luchamos por algo, nos parece tanto más valioso; y cuanto más valioso, más lo amamos. Pues no amamos de igual manera lo que nos viene de modo automático, que aquello que hemos construido con mucho esfuerzo. Y como lo más valioso que podía sucedernos es amar a Dios, por eso el Señor enseñó y el Apóstol transmitió que debemos conseguirlo luchando por ello. (Ireneo - 180 d.C.)  

Los herejes nos presentan la cuestión de si Adán fue creado perfecto o imperfecto. Porque si lo fue imperfecto, ¿cómo puede ser imperfecta la obra de un Dios perfecto, y más aún tratándose del hombre? Pero si era perfecto, ¿cómo traspasó el mandato? Nuestra respuesta es que no fue creado perfecto en su constitución, pero si dispuesto para recibir la perfección. Hay cierta diferencia entre tener capacidad para la virtud y poseerla. Dios quiere que nos salvemos por nosotros mismos, pues ésta es la naturaleza del alma, la de poder moverse por sí misma… todos, como he dicho, están hechos para alcanzar la virtud. Lo que sucede es que unos se entregan más, y otros menos al aprendizaje y a la práctica de la misma. (Clemente de Alejandría - 195 d.C.)  

V. Como predicaban la salvación  

Existen dos caminos, entre los cuales, hay gran diferencia; el que conduce a la vida y el que lleva a la muerte. He aquí el camino de la vida: en primer lugar, Amarás a Dios que te ha creado; y en segundo lugar, amarás a tu prójimo como a ti mismo; es decir, que no harás a otro, lo que no quisieras que se hiciera contigo. He aquí la doctrina contenida en estas palabras: Bendecid a los que os maldicen, rogad por vuestros enemigos, ayunad para los que os persiguen. Si aman a los que los aman, ¿qué gratitud merecerán? Lo mismo hacen los paganos. Al contrario, amen a los que los odian, y no tendrán ya enemigos. Absténganse de los deseos carnales y mundanos. Si alguien te abofeteare en la mejilla derecha, vuélvele también la otra, y entonces serás perfecto. Si alguien te pidiere que le acompañes una milla, ve con él dos. Si alguien quisiere tomar tu capa, déjale también la túnica. Si alguno se apropia de algo que te pertenezca, no se lo vuelvas a pedir, porque no puedes hacerlo. Debes dar a cualquiera que te pida, y no reclamar nada, puesto que el Padre quiere que los bienes recibidos de su propia gracia, sean distribuidos entre todos… He aquí el segundo precepto de la Doctrina: No matarás; no cometerás adulterio; no prostituirás a los niños, ni los inducirás al vicio; no robarás; no te entregarás a la magia, ni a la brujería; no harás abortar a la criatura engendrada en la orgía, y después de nacida no la harás morir. No desearás los bienes de tu prójimo, ni perjurarás, ni dirás falso testimonio; no serás maldiciente, ni rencoroso; no usarás de doblez ni en tus palabras, ni en tus pensamientos, puesto que la falsía es un lazo de muerte. Que tus palabras, no sean ni vanas, ni mentirosas. No seas raptor, ni hipócrita, ni malicioso, ni dado al orgullo, ni a la concupiscencia. No prestes atención a lo que se diga de tu prójimo. No aborrezcas a nadie; reprende a unos, ora por los otros, y a los demás, guíales con más solicitud que a tu propia alma. Ni tengas celos, ni seas pendenciero, ni irascible; porque todas estas pasiones engendran los homicidios. Hijo mío, no te dejes inducir por la concupiscencia, porque lleva a la fornicación. Evita las palabras deshonestas y las miradas provocativas, puesto que de ambos proceden los adulterios. Hijo mío, no consultes a los agoreros, puesto que conducen a la idolatría. Hijo mío, no seas mentiroso, porque la mentira lleva al robo; ni seas avaro, ni ames la vanagloria, porque todas estas pasiones incitan al robo. Hijo mío, no murmures, porque la murmuración lleva a la blasfemia; ni seas altanero ni malévolo, porque de ambos pecados nacen las blasfemias. Sé humilde, porque los humildes heredarán la tierra. Sé magnánimo y misericordioso, sin malicia, pacífico y bueno, poniendo en práctica las enseñanzas que has recibido. No te enorgullezcas, ni dejes que la presunción se apodere de tu alma. No te acompañes con los orgullosos, sino con los justos y los humildes. Acepta con gratitud las pruebas que sobrevinieren, recordando que nada nos sucede sin la voluntad de Dios. (Didaché - 80-140 d.C.)  

Dos caminos hay de doctrina y de potestad, el camino de la luz y el camino de las tinieblas. Ahora bien, el camino de la luz es como sigue: Si alguno quiere andar su camino hacia el lugar determinado, apresúrese por medio de sus obras. Ahora bien, el conocimiento que nos ha sido dado para caminar en él es el siguiente: Amarás a Aquel que te creó, temerás al que te formó, glorificarás al que te redimió de la muerte. Serás sencillo de corazón y rico de espíritu. No te juntarás con los que andan por el camino de la muerte, aborrecerás todo lo que no es agradable a Dios, odiarás toda hipocresía, no abandonarás los mandamientos del Señor. No te exaltarás a ti mismo, sino que serás humilde en todo. No te arrogarás a ti mismo la gloria. No tomarás mal consejo contra tu prójimo. No consentirás a tu alma la temeridad. No fornicarás, no cometerás adulterio, no corromperás a los jóvenes. Cuando hables la Palabra de Dios, que no salga de tu boca con la impureza de algunos. No mirarás la persona para reprender a cualquiera de su pecado. Serás manso, serás tranquilo, serás temeroso de las palabras que has oído. No le guardarás rencor a tu hermano… (Bernabé - 150 d.C.)  

Por tanto, no sólo le llamemos Señor, porque esto no nos salvará; porque Él dijo: No todo el que me llama Señor, Señor, será salvo, sino el que obra justicia. Así pues, hermanos, confesémosle en nuestras obras, amándonos unos a otros, no cometiendo adulterio, no diciendo mal el uno del otro, y no teniendo celos, sino siendo templados, misericordiosos y bondadosos. Y teniendo sentimientos amistosos los unos hacia los otros, y no siendo codiciosos. Con estas obras le hemos de confesar, y no con otras. Y no hemos de tener temor de los hombres, sino de Dios. Por esta causa, si hacéis estas cosas, el Señor dice: Aunque estén unidos a mí en mi propio seno, si no hacen mis mandamientos, yo les echaré y les diré: Apártense de mí, no sé de dónde son, obradores de iniquidad. (Segunda Clemente - 150 d.C.)  

VI. ¿Es posible perder la salvación?  

Velen por su vida; procurando que estén ceñidos sus lomos y sus lámparas encendidas, y estén dispuestos, porque no saben la hora en que vendrá el Señor. Reúnanse a menudo para buscar lo que convenga a vuestras almas, porque de nada les servirá el tiempo que han profesado la fe, si no fueren hallados perfectos el último día. (Didaché - 80-140 d.C.)  

Por lo cual, aun me congratulo más a mi mismo con la esperanza de salvarme, pues verdaderamente contemplo entre ustedes cómo el Señor, que es rico en caridad, ha derramado su Espíritu sobre ustedes. (Bernabé - 150 d.C.)  

Debemos, entonces, hermanos, andar con toda diligencia en lo que atañe a nuestra salvación, no sea que el maligno, logrando infiltrársenos por el error, nos arroje, como la piedra de una honda, lejos de nuestra vida. (Bernabé - 150 d.C.)  

Por lo tanto, atendamos a los últimos días, pues de nada nos servirá todo el tiempo de nuestra fe, si ahora, en el tiempo inicuo y en los escándalos que están por venir, no resistimos como conviene a hijos de Dios, a fin de que el Negro no se nos infiltre. (Bernabé - 150 d.C.)  

El Señor juzgará al mundo sin acepción de personas: Cada uno recibirá conforme obró. Si el hombre fue bueno, su justicia marchará delante de él; si fuere malvado, la paga de su maldad irá también delante de él. Recordémoslo, no sea que, echándonos a descansar como llamados, nos durmamos en nuestros pecados, y el príncipe malo, tomando poder sobre nosotros, nos empuje lejos del reino del Señor. Además, hermanos míos, considerad este punto: cuando estáis viendo que, después de tantos signos y prodigios sucedidos en medio de Israel y que, sin embargo, han sido de este modo abandonados, andemos alerta, no sea que, como está escrito, nos encontremos muchos llamados y pocos escogidos. (Bernabé - 150 d.C.)  

Por su hospitalidad y piedad Lot fue salvado de Sodoma, cuando todo el país de los alrededores fue juzgado por medio de fuego y azufre; el Señor con ello anunció que no abandona a los que han puesto su esperanza en Él, y que destina a castigo y tormento a los que se desvían. (Clemente de Roma - 30-100 d.C.)  

Por esta causa, si hacen estas cosas, el Señor dice: Aunque estéis unidos a mí en mi propio seno, si no hacen mis mandamientos, yo les echaré y les diré: Apártense de mí, no sé de dónde son, obradores de iniquidad. (Segunda Clemente - 150 d.C.)  

La escritura dice también en Ezequiel: Aunque Noé y Job y Daniel se levanten, no librarán a sus hijos de la cautividad. Pero si ni aun hombres tan justos como éstos no pueden con sus actos de justicia librar a sus hijos, ¿con qué confianza nosotros, si no mantenemos nuestro bautismo puro y sin tacha, entraremos en el reino de Dios? O ¿quién será nuestro abogado, a menos que se nos halle en posesión de obras santas y justas? (Segunda Clemente - 150 d.C.)  

Porque yo también, siendo un pecador extremo y aún no libre de la tentación, sino en medio de las añagazas del diablo, procuro con diligencia seguir la justicia, para poder prevalecer consiguiendo llegar por lo menos cerca de ella, en tanto que temo el juicio venidero. (Segunda Clemente - 150 d.C.)  

El árbol es manifestado por su fruto; así también los que profesan ser de Cristo se manifiestan por medio de sus acciones. Porque la Obra no es una cuestión de profesar ahora, sino que se ve cuando uno es hallado (continuando) en el poder de la fe hasta el fin. (Ignacio - 50-100)  

Y rueguen, también, ustedes por mí, que tengo necesidad de su amor en la misericordia de Dios, para que me sea concedida la suerte que ansío alcanzar, a fin de que no sea hallado reprobado. (Ignacio - 50-100 d.C.)  

Porque el Señor juró por su propia gloria, con respecto a sus elegidos: que si, ahora que se ha puesto este día como límite, se comete pecado, después no habrá para ellos salvación; porque el arrepentimiento para los justos tiene un fin; los días del arrepentimiento se han cumplido para todos los santos; en tanto que para los gentiles hay arrepentimiento hasta el último día. (Hermas - 150 d.C.)  

…éstos son los que han creído, pero por razón de su corazón indeciso han abandonado el verdadero camino. (Hermas - 150 d.C.)  

«Si después de este llamamiento grande y santo, alguno, siendo tentado por el diablo, comete pecado, sólo tiene una (oportunidad de) arrepentirse. Pero si peca nuevamente y se arrepiente, el arrepentimiento no le aprovechará para nada; porque vivirá con dificultad.» Yo le dije: «He sido vivificado cuando he oído estas cosas de modo tan preciso. Porque sé que, si no añado a mis pecados, seré salvo.» «Serás salvo», me dijo, «tú y todos cuantos hagan todas estas cosas.» (Hermas - 150 d.C.)  

Y él me dijo: «Aparta de ti todo ánimo indeciso y no dudes en absoluto de si has de hacer suplicar a Dios, diciéndote a ti mismo: "¿Cómo puedo pedir una cosa del Señor y recibirla siendo así que he cometido tantos pecados contra Él?" No razones de esta manera, sino vuélvete al Señor de todo corazón, y no le pidas nada vacilando, y conocerás su gran compasión, pues Él, sin duda, no te abandonará, sino que cumplirá la petición de tu alma. Porque Dios no es como los hombres que guardan rencores… (Hermas - 150 d.C.)  

…no aflijas al Espíritu Santo que mora en ti, para que no suceda que interceda a Dios [contra ti] y se aparte de ti. (Hermas - 150 d.C.)  

[Porque] si tú contaminas tu carne, contaminarás al Espíritu Santo también; pero si contaminas la carne, no vivirás.» «Pero, señor», dije yo, «si ha habido alguna ignorancia en tiempos pasados, antes de haber oído estas palabras, ¿cómo será salvado un hombre que ha contaminado su carne?» «Sólo Dios tiene poder de sanar los antiguos hechos de ignorancia», dijo él, «porque toda autoridad es suya. [Pero ahora guárdate, y el Señor Todopoderoso, que está lleno de compasión, dará curación para los antiguos hechos de ignorancia] si a partir de ahora no contaminas tu carne ni el Espíritu; porque ambos comparten en común, y el uno no puede ser contaminado sin el otro. Por tanto, mantente puro, y vivirás para Dios.» (Hermas - 150 d.C.)  

«Escucha», me dijo; «las ovejas que viste contentas y juguetonas, son las que se han apartado de Dios por completo, y se han entregado a sus propios deleites y deseos de este mundo. En ellas, pues, no hay arrepentimiento para vida. (Hermas - 150 d.C.)  

Pese a todo, éstos también, cuando oyeron mis mandamientos, siendo buenos, se purificaron a sí mismos y se arrepintieron rápidamente. Tienen, por tanto, su habitación dentro de la torre. Pero si alguno vuelve otra vez a la disensión, será echado fuera de la torre y perderá su vida. (Hermas - 150 d.C.)  

… hemos de temer, no sea que después de conocer a Cristo hagamos lo que no agrada a Dios, y en consecuencia no se nos perdonen ya nuestros pecados, sino que se nos excluya de su Reino. Pablo dijo a este propósito: «Si no perdonó las ramas naturales, él quizá tampoco te perdone, pues eres olivo silvestre injertado en las ramas del olivo y recibes de su savia» (Romanos 11:17-21). (Ireneo - 180 d.C.)  

De modo semejante quienes no obedecen a Dios y reniegan de él, dejan de ser sus hijos… (Ireneo - 180 d.C.)  

Cristo no volverá a morir por aquellos que cometen pecado, pues la muerte no se enseñorea más de él… Por eso no debemos jactarnos… Pero sí debemos cuidarnos, para que no dejemos de alcanzar el perdón de pecados y seamos excluidos de su reino. Esto pudiera sucedernos, aunque hubiéramos llegado a conocer a Cristo, si hiciéramos lo que a Dios no le agrada… (Ireneo - 180 d.C.) 

Nadie ha de hacerse malo porque Dios sea bueno, ni piense que cuantas veces es perdonado, tantas puedes pecar. Porque habrá un límite para el perdón, mientras que no habrá un límite en el pecar… (Tertuliano - 197 d.C.) 

Pero Dios, que preveía todos estos venenos, aun cuando hubiere quedado ya cerrada la puerta del perdón con el cerrojo del bautismo, quiso que quedara todavía algún camino abierto: y así dejó en el vestíbulo la puerta de la segunda penitencia, que pudiera abrirse para los que llaman a ella: pero ésta se abre ya una sola vez, pues es ya la segunda puerta. Después ya no podrá ser abierta de nuevo, si una vez hubiere sido abierta en vano… (Tertuliano - 197 d.C.)  

Está escrito: ‘El que persevere hasta el fin, éste será salvo’ [Mateo 10:22]. Lo que precede el fin no es más que un paso en la subida a la cumbre de la salvación. No es el fin de la carrera lo cual nos gana el resultado final de la subida… (Cipriano - 250 d.C.)  

VII. Confesando a Cristo como salvador  

Sí, El mismo dijo: Al que me confesare, yo también le confesaré delante del Padre. Esta es, pues, nuestra recompensa si verdaderamente confesamos a Aquel por medio del cual hemos sido salvados. Pero, ¿cuándo le confesamos? Cuando hacemos lo que Él dijo y no somos desobedientes a sus mandamientos, y no sólo le honramos con nuestros labios, sino con todo nuestro corazón y con toda nuestra mente. Por tanto, no sólo le llamemos Señor, porque esto no nos salvará; porque Él dijo: No todo el que me llama Señor, Señor, será salvo, sino el que obra justicia. Así pues, hermanos, confesémosle en nuestras obras, amándonos unos a otros, no cometiendo adulterio, no diciendo mal el uno del otro, y no teniendo celos, sino siendo templados, misericordiosos y bondadosos. Y teniendo sentimientos amistosos los unos hacia los otros, y no siendo codiciosos. Con estas obras le hemos de confesar, y no con otras. (Segunda Clemente - 150 d.C.)  

[Por lo tanto] si tú llevas el Nombre (de Cristo), y no llevas su poder, llevarás el Nombre sin ningún resultado. (Hermas - 150 d.C.)  

Luego, ¿eres amigo de la idea y no de la acción y de la verdad? ¿Cómo no tratas de ser más bien un hombre práctico y no sofista? (Justino Mártir - 160 d.C.)

 

 

 

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