I. La salvación solamente por medio de Cristo
«Tú escapaste… dijo ella, «porque pusiste en Dios todos tus
cuidados, y abriste tu corazón al Señor, creyendo que puedes ser salvado sólo
por medio de su Nombre grande y glorioso. (Hermas - 150 d.C.)
« ¿Cómo es que la roca es antigua pero la puerta reciente?»
«Escucha», me dijo, «y entiende, hombre insensato. El Hijo de Dios es más
antiguo que toda su creación, de modo que fue el consejero del Padre en la obra
de su creación. Por tanto, también El es antiguo.» «Pero la puerta, ¿por qué es
reciente, señor?», le pregunté. «Porque», dijo él, «E Cristo fue manifestado en
los últimos días de la consumación; por tanto, la puerta es hecha
recientemente, para que los que son salvos puedan entrar por ella (por Cristo)
en el reino de Dios. (Hermas - 150 d.C.)
¿En quién era posible que nosotros, impíos y libertinos, fuéramos
justificados, salvo en el Hijo de Dios? …Habiéndose, pues, en el tiempo antiguo
demostrado la incapacidad de nuestra naturaleza para obtener vida, y habiéndose
ahora revelado un Salvador poderoso para salvar incluso a las criaturas que no
tienen capacidad para ello, Él quiso que, por las dos razones, nosotros
creyéramos en su bondad y le consideráramos como cuidador, padre, maestro,
consejero, médico, mente, luz, honor, gloria, fuerza y vida. (Diogneto - 125-200)
II. El papel de la gracia y fe en la salvación
Por su fe y su hospitalidad fue salvada Rahab la ramera. (Clemente
de Roma - 30-100 d.C.)
Dios (dice la Escritura) resiste al orgulloso y da gracia al
humilde. Por tanto mantengámonos unidos a aquellos a quienes Dios da gracia.
Vistámonos según corresponde, siendo humildes de corazón y templados,
apartándonos de murmuraciones y habladurías ociosas, siendo justificados por
las obras y no por las palabras. (Clemente de Roma - 30-100 d.C.)
Todos ellos fueron, pues, glorificados y engrandecidos, no por
causa de ellos mismos o de sus obras, o sus actos de justicia que hicieron,
sino por medio de su voluntad. Y así nosotros, habiendo sido llamados por su
voluntad en Cristo Jesús, no nos justificamos a nosotros mismos, o por medio de
nuestra propia sabiduría o entendimiento o piedad u obras que hayamos hecho en
santidad de corazón, sino por medio de la fe, por la cual el Dios Todopoderoso
justifica a todos los hombres que han sido desde el principio; al cual sea la
gloria para siempre jamás. Amén. (Clemente de Roma - 30-100 d.C.)
Esforcémonos, pues, para que podamos ser hallados en el número de
los que esperan pacientemente en Él, para que podamos ser partícipes de los
dones prometidos. Pero, ¿cómo será esto, amados? Si nuestra mente está fija en
Dios por medio de la fe; si buscamos las cosas que le son agradables y
aceptables; si realizamos aquí las cosas que parecen bien a su voluntad
infalible y seguimos el camino de la verdad, desprendiéndonos de toda
injusticia, iniquidad, avaricia, contiendas, malignidades y engaños,
maledicencias y murmuraciones, aborrecimiento a Dios, orgullo y arrogancia,
vanagloria e inhospitalidad. Porque todos los que hacen estas cosas son
aborrecidos por Dios. (Clemente de Roma - 30-100 d.C.)
Por cuanto vosotros sabéis que es por gracia que somos salvos, no
por obras, sino por la voluntad de Dios por medio de Jesucristo. (Policarpo - 135
d.C.)
«Esta torre (La Iglesia) es sostenida por ellas, según orden del
Señor. Oye ahora sus ocupaciones. La primera, la mujer de las manos fuertes, se
llama Fe, por medio de la cual son salvados los elegidos de Dios. Y la segunda,
la que está ceñida y tiene el aspecto enérgico de un hombre, se llama
Continencia; es la hija de la Fe. Todo el que la sigue, pues, será feliz en su
vida, porque se abstendrá de todo acto malo, creyendo que, si se abstiene de
todo mal deseo, heredará la vida eterna.» (Hermas - 150 d.C.)
Hemos sido enseñados. . . que si los hombres por sus obras se
muestran dignos de su gracia, son tenidos por dignos de reinar con él en su
reino, habiendo sido liberados de la corrupción y los sufrimientos… (Justino
Mártir - 160 d.C.)
…nosotros mismos no éramos capaces de salvarnos. Por eso Pablo
describió de esta manera la debilidad del ser humano: «Sé que nada bueno habita
en mi carne», para indicar que el bien de nuestra salvación viene de Dios y no
de nosotros. Igualmente: « ¡Qué miserable soy! ¿Quién me librará de este cuerpo
de muerte?» (Ireneo - 180 d.C.)
A este Hijo el Padre ha revelado para manifestarse a sí mismo por
él, y para recibir en el eterno refrigerio a los justos que creen en él, pues
creer en él significa hacer su voluntad… (Ireneo - 180 d.C.)
Por todo lo anterior queda claro que Dios no les exigía
sacrificios y holocaustos, sino la fe, la obediencia y la justicia para su
salvación… (Ireneo - 180 d.C.)
Así pues, por temor a cosa semejante, nosotros debemos mantener
inalterada la Regla de la fe, y cumplir los mandamientos de Dios creyendo en
Él, temiéndole como a Señor y amándole como a Padre… (Ireneo - 180 d.C.)
Sigue que hay un solo don inmutable de salvación dado por un Dios,
por medio de un Señor, pero ese don abarca muchos beneficios. Y otra vez:
“Abraham no fue justificado por obras, sino por la fe (Romanos 4:3). Por eso,
aunque hicieran buenas obras ahora, de nada les servirá después de la muerte,
si no tienen fe… Una persona que no hace lo que Dios ha ordenado revela que realmente
no tiene fe en Dios… (Clemente de Alejandría - 195 d.C.)
No podemos justificarnos nosotros mismos. No por nuestra
sabiduría, ni entendimiento, ni piedad, ni nuestras obras nacidas de la
santidad del corazón. Sino por la fe por medio de la cual el Dios Todopoderoso
ha justificado a todos los hombres desde el principio… (Clemente de Alejandría
- 195 d.C.)
Un hombre que trabaja solo para libertarse de sus deseos
pecaminosos nada logra. Pero si él manifiesta su afán y su deseo ardiente de
eso, lo alcanza por el poder de Dios. Dios colabora con los que anhelan su
ayuda. Pero si pierden su anhelo, el Espíritu de Dios también se restringe. El
salvar al que no tiene voluntad es un acto de obligación, pero el salvar al que
sí tiene voluntad es un acto de gracia… (Clemente de Alejandría - 195 d.C.)
Los gentiles, por la fe en Cristo, preparan para sí la vida eterna
mediante las buenas obras… (Hipólito - 170-236 d.C.)
“Veamos a otro pasaje: ‘Así que no depende del que quiere, ni del
que corre, sino de Dios que tiene misericordia’ [Romanos 9:16]. Aquí Pablo no
niega que los humanos tenemos que hacer algo. Sino alaba la bondad de Dios,
quien lleva lo que se hace a su fin deseado. El sencillo deseo humano no basta
para alcanzar el fin. Solo el correr no basta para que el atleta gane el
premio. Tampoco basta para que los cristianos ganemos el premio que da Dios por
Cristo Jesús. Estas cosas se llevan a cabo sólo con la ayuda de Dios.
“Como si hablara de la agricultura, Pablo dice: ‘Yo planté, Apolos
regó; pero el crecimiento lo da Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el
que riega, sino Dios, que da el crecimiento’ [1 Corintios 3:6-7]. Ahora
pudiéramos decir con razón que la cosecha del agricultor no es trabajo sólo del
agricultor. Tampoco es trabajo sólo del que riega. Al fin y al cabo, es trabajo
de Dios. Así mismo, no es que no tengamos nada que hacer para que nos
desarrollemos espiritualmente a la perfección. Mas, con todo, no es obra de
sólo nosotros, porque Dios tiene una obra aun más grande que la nuestra. Así es
en nuestra salvación. La parte que hace Dios es muchísimo mayor que la nuestra…
(Justino Mártir - 160 d.C.)
Lo que enseñaron los herejes en cuanto la
gracia…
Por eso quienes creían en Simón y Elena (los herejes) no debían
preocuparse mucho de ellos ni poner en ellos su esperanza; sino, como hombres
libres, podían hacer lo que quisieran; porque lo que salva a los hombres sería
la gracia que él les concedía, y no las obras buenas. También enseñaba que no
había obras buenas por naturaleza… (Ireneo - 180 d.C.)
III. El papel de la obediencia en la salvación
En cuanto esté en nuestra mano, meditemos el temor de Dios y
luchemos por guardar sus mandamientos, a fin de regocijarnos en sus
justificaciones… El Señor juzgará al mundo sin acepción de personas: Cada uno
recibirá conforme obró. Si el hombre fue bueno, su justicia marchará delante de
él; si fuere malvado, la paga de su maldad irá también delante de él. (Bernabé
- 150 d.C.)
Ahora bien, el camino de la luz es como sigue: Si alguno quiere
andar su camino hacia el lugar determinado, apresúrese por medio de sus obras. (Bernabé
- 150 d.C.)
Sean discípulos de Dios, inquiriendo qué busca el Señor de
ustedes, y obren de manera que sean hallados en el día del juicio. (Bernabé -
150 d.C.)
Noé predicó el arrepentimiento, y los que le obedecieron se
salvaron. Jonás predicó la destrucción para los hombres de Nínive; pero ellos,
al arrepentirse de sus pecados, obtuvieron el perdón de Dios mediante sus
súplicas y recibieron salvación, por más que eran extraños respecto a Dios. (Clemente
de Roma - 30-100 d.C.)
Estén atentos, pues, hermanos, para que sus beneficios, que son
muchos, no se vuelvan en juicio contra nosotros, si no andamos como es digno de
Él, y hacemos las cosas que son buenas y agradables a su vista, de buen grado.
Veamos cuán cerca está, y que ninguno de nuestros pensamientos o planes que
hacemos se le escapa. Por tanto, es bueno que no nos apartemos de su voluntad. (Clemente
de Roma - 30-100 d.C.)
Dios es bueno y grande y salva a todos los que andan en él en
pureza de corazón y santidad. (Clemente de Roma - 30-100 d.C.)
El buen obrero recibe el pan de su trabajo con confianza, pero el
holgazán y descuidado no se atreve a mirar a su amo a la cara. Es, pues,
necesario que seamos celosos en el bien obrar, porque de Él son todas las
cosas; puesto que Él nos advierte de antemano, diciendo: He aquí, el Señor, y
su recompensa viene con él; y su paga va delante de él, para recompensar a cada
uno según su obra. (Clemente de Roma - 30-100 d.C.)
Por tanto, no sólo le llamemos Señor, porque esto no nos salvará;
porque Él dijo: No todo el que me llama Señor, Señor, será salvo, sino el que
obra justicia. Así pues, hermanos, confesémosle en nuestras obras. (Segunda
Clemente - 150 d.C.)
Porque si hacemos la voluntad de Cristo hallaremos descanso; pero
si no la hacemos, nada nos librará del castigo eterno si desobedecemos sus
mandamientos. Y la escritura dice también en Ezequiel: Aunque Noé y Job y
Daniel se levanten, no librarán a sus hijos de la cautividad. Pero si ni aun
hombres tan justos como éstos no pueden con sus actos de justicia librar a sus
hijos, ¿con qué confianza nosotros, si no mantenemos nuestro bautismo puro y
sin tacha, entraremos en el reino de Dios? O ¿quién será nuestro abogado, a
menos que se nos halle en posesión de obras santas y justas? (Segunda Clemente
- 150 d.C.)
Por lo tanto, hermanos, si hemos hecho la voluntad del Padre, y
hemos mantenido pura la carne, y hemos guardado los mandamientos del Señor,
recibiremos la vida eterna. Porque el Señor dice en el Evangelio: Si no han
guardado lo que es pequeño, ¿quién les dará lo que es grande? Porque les digo
que el que es fiel en lo poco, es fiel también en lo mucho. De modo que lo que
Él quiere decir es: Mantengan la carne pura y el sello sin mácula, para que
puedan recibir la vida. (Segunda Clemente - 150 d.C.)
Ahora bien, el que le levantó a Él de los muertos nos levantará
también a nosotros; si hacemos su voluntad y andamos en sus mandamientos… (Policarpo
- 135 d.C.)
Ay de aquellos que oyen estas palabras y son desobedientes; sería
mejor para ellos que no hubieran nacido. (Hermas - 150 d.C.)
«Tú vivirás», me dijo, «si guardas mis mandamientos y andas en
ellos; y todo el que oye estos mandamientos y los guarda, vivirá ante Dios.» (Hermas
- 150 d.C.)
«Teme al Señor», me dijo, «y guarda sus mandamientos. Así que guardando
los mandamientos de Dios serás poderoso en toda obra, y tus actos serán
incomparables. Porque en tanto que temas al Señor, harás todas las cosas bien.
Este es el temor con el cual deberías temer y ser salvo… teme al Señor, y no lo
hagas. Pero si deseas hacer lo bueno, teme al Señor y hazlo. Por tanto, el
temor del Señor es poderoso y grande y glorioso. Teme al Señor, pues, y vivirás
para El; sí, y todos los que guardan sus mandamientos y le temen, vivirán para
Dios.» « ¿Por qué, Señor», le pregunté, «has dicho con respecto a los que
guardan sus mandamientos: "Vivirán para Dios"?» «Porque», me dijo,
«toda criatura teme al Señor, pero no todos guardan sus mandamientos. Así pues,
los que le temen y guardan sus mandamientos, tienen vida ante Dios; pero los
que no guardan sus mandamientos no tienen vida en sí.» (Hermas - 150 d.C.)
Pero ahora te digo: si no los guardas, sino que los descuidas, no
tendrás salvación, ni tus hijos ni tu casa, puesto que ya has pronunciado
juicio contra ti que estos mandamientos no pueden ser guardados por el hombre.»
(Hermas - 150 d.C.)
La vida es para todos los que guardan los mandamientos del Señor.
Pero en los mandamientos no hay nada sobre los primeros lugares, ni sobre
gloria de alguna clase, sino sobre paciencia y humildad en el hombre. (Hermas -
150 d.C.)
Suplicamos que, puesto que hemos conocido la verdad, seamos en
nuestras obras hombres de buena conducta, cumplidores de los mandamientos, y
así alcancemos la salvación eterna. (Justino Mártir - 160 d.C.)
Luego, ¿eres amigo de la idea y no de la acción y de la verdad?
¿Cómo no tratas de ser más bien un hombre práctico y no sofista? (Justino
Mártir - 160 d.C.)
Las que obedecen a la sabiduría, atraen a sí mismas el espíritu
que les es congénito; pero las que no obedecen y rechazan al que es servidor
del Dios que ha subido, lejos de mostrarse como religiosas se muestran más bien
como almas que hacen la guerra a Dios. (Taciano - 160 d.C.)
Y como la Ley desde antaño había enseñado a los seres humanos que
debían seguir a Cristo, éste lo aclaró a aquel que le preguntaba qué debía
hacer para heredar la vida, respondiendo: «Si quieres entrar en la vida,
guarda los mandamientos». (Ireneo - 180 d.C.)
Todos esos mandatos no contradicen ni anulan los antiguos, como andan
vociferando los marcionitas; sino que los amplían y perfeccionan, como él dijo:
«Si su justicia no fuese mejor que la de los escribas y fariseos, no entrarán
en el reino de los cielos» (Mateo 5:20). ¿Qué significaba mejor? En primer
lugar, no creer sólo en el Padre, sino también en el Hijo que ya se había
manifestado: pues éste es el que conduce al ser humano a la comunión y unidad
con Dios. En segundo lugar, no sólo decir, sino actuar -pues ellos decían y no
hacían (Mateo 23:3), y no sólo abstenerse de obrar mal, sino también de
desearlo… (Ireneo - 180 d.C.)
Ni nos mandó seguirlo porque necesitase de nuestro servicio, sino
para procurarnos a nosotros mismos la salvación. Porque seguir al Salvador es
lo mismo que participar de la salvación, así como seguir la luz es recibirla.
Pues los que están en la luz no la iluminan, sino que ella los ilumina y los
hace resplandecer; no le dan nada a ella, sino que reciben de la luz el
beneficio de estar iluminados. De modo semejante, quien sirve al Señor nada le
añade, ni a Dios le hace falta el servicio humano. Sino que El concede la vida,
la incorrupción y la vida eterna a quienes le siguen y le sirven… (Ireneo - 180
d.C.)
Y así como el hombre desobedeciendo se atrajo para sí la muerte,
así obedeciendo a la voluntad de Dios puede el que quiera ganar para sí la vida
eterna. Porque Dios nos ha dado una ley y unos mandamientos santos, y todo el
que los cumpla puede salvarse y, alcanzada la resurrección, obtener como
herencia la incorrupción. (Teófilo - 180 d.C.)
El Verbo, habiendo revelado la verdad, ilumina para los hombres la
cumbre de la salvación, para que arrepintiéndose sean salvos, o rehusando
obedecer sean condenados. Esta es la proclamación de la justicia: para aquellos
que obedecen, regocijo; pero para aquellos que desobedecen, condenación… (Clemente
de Alejandría - 195 d.C.)
Quien obtiene [la verdad] y se distingue en las buenas obras. . .
ganará el premio de la vida eterna… Algunas personas entienden correcta y
adecuadamente que [Dios provee el poder necesario], pero menospreciando la
importancia de las obras que conducen a la salvación, dejan de hacer los
preparativos necesarios para alcanzar la meta de su esperanza… (Clemente de
Alejandría - 195 d.C.)
El alma será recompensada de acuerdo a lo que merece. O será
destinada a obtener la herencia de la dicha y la vida eterna, si es que sus
obras hayan ganado ese premio, o será entregada al fuego y los castigos
eternos, si la culpa de sus delitos le hayan condenado a eso… Orígenes (225
d.C.)
IV. Los violentos que arrebatan el reino
Por eso el Señor dice que el reino de los cielos es de los
violentos: «Los violentos lo arrebatan» (Mateo 11:12), quiere decir aquellos
que se esfuerzan, luchan y continuamente están alerta: éstos lo arrebatan. Por
eso el Apóstol Pablo escribió a los corintios: « ¿No saben que en el estadio
son muchos los que corren, pero sólo uno recibe el premio? Corred de modo que
lo alcancéis. Todo aquel que compite se priva de todo, y eso para recibir una
corona corruptible, en cambio nosotros por una incorruptible. Yo corro de esta
manera, y no al acaso; yo no lucho como quien apunta al aire; sino que
mortifico mi cuerpo y lo someto al servicio, no vaya a suceder que, predicando
a otros, yo mismo me condene» (1 Corintios 9:24-27). Siendo un buen atleta, nos
exhorta a competir por la corona de la incorrupción; y a que valoremos esa
corona que adquirimos con la lucha, sin que nos caiga desde afuera. Cuanto más
luchamos por algo, nos parece tanto más valioso; y cuanto más valioso, más lo
amamos. Pues no amamos de igual manera lo que nos viene de modo automático, que
aquello que hemos construido con mucho esfuerzo. Y como lo más valioso que
podía sucedernos es amar a Dios, por eso el Señor enseñó y el Apóstol transmitió
que debemos conseguirlo luchando por ello. (Ireneo - 180 d.C.)
Los herejes nos presentan la cuestión de si Adán fue creado
perfecto o imperfecto. Porque si lo fue imperfecto, ¿cómo puede ser imperfecta
la obra de un Dios perfecto, y más aún tratándose del hombre? Pero si era
perfecto, ¿cómo traspasó el mandato? Nuestra respuesta es que no fue creado
perfecto en su constitución, pero si dispuesto para recibir la perfección. Hay
cierta diferencia entre tener capacidad para la virtud y poseerla. Dios quiere
que nos salvemos por nosotros mismos, pues ésta es la naturaleza del alma, la
de poder moverse por sí misma… todos, como he dicho, están hechos para alcanzar
la virtud. Lo que sucede es que unos se entregan más, y otros menos al
aprendizaje y a la práctica de la misma. (Clemente de Alejandría - 195 d.C.)
V. Como predicaban la salvación
Existen dos caminos, entre los cuales, hay gran diferencia; el que
conduce a la vida y el que lleva a la muerte. He aquí el camino de la vida: en
primer lugar, Amarás a Dios que te ha creado; y en segundo lugar, amarás a tu
prójimo como a ti mismo; es decir, que no harás a otro, lo que no quisieras que
se hiciera contigo. He aquí la doctrina contenida en estas palabras: Bendecid a
los que os maldicen, rogad por vuestros enemigos, ayunad para los que os
persiguen. Si aman a los que los aman, ¿qué gratitud merecerán? Lo mismo hacen
los paganos. Al contrario, amen a los que los odian, y no tendrán ya enemigos.
Absténganse de los deseos carnales y mundanos. Si alguien te abofeteare en la
mejilla derecha, vuélvele también la otra, y entonces serás perfecto. Si alguien
te pidiere que le acompañes una milla, ve con él dos. Si alguien quisiere tomar
tu capa, déjale también la túnica. Si alguno se apropia de algo que te
pertenezca, no se lo vuelvas a pedir, porque no puedes hacerlo. Debes dar a
cualquiera que te pida, y no reclamar nada, puesto que el Padre quiere que los
bienes recibidos de su propia gracia, sean distribuidos entre todos… He aquí el
segundo precepto de la Doctrina: No matarás; no cometerás adulterio; no
prostituirás a los niños, ni los inducirás al vicio; no robarás; no te
entregarás a la magia, ni a la brujería; no harás abortar a la criatura
engendrada en la orgía, y después de nacida no la harás morir. No desearás los
bienes de tu prójimo, ni perjurarás, ni dirás falso testimonio; no serás
maldiciente, ni rencoroso; no usarás de doblez ni en tus palabras, ni en tus
pensamientos, puesto que la falsía es un lazo de muerte. Que tus palabras, no
sean ni vanas, ni mentirosas. No seas raptor, ni hipócrita, ni malicioso, ni
dado al orgullo, ni a la concupiscencia. No prestes atención a lo que se diga
de tu prójimo. No aborrezcas a nadie; reprende a unos, ora por los otros, y a
los demás, guíales con más solicitud que a tu propia alma. Ni tengas celos, ni
seas pendenciero, ni irascible; porque todas estas pasiones engendran los
homicidios. Hijo mío, no te dejes inducir por la concupiscencia, porque lleva a
la fornicación. Evita las palabras deshonestas y las miradas provocativas,
puesto que de ambos proceden los adulterios. Hijo mío, no consultes a los agoreros,
puesto que conducen a la idolatría. Hijo mío, no seas mentiroso, porque la
mentira lleva al robo; ni seas avaro, ni ames la vanagloria, porque todas estas
pasiones incitan al robo. Hijo mío, no murmures, porque la murmuración lleva a
la blasfemia; ni seas altanero ni malévolo, porque de ambos pecados nacen las
blasfemias. Sé humilde, porque los humildes heredarán la tierra. Sé magnánimo y
misericordioso, sin malicia, pacífico y bueno, poniendo en práctica las
enseñanzas que has recibido. No te enorgullezcas, ni dejes que la presunción se
apodere de tu alma. No te acompañes con los orgullosos, sino con los justos y
los humildes. Acepta con gratitud las pruebas que sobrevinieren, recordando que
nada nos sucede sin la voluntad de Dios. (Didaché - 80-140 d.C.)
Dos caminos hay de doctrina y de potestad, el camino de la luz y
el camino de las tinieblas. Ahora bien, el camino de la luz es como sigue: Si
alguno quiere andar su camino hacia el lugar determinado, apresúrese por medio
de sus obras. Ahora bien, el conocimiento que nos ha sido dado para caminar en
él es el siguiente: Amarás a Aquel que te creó, temerás al que te formó,
glorificarás al que te redimió de la muerte. Serás sencillo de corazón y rico
de espíritu. No te juntarás con los que andan por el camino de la muerte,
aborrecerás todo lo que no es agradable a Dios, odiarás toda hipocresía, no
abandonarás los mandamientos del Señor. No te exaltarás a ti mismo, sino que
serás humilde en todo. No te arrogarás a ti mismo la gloria. No tomarás mal
consejo contra tu prójimo. No consentirás a tu alma la temeridad. No
fornicarás, no cometerás adulterio, no corromperás a los jóvenes. Cuando hables
la Palabra de Dios, que no salga de tu boca con la impureza de algunos. No
mirarás la persona para reprender a cualquiera de su pecado. Serás manso, serás
tranquilo, serás temeroso de las palabras que has oído. No le guardarás rencor
a tu hermano… (Bernabé - 150 d.C.)
Por tanto, no sólo le llamemos Señor, porque esto no nos salvará;
porque Él dijo: No todo el que me llama Señor, Señor, será salvo, sino el que
obra justicia. Así pues, hermanos, confesémosle en nuestras obras, amándonos
unos a otros, no cometiendo adulterio, no diciendo mal el uno del otro, y no
teniendo celos, sino siendo templados, misericordiosos y bondadosos. Y teniendo
sentimientos amistosos los unos hacia los otros, y no siendo codiciosos. Con
estas obras le hemos de confesar, y no con otras. Y no hemos de tener temor de
los hombres, sino de Dios. Por esta causa, si hacéis estas cosas, el Señor
dice: Aunque estén unidos a mí en mi propio seno, si no hacen mis mandamientos,
yo les echaré y les diré: Apártense de mí, no sé de dónde son, obradores de
iniquidad. (Segunda Clemente - 150 d.C.)
VI. ¿Es posible perder la salvación?
Velen por su vida; procurando que estén ceñidos sus lomos y sus
lámparas encendidas, y estén dispuestos, porque no saben la hora en que vendrá
el Señor. Reúnanse a menudo para buscar lo que convenga a vuestras almas,
porque de nada les servirá el tiempo que han profesado la fe, si no fueren
hallados perfectos el último día. (Didaché - 80-140 d.C.)
Por lo cual, aun me congratulo más a mi mismo con la esperanza de
salvarme, pues verdaderamente contemplo entre ustedes cómo el Señor, que es
rico en caridad, ha derramado su Espíritu sobre ustedes. (Bernabé - 150 d.C.)
Debemos, entonces, hermanos, andar con toda diligencia en lo que
atañe a nuestra salvación, no sea que el maligno, logrando infiltrársenos por
el error, nos arroje, como la piedra de una honda, lejos de nuestra vida. (Bernabé
- 150 d.C.)
Por lo tanto, atendamos a los últimos días, pues de nada nos
servirá todo el tiempo de nuestra fe, si ahora, en el tiempo inicuo y en los
escándalos que están por venir, no resistimos como conviene a hijos de Dios, a
fin de que el Negro no se nos infiltre. (Bernabé - 150 d.C.)
El Señor juzgará al mundo sin acepción de personas: Cada uno
recibirá conforme obró. Si el hombre fue bueno, su justicia marchará delante de
él; si fuere malvado, la paga de su maldad irá también delante de él.
Recordémoslo, no sea que, echándonos a descansar como llamados, nos durmamos en
nuestros pecados, y el príncipe malo, tomando poder sobre nosotros, nos empuje
lejos del reino del Señor. Además, hermanos míos, considerad este punto: cuando
estáis viendo que, después de tantos signos y prodigios sucedidos en medio de
Israel y que, sin embargo, han sido de este modo abandonados, andemos alerta,
no sea que, como está escrito, nos encontremos muchos llamados y pocos
escogidos. (Bernabé - 150 d.C.)
Por su hospitalidad y piedad Lot fue salvado de Sodoma, cuando
todo el país de los alrededores fue juzgado por medio de fuego y azufre; el
Señor con ello anunció que no abandona a los que han puesto su esperanza en Él,
y que destina a castigo y tormento a los que se desvían. (Clemente de Roma -
30-100 d.C.)
Por esta causa, si hacen estas cosas, el Señor dice: Aunque estéis
unidos a mí en mi propio seno, si no hacen mis mandamientos, yo les echaré y
les diré: Apártense de mí, no sé de dónde son, obradores de iniquidad. (Segunda
Clemente - 150 d.C.)
La escritura dice también en Ezequiel: Aunque Noé y Job y Daniel
se levanten, no librarán a sus hijos de la cautividad. Pero si ni aun hombres
tan justos como éstos no pueden con sus actos de justicia librar a sus hijos,
¿con qué confianza nosotros, si no mantenemos nuestro bautismo puro y sin
tacha, entraremos en el reino de Dios? O ¿quién será nuestro abogado, a menos
que se nos halle en posesión de obras santas y justas? (Segunda Clemente - 150
d.C.)
Porque yo también, siendo un pecador extremo y aún no libre de la
tentación, sino en medio de las añagazas del diablo, procuro con diligencia
seguir la justicia, para poder prevalecer consiguiendo llegar por lo menos
cerca de ella, en tanto que temo el juicio venidero. (Segunda Clemente - 150 d.C.)
El árbol es manifestado por su fruto; así también los que profesan
ser de Cristo se manifiestan por medio de sus acciones. Porque la Obra no es
una cuestión de profesar ahora, sino que se ve cuando uno es hallado
(continuando) en el poder de la fe hasta el fin. (Ignacio - 50-100)
Y rueguen, también, ustedes por mí, que tengo necesidad de su amor
en la misericordia de Dios, para que me sea concedida la suerte que ansío
alcanzar, a fin de que no sea hallado reprobado. (Ignacio - 50-100 d.C.)
Porque el Señor juró por su propia gloria, con respecto a sus
elegidos: que si, ahora que se ha puesto este día como límite, se comete
pecado, después no habrá para ellos salvación; porque el arrepentimiento para
los justos tiene un fin; los días del arrepentimiento se han cumplido para
todos los santos; en tanto que para los gentiles hay arrepentimiento hasta el
último día. (Hermas - 150 d.C.)
…éstos son los que han creído, pero por razón de su corazón
indeciso han abandonado el verdadero camino. (Hermas - 150 d.C.)
«Si después de este llamamiento grande y santo, alguno, siendo
tentado por el diablo, comete pecado, sólo tiene una (oportunidad de)
arrepentirse. Pero si peca nuevamente y se arrepiente, el arrepentimiento no le
aprovechará para nada; porque vivirá con dificultad.» Yo le dije: «He sido
vivificado cuando he oído estas cosas de modo tan preciso. Porque sé que, si no
añado a mis pecados, seré salvo.» «Serás salvo», me dijo, «tú y todos cuantos
hagan todas estas cosas.» (Hermas - 150 d.C.)
Y él me dijo: «Aparta de ti todo ánimo indeciso y no dudes en
absoluto de si has de hacer suplicar a Dios, diciéndote a ti mismo: "¿Cómo
puedo pedir una cosa del Señor y recibirla siendo así que he cometido tantos
pecados contra Él?" No razones de esta manera, sino vuélvete al Señor de
todo corazón, y no le pidas nada vacilando, y conocerás su gran compasión, pues
Él, sin duda, no te abandonará, sino que cumplirá la petición de tu alma.
Porque Dios no es como los hombres que guardan rencores… (Hermas - 150 d.C.)
…no aflijas al Espíritu Santo que mora en ti, para que no suceda
que interceda a Dios [contra ti] y se aparte de ti. (Hermas - 150 d.C.)
[Porque] si tú contaminas tu carne, contaminarás al Espíritu Santo
también; pero si contaminas la carne, no vivirás.» «Pero, señor», dije yo, «si
ha habido alguna ignorancia en tiempos pasados, antes de haber oído estas
palabras, ¿cómo será salvado un hombre que ha contaminado su carne?» «Sólo Dios
tiene poder de sanar los antiguos hechos de ignorancia», dijo él, «porque toda
autoridad es suya. [Pero ahora guárdate, y el Señor Todopoderoso, que está
lleno de compasión, dará curación para los antiguos hechos de ignorancia] si a
partir de ahora no contaminas tu carne ni el Espíritu; porque ambos comparten
en común, y el uno no puede ser contaminado sin el otro. Por tanto, mantente
puro, y vivirás para Dios.» (Hermas - 150 d.C.)
«Escucha», me dijo; «las ovejas que viste contentas y juguetonas,
son las que se han apartado de Dios por completo, y se han entregado a sus
propios deleites y deseos de este mundo. En ellas, pues, no hay arrepentimiento
para vida. (Hermas - 150 d.C.)
Pese a todo, éstos también, cuando oyeron mis mandamientos, siendo
buenos, se purificaron a sí mismos y se arrepintieron rápidamente. Tienen, por
tanto, su habitación dentro de la torre. Pero si alguno vuelve otra vez a la
disensión, será echado fuera de la torre y perderá su vida. (Hermas - 150 d.C.)
… hemos de temer, no sea que después de conocer a Cristo hagamos
lo que no agrada a Dios, y en consecuencia no se nos perdonen ya nuestros
pecados, sino que se nos excluya de su Reino. Pablo dijo a este propósito: «Si
no perdonó las ramas naturales, él quizá tampoco te perdone, pues eres olivo
silvestre injertado en las ramas del olivo y recibes de su savia» (Romanos 11:17-21).
(Ireneo - 180 d.C.)
De modo semejante quienes no obedecen a Dios y reniegan de él,
dejan de ser sus hijos… (Ireneo - 180 d.C.)
Cristo no volverá a morir por aquellos que cometen pecado, pues la
muerte no se enseñorea más de él… Por eso no debemos jactarnos… Pero sí debemos
cuidarnos, para que no dejemos de alcanzar el perdón de pecados y seamos
excluidos de su reino. Esto pudiera sucedernos, aunque hubiéramos llegado a
conocer a Cristo, si hiciéramos lo que a Dios no le agrada… (Ireneo - 180 d.C.)
Nadie ha de hacerse malo porque Dios sea bueno,
ni piense que cuantas veces es perdonado, tantas puedes pecar. Porque habrá un
límite para el perdón, mientras que no habrá un límite en el pecar… (Tertuliano
- 197 d.C.)
Pero Dios, que preveía todos estos venenos, aun
cuando hubiere quedado ya cerrada la puerta del perdón con el cerrojo del
bautismo, quiso que quedara todavía algún camino abierto: y así dejó en el
vestíbulo la puerta de la segunda penitencia, que pudiera abrirse para los que
llaman a ella: pero ésta se abre ya una sola vez, pues es ya la segunda puerta.
Después ya no podrá ser abierta de nuevo, si una vez hubiere sido abierta en
vano… (Tertuliano - 197 d.C.)
Está escrito: ‘El que persevere hasta el fin, éste será salvo’
[Mateo 10:22]. Lo que precede el fin no es más que un paso en la subida a la
cumbre de la salvación. No es el fin de la carrera lo cual nos gana el
resultado final de la subida… (Cipriano - 250 d.C.)
VII. Confesando a Cristo como salvador
Sí, El mismo dijo: Al que me confesare, yo también le confesaré
delante del Padre. Esta es, pues, nuestra recompensa si verdaderamente
confesamos a Aquel por medio del cual hemos sido salvados. Pero, ¿cuándo le
confesamos? Cuando hacemos lo que Él dijo y no somos desobedientes a sus
mandamientos, y no sólo le honramos con nuestros labios, sino con todo nuestro
corazón y con toda nuestra mente. Por tanto, no sólo le llamemos Señor, porque
esto no nos salvará; porque Él dijo: No todo el que me llama Señor, Señor, será
salvo, sino el que obra justicia. Así pues, hermanos, confesémosle en nuestras
obras, amándonos unos a otros, no cometiendo adulterio, no diciendo mal el uno
del otro, y no teniendo celos, sino siendo templados, misericordiosos y
bondadosos. Y teniendo sentimientos amistosos los unos hacia los otros, y no
siendo codiciosos. Con estas obras le hemos de confesar, y no con otras. (Segunda
Clemente - 150 d.C.)
[Por lo tanto] si tú llevas el Nombre (de Cristo), y no llevas su
poder, llevarás el Nombre sin ningún resultado. (Hermas - 150 d.C.)
Luego, ¿eres amigo de la idea y no de la acción y
de la verdad? ¿Cómo no tratas de ser más bien un hombre práctico y no sofista? (Justino
Mártir - 160 d.C.)
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