I. Exhortación y consejos sobre las ofrendas
Debes dar a cualquiera que te pida, y no
reclamar nada, puesto que el Padre quiere que los bienes recibidos de su propia
gracia, sean distribuidos entre todos. Dichoso aquel que da conforme al
mandamiento; el tal, será sin falta. Desdichado del que reciba. Si alguno
recibe algo estando en la necesidad, no se hace acreedor a reproche ninguno;
pero aquel que acepta alguna cosa sin necesitarlo, dará cuenta de lo que ha
recibido y del uso que ha hecho de la limosna. Encarcelado, sufrirá
interrogatorio por sus actos, y no será liberado hasta que haya pasado el
último centavo. Es con este motivo, que ha sido dicho: «¡Antes de dar limosna,
déjala sudar en las manos, hasta que sepas a quien la das!» (Didaché - 80-140
d.C.)
Ni tiendas la mano para recibir, ni la tengas
cerrada cuando se trate de dar. Si posees algunos bienes como fruto de tu
trabajo, no pagarás el rescate de tus pecados. No estés indeciso cuando se
trate de dar, ni regañes al dar algo, porque conoces al dispensador de la
recompensa. No vuelvas la espalda al indigente; reparte lo que tienes con tu
hermano, y no digas que lo tuyo te pertenece, porque si las cosas inmortales os
son comunes, ¿con cuánta mayor razón deberá serlo lo perecedero? (Didaché - 80-140
d.C.)
Al salir el apóstol, deben proveerle de pan para
que pueda ir a la ciudad donde se dirija: si pide dinero, es un falso profeta.
... El profeta, que hablando por el espíritu, ordenare la mesa y comiere de
ella, es un falso profeta. El profeta que enseñare la verdad, pero no hiciere
lo que enseña, es un falso profeta. Si alguien, hablando por el espíritu, les
pidiere dinero u otra cosa, no le hagan caso; pero si aconseja se dé a los
pobres, no le juzguen…. Si el que viniere a ustedes, fuere un pobre viajero,
socórranlo cuanto puedan; pero no debe quedarse en su casa más de dos o tres
días. Si quisiere permanecer entre ustedes como artista, que trabaje para
comer; si no tuviese oficio ninguno, procuren según su prudencia a que no quede
entre ustedes ningún cristiano ocioso. Si no quisiere hacer esto, es un
negociante del cristianismo, del cual se alejarán. El verdadero profeta, que
quisiere fijar su residencia entre ustedes, es digno del sustento; porque un
doctor verdadero, es también un artista, y por tanto digno de su alimento.
Tomarás tus primicias de la era y el lagar, de los bueyes y de las cabras y se
las darás a los profetas, porque ellos son sus grandes sacerdotes. Al preparar
una hornada de pan, toma las primicias, y dalas según el precepto. Lo mismo
harás al empezar una vasija de vino o de aceite, cuyas primicias destinarás a
los profetas. En lo concerniente a tu dinero, tus bienes y tus vestidos, señala
tú mismo las primicias y haz según el precepto. (Didaché - 80-140 d.C.)
Hagan sus oraciones, sus limosnas y todo cuanto
hicieren, según los preceptos dados en el Evangelio de nuestro Señor. (Didaché -
80-140 d.C.)
No seas de los que extienden la mano para
recibir y la encogen para dar. Amarás como a la niña de tus ojos a todo el que
te habla del Señor… No vacilarás en dar, ni cuando des murmurarás, sino que
conocerás quien es el buen pagador de tu galardón. (Bernabé - 150 d.C.)
…Y eran todos humildes en el ánimo y libres de
arrogancia, mostrando sumisión en vez de reclamarla, más contentos de dar que
de recibir (Clemente de Roma v30-100 d.C.)
Que los ricos ministren a los pobres; que los
pobres den gracias a Dios, porque Él les ha dado a alguno por medio del cual
son suplidas sus necesidades. (Clemente de Roma - 30-100 d.C.)
Esperen el juicio que viene. Así pues, los que
tienen más que suficiente, busquen a los hambrientos, en tanto que la torre no
está terminada; porque una vez que la torre haya sido terminada, desearán hacer
bien y no hallarán oportunidad de hacerlo. Miren, pues, los que se alegrarán en
su riqueza, que los que están en necesidad no giman, y su gemido se eleve al
Señor, y ustedes con su [abundancia de] cosas buenas halléis cerrada la puerta
de la torre. (Hermas - 150 d.C.)
Haz lo que es bueno, y de todas tus labores, que
Dios te da, da a todos los que están en necesidad generosamente, sin hacer
preguntas sobre a quién has de dar y a quién no has de dar. Da a todos, porque
Dios desea que todos reciban de su abundancia. Los que reciben, pues, tendrán
que dar cuenta a Dios de por qué lo han recibido y a qué fin; porque los que
reciben en necesidad no serán juzgados, pero los que reciben con pretextos
simulados recibirán el castigo. Así pues, el que da es inocente; porque como
recibe del Señor el servicio a ejecutar, lo ha ejecutado en sinceridad, sin
hacer distinción entre a quién da y a quién no da. Esta administración, pues,
cuando es ejecutada sinceramente, pasa a ser gloriosa a la vista de Dios. (Hermas
- 150 d.C.)
Ahora bien, ¿puede un Espíritu divino recibir
dinero y profetizar? No es posible que un profeta de Dios haga esto… (Hermas - 150
d.C.)
«Escucha», contestó; «el rico tiene mucha
riqueza pero en las cosas del Señor es pobre, pues las riquezas le distraen y
su confesión e intercesión al Señor es muy escasa; y aun cuando da, es poco y
débil, y no tiene poder de arriba. Así pues, cuando el rico va al pobre y le
ayuda en sus necesidades, creyendo que por lo que hace al pobre recibirá
recompensa de Dios —porque el pobre es rico en intercesión [y confesión], y su
intercesión tiene gran poder con Dios—, el rico, pues, suple todas las cosas al
pobre sin titubear. Pero el pobre, siendo provisto por el rico, hace
intercesión por él, dando gracias a Dios por el (rico) que le ha dado a él. Y
el otro es todavía más celoso de ayudar al pobre, para que pueda seguir
viviendo; porque sabe que la intercesión del pobre es aceptable y rica delante
de Dios. Los dos, pues, cumplen su obra; el pobre haciendo intercesión, en que
es rico [y que él recibe del Señor]; y la devuelve, otra vez, al Señor que se
la proporciona. El rico, también, de igual manera provee al pobre, sin vacilar,
las riquezas que ha recibido del Señor. Y esta obra es grande y aceptable a
Dios, porque (el rico) entiende (el objeto) de sus riquezas, y provee para el
pobre de los tesoros del Señor, y realiza el servicio del Señor rectamente. (Hermas
- 150 d.C.)
Los que tienen las manchas son diáconos que
ejercieron mal su oficio, y saquearon la sustancia de viudas y huérfanos, e
hicieron ganancia para sí con las administraciones que habían recibido para
ejecutar. Estos, pues, si permanecen en el mismo mal deseo, son muertos y no
hay esperanza de vida para ellos… (Hermas - 150 d.C.)
Pero ellos, y a mi juicio con toda razón, no
quieren enseñar abiertamente a todos, sino sólo a quienes pueden pagar bien por
tales misterios. Pues estas cosas no se parecen a aquéllas de las que dijo el
Señor: «Den gratis lo que gratis han recibido» (Mateo 10:8). (Ireneo - 180 d.C.)
«Quien se compadece del pobre presta a Dios»
(Proverbios 19:17). Mas aunque Dios no tenga necesidad de nada, recibe nuestras
buenas obras a fin de darnos en retorno sus propios bienes, como dice nuestro
Señor: «Vengan, benditos de mi Padre, a recibir el reino preparado para
ustedes; porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de
beber, vagué peregrino y me recibieron, desnudo y me vistieron, enfermo y me
visitaron, en la cárcel y vinieron a verme» (Mateo 25:34-36). Así como él no
necesita de estas cosas, y sin embargo quiere que las hagamos en favor de
nosotros mismos, así también el Verbo mismo mandó al pueblo que ofreciera
oblaciones aunque él no las necesitaba, sino para que aprendiera a servir a
Dios… (Ireneo - 180 d.C.)
Por amor a otro él se hace pobre a sí mismo,
para que no pase por alto ningún hermano que tenga necesidad. Comparte,
especialmente si cree que él puede soportar la pobreza mejor que su hermano.
También considera que el sufrir de otro es su propio sufrir. Y si sufre algo
por haber compartido de su propia pobreza, no se queja. (Clemente de Alejandría
- 195 d.C.)
Para mantener esta hermandad, Dios quiere que
hagamos siempre el bien, nunca el mal. Y Él mismo nos enseña en qué consiste
hacer el bien: ayudar a los humildes y desgraciados, dar de comer a los que no
tengan alimento. Siendo piadoso, quiso que los hombres vivamos en sociedad y
que veamos en cada persona nuestra misma naturaleza. No merecemos ser librados
en los peligros si no socorremos a los demás; ni recibir auxilio si lo negamos
nosotros… (Lactancio - 304-313 d.C.)
II. Recompensas por ayudar a los necesitados
El dar limosna es, pues, una cosa buena, como el
arrepentirse del pecado. El ayuno es mejor que la oración, pero el dar limosna
mejor que estos dos. Y el amor cubrirá multitud de pecados, pero la oración
hecha en buena conciencia libra de la muerte. Bienaventurado el hombre que
tenga abundancia de ellas. Porque el dar limosna quita la carga del pecado. (Segunda
Clemente - 150 d.C.)
Cuando puedan hacer bien, no lo demoren, porque
la limosna libra de la muerte. (Policarpo - 135 d.C.)
Por tanto, en vez de campos, compra almas que
estén en tribulación, como puede cada cual, y visita a las viudas y los
huérfanos, y no lo descuides; y gasta tus riquezas y todos tus recursos, que
has recibido de Dios, en campos y casas de esta clase. Porque para este fin les
ha enriquecido el Señor, para que puedan ejecutar estos servicios suyos. Es
mucho mejor comprar campos [y posesiones] y casas de esta clase, que hallarás
en tu propia ciudad cuando vayas a residir a ella. Este dispendio abundante es
hermoso y gozoso y no trae tristeza ni temor, sino gozo. (Hermas - 150 d.C.)
Digo, además, que todo hombre debe ser rescatado
de la desgracia; porque el que tiene necesidad, y sufre desgracias en su vida
diaria, está en gran tormento y necesidad. Así pues, todo el que rescata de la
penuria una vida de esta clase, obtiene un gran gozo para sí mismo. Porque el
que es hostigado por la desgracia de esta clase es afligido y torturado con
igual tormento que el que está en cadenas. Porque muchos hombres, a causa de
calamidades de esta clase, como ya no lo pueden resistir más, recurren a la
violencia contra ellos mismos. Por tanto, el que conoce la calamidad de un
hombre de esta clase y no lo rescata, comete un gran pecado, y se hace culpable
de la sangre del mismo. Hagan, pues, buenas obras todos los que hayáis recibido
(beneficios) del Señor. (Hermas - 150 d.C.)
Pero todo el que toma sobre sí la carga de su
prójimo, todo el que desea beneficiar a uno que es peor en algo en lo cual él es
superior, todo el que provee a los que tienen necesidad las posesiones que ha
recibido de Dios, pasa a ser un dios para aquellos que lo reciben de él, es un
imitador de Dios. (Diogneto - 125-200)
Nosotros tenemos por patria el paraíso… ¡Qué
alegría tan grande para ellos y nosotros llegar a su presencia y abrazarlos,
qué placer disfrutar allá del reino del cielo sin temor de morir y qué dicha
tan soberana y perpetua con una vida sin fin! …allí los galardonados por su
misericordia, que hicieron obras buenas, socorriendo a los pobres con limosnas,
que, por cumplir los preceptos del Señor, transfirieron su patrimonio terreno a
los tesoros del cielo. Corramos, hermanos amadísimos, con insaciable anhelo
tras éstos, para estar enseguida con ellos; deseemos llegar pronto a Cristo.
Vea Dios estos pensamientos, y que Cristo contemple estos ardientes deseos de
nuestro espíritu y fe; Él otorgará mayores mercedes de su amor a los que
tuvieren mayores deseos de Él… (Cipriano - 250 d.C.)
III. Ser amigos con las riquezas injustas
Y sabiendo que nosotros también obraríamos bien
al poseer algo recibido de otros, dijo: «El que tenga dos túnicas dé una al que
no tenga, y haga lo mismo quien tenga comida» (Lucas 3:11); y: «Tuve hambre y
me dieron de comer, desnudo y me vistieron» (Mateo 25:35-36); y: «Cuando des
limosna, que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha» (Mateo 6:3). Lo
mismo se diga de todas las obras de beneficencia por las cuales somos
justificados, como si redimiéramos lo nuestro al dar de lo ajeno. Y digo de lo
ajeno, no porque el mundo sea ajeno a Dios, sino porque hemos recibido de otros
esos bienes, así como los hebreos los recibieron de los egipcios que no
conocían a Dios. Y usándolos construimos en nosotros mismos el santuario de
Dios, en cuanto Dios habita en quienes hacen el bien. Como dice el Señor:
«Hagan amigos con el dinero inicuo, para que ellos, cuando se los eche, les
reciban en los eternos tabernáculos» (Lucas 16:9). Nosotros, pues, somos
justificados como creyentes cuando convertimos en utilidad para el Señor
aquello que como paganos habíamos adquirido de la injusticia… (Ireneo - 180
d.C.)
IV. Como ofrendaban en el culto
El día que se llama del sol [el domingo], se
celebra una reunión de todos los que viven en las ciudades o en los campos, y
se leen los recuerdos de los Apóstoles o los escritos de los profetas, mientras
hay tiempo… Los que tienen y quieren, dan libremente lo que les parece bien; lo
que se recoge se entrega al que hace cabeza para que socorra con ello a
huérfanos y viudas, a los que están necesitados por enfermedad u otra causa, a
los encarcelados, a los forasteros que están de paso: en resumen, se le
constituye en proveedor para quien se halle en la necesidad. Celebramos esta
reunión general el día domingo… (Justino Mártir - 160 d.C.)
Y si en la caja se pone algún dinero no es tributo
del honor, ni precio con que la dignidad cristiana se compre ó se redima, sino
voluntarios donativos de los congregantes; que cada uno da una monedilla cada
mes, ó cuando quiere ó cuando puede, ó de la manera que quiere; que la donación
es graciosa. Esta suma es el depósito de la piedad que de allí se saca, no para
gastos de banquetes, ni para bebidas desordenadas, ni para voluntarias
glotonerías, sino para sustentar y enterrar pobres, para alimentar niños y
niñas huérfanos de padres y de hacienda, para viejos que no pueden salir de
casa, para los que padecieron naufragio, para los presos en las cárceles, para
los desterrados á las islas y para los condenados á las minas por causa de
religión tan solamente. Todos estos son ahijados que cría la religión, porque
su confesión los sustenta… (Tertuliano - 197 d.C.)
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