Porque
el Señor soportó entregar su carne a la destrucción, a fin de que fuéramos
nosotros purificados por la remisión de nuestros pecados, lo que se nos concede
por la aspersión de su sangre. Acerca de esto, efectivamente, está escrito,
parte que se refiere a Israel, parte a nosotros, y dice así: Fue herido por
nuestras iniquidades y debilitado por nuestros pecados: Con su llaga fuimos
nosotros sanados. Fue conducido como oveja al matadero y como cordero estuvo
mudo delante del que le trasquila. (Bernabé - 150 d.C.)
Pongamos
nuestros ojos en la sangre de Cristo y démonos cuenta de lo precioso que es
para su Padre, porque habiendo sido derramado por nuestra salvación, ganó para
todo el mundo la gracia del arrepentimiento. (Clemente de Roma - 30-100 d.C.)
Y
además le dieron una señal (a Rahab la ramera) que debía colgar fuera de la
casa un cordón de grana, mostrando con ello de antemano que por medio de la
sangre del Señor habrá redención para todos los que creen y esperan en Dios. (Clemente
de Roma - 30-100 d.C.)
Por
el amor que sintió hacia nosotros, Jesucristo nuestro Señor dio su sangre por
nosotros por la voluntad de Dios, y su carne por nuestra carne, y su vida por
nuestras vidas. (Clemente de Roma - 30-100 d.C.)
No
tengo deleite en el alimento de la corrupción o en los deleites de esta vida.
Deseo el pan de Dios, que es la carne de Cristo, que era del linaje de David; y
por bebida deseo su sangre, que es amor incorruptible. (Ignacio - 50-100 d.C.)
Sed
cuidadosos, pues, observando una eucaristía (porque hay una carne de nuestro
Señor Jesucristo y una copa en unión en su sangre; hay un altar, y hay un
obispo, junto con el presbiterio y los diáconos mis consiervos), para que todo
lo que hagáis sea según Dios. (Ignacio - 50-100 d.C.)
Nuestro
Cristo, quien sufrió y fue crucificado, no cayó bajo la maldición de la ley. Al
contrario, él manifestó que sólo él podrá salvar a los que no se aparten de su
fe… Como la sangre de la pascua salvó a los que estaban en Egipto, así mismo la
sangre de Cristo salva de la muerte a los que creen… (Justino Mártir - 160
d.C.)
(Dios
envió) su Hijo Jesucristo, el cual nos rescató de la apostasía mediante su
sangre a fin de que fuésemos el pueblo santo el mismo que un día volverá de los
cielos con el poder del Padre para juzgar a todos y para dar los bienes divinos
a cuantos observen sus mandatos. (Ireneo - 180 d.C.)
En
otro pasaje subraya que Cristo sufrió, y que él mismo es el Hijo de Dios que
por nosotros murió y nos redimió con su sangre, en el tiempo decidido (por el
Padre): «Estando nosotros aún sin fuerzas, murió por los impíos en el momento
determinado... Dios muestra su amor por nosotros en el hecho que, cuando aún
éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. ¡Con mayor razón, ahora que
estamos justificados en su sangre, seremos salvados por él de su cólera! Si, en
efecto, cuando aún éramos enemigos, nos hemos reconciliado con Dios por la
sangre de su Hijo, con mayor razón, ahora que estamos reconciliados, seremos
salvados en su vida» .Pablo declara con precisión que el mismo que ha sufrido y
derramado su sangre por nosotros es Cristo, el Hijo de Dios. (Ireneo - 180
d.C.)
Así
pues, el Señor nos redimió con su propia sangre (Colosenses 1:14), dando su
vida por la nuestra y su carne por nuestra carne, y derramando el Espíritu del
Padre para la unidad y comunión entre Dios y los hombres. Así trajo a Dios a
los hombres mediante el Espíritu; y levantando los hombres a Dios por medio de
su propia carne, por su venida nos otorgó su inmortalidad de manera firme y
verdadera, mediante la comunión con él. (Ireneo - 180 d.C.)
De
este modo, no arrebató dolosamente lo ajeno, sino que asumió con justicia y
benignidad lo que era suyo: con justicia en cuanto a la apostasía, pues con su
sangre nos liberó de ella (Colosenses 1:14); y con benignidad respecto a
nosotros, los que hemos sido redimidos… (Ireneo - 180 d.C.)
Porque
la sangre no puede provenir sino de las venas y de la carne, y de todo lo que
forma la substancia del hombre, por la cual, habiéndola asumido verdaderamente
el Verbo de Dios, nos redimió con su sangre. Como dice el Apóstol: «En él
tenemos la redención por su sangre y la remisión de los pecados»… (Ireneo - 180
d.C.)
Así
salvó a los hijos de Israel, prefigurando de un modo misterioso la pasión de Cristo
en la inmolación de un cordero inmaculado y en su sangre, derramada como
garantía de inmunidad, para rociar las casas de los hebreos. Este misterio
recibe el nombre de «Pasión», manantial de liberación… (Ireneo - 180 d.C.)
Ya
que había venido aquel a quien está reservado el reino del cielo; aquel que
lavó su vestimenta en el vino y con sangre de la uva su manto. Su vestimenta
igual que el manto, son quienes creen en Él, a los cuales también Él purificó,
con su sangre; y su sangre dícese sangre de la uva, porque así como no es
producto del hombre la sangre de la uva, sino de Dios que hace que se alegren
aquellos que la beben, de igual forma su cuerpo y su sangre no son obra del
hombre sino de Dios… (Ireneo - 180 d.C.)
Con
el Logos alimentaba ella a estos hijos que el mismo Señor dio a luz con dolores
de carne, que el Señor envolvió en los pañales de su sangre preciosa. ¡Oh
santos alumbramientos! ¡Oh santos pañales! El Logos lo es todo para el niño,
padre, madre, pedagogo y nodriza. «Comed mi carne y bebed mi sangre», dice (Juan
6:53). Estos son los alimentos apropiados que el Señor nos proporciona
generosamente: nos ofrece su carne, y derrama su sangre. Nada falta a los hijos
para que puedan crecer... (Clemente de Alejandría - 195 d.C.)
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