miércoles, 16 de diciembre de 2015

Templos


Y, en efecto, hermanos míos, templo santo es para el Señor la morada de nuestro corazón. Porque dice otra vez el Señor: ¿Y en qué seré visto por el Señor mi Dios y seré glorificado? Dice: Te confesaré en la reunión de mis hermanos y te cantaré himnos en medio de la congregación de los santos. Luego nosotros somos los que introdujo en la tierra buena. (Bernabé - 150 d.C.) 

Pues inquiramos si existe un templo de Dios: Existe, ciertamente, allí donde Él mismo dice que lo ha de hacer y perfeccionar. Está, efectivamente, escrito: Y será, cumplida la semana, que se edificará el templo de Dios gloriosamente en el nombre del Señor. Hallo, pues, que existe un templo. ¿Cómo se edificará en el nombre del Señor? Aprendedlo. Antes de creer nosotros en Dios, la morada de nuestro corazón era corruptible y flaca, como templo verdaderamente edificado a mano, pues estaba llena de idolatría y era casa de demonios, porque no hacíamos sino cuanto era contrario a Dios. Mas se edificará en el nombre del Señor. Atiendan a que el templo del Señor se edifique gloriosamente. ¿De qué manera? Apréndanlo. Después de recibido el perdón de los pecados, y por nuestra esperanza en el Nombre, fuimos hechos nuevos, creados otra vez desde el principio. Por lo cual, Dios habita verdaderamente en nosotros, en la morada de nuestro corazón. ¿De qué manera? Porque en nosotros mora la palabra de su fe, el llamamiento de su promesa, la sabiduría de sus justificaciones, los mandamientos de su doctrina; profetizando Él mismo en nosotros, morando Él en persona dentro de nosotros, abriéndonos la puerta del templo, es decir, nuestra boca; dándonos penitencia, nos introduce a nosotros, que estábamos esclavizados por la muerte, en el templo incorruptible. Y es así que quien desea salvarse no mira a un hombre, sino al que mora y habla dentro de sí, maravillado de no haber oído jamás antes las palabras de la boca de quien hablaba y no tener él siquiera deseo de escucharle. Este es templo espiritual que se edifica para el Señor. (Bernabé - 150 d.C.)  

Y que nadie entre ustedes diga que esta carne no va a ser juzgada ni se levanta otra vez. Entended esto: ¿En qué fuisteis salvados? ¿En qué recobrasteis la vista si no fue en esta carne? Por tanto hemos de guardar la carne como un templo de Dios; porque de la misma manera que fuisteis llamados en la carne, seréis llamados también en la carne. (Segunda Clemente – 150 d.C.)  

Ustedes son piedras de un templo, preparadas de antemano para un edificio de Dios el Padre, siendo elevadas hacia lo alto por medio del motor (instrumento) de Jesucristo, que es la Cruz, y usando como cuerda el Espíritu Santo. (Ignacio - 50-100)  

Hagamos todas las cosas considerando que El vive en nosotros, para que podamos ser sus templos, y Él mismo pueda estar en nosotros como nuestro Dios. (Ignacio - 50-100) 

Apresúrense a congregaros, como en un solo templo, Dios; como ante un altar, Jesucristo, que vino de un Padre y está con un Padre y ha partido a un Padre. (Ignacio - 50-100) 

…mantengan su carne como un templo de Dios; amad la unión; eviten las divisiones; sean imitadores de Jesucristo como Él mismo lo era de su Padre. (Ignacio - 50-100) 

Dios, también quiere que nosotros ofrezcamos en el altar el don, con frecuencia y sin cesar nunca. Porque hay un altar en los cielos, al que todas nuestras oblaciones se dirigen; y un templo, como Juan dice en el Apocalipsis: «Se abrió el templo de Dios» (Apocalipsis 11:19); y sobre el santuario: «Apareció el santuario de Dios, en el que habitará junto con los hombres» (Apocalipsis 21:3). (Ireneo - 180 d.C.)  

Algo semejante sucedió a Salomón: solía juzgar rectamente, hablar con sabiduría, edificó un templo que fue figura del verdadero… (Ireneo - 180 d.C.) 

Por eso dice que la carne plasmada es templo de Dios: «¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno violase el templo de Dios, Dios lo destruirá; porque el templo de Dios es sagrado, y éste sois vosotros» (1 Corintios 3:16). Abiertamente llama templo al cuerpo en el cual habita el Espíritu. Así como dice el Señor: «Destruid este templo, y en tres días lo resucitaré. Y esto lo dijo refiriéndose a su cuerpo» (Juan 2:19-21). Pero no sólo sabe que nuestros cuerpos son templos, sino que son templos de Cristo, como cuando dice a los Corintios: «¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Y tomaré los miembros de Cristo para hacerlos miembros de una prostituta?» (1 Corintios 6:15). (Ireneo - 180 d.C.)  

Por eso quiere que nuestra carne sea templo puro, para que el Espíritu de Dios se deleite en él, como el esposo en la esposa… (Ireneo - 180 d.C.)  

Allá se encuentra Jerusalén, donde reinaron David y su hijo Salomón, quien construyó el templo en el nombre de Dios a imagen del tabernáculo hecho por Moisés como figura de las realidades celestes y espirituales… (Ireneo - 180 d.C.) 

La Ley… Ya no mandará guardar un día de descanso al que todos los días observa el sábado, es decir, al que rinde culto a Dios en el templo de Dios que es el cuerpo del hombre y practica siempre la justicia. (Ireneo - 180 d.C.)  

(Escrito por un crítico pagano del cristianismo) Vamos a tratar de otro asunto. Los cristianos no pueden soportar la vista de templos, de altares ni de estatuas tienen… Los persas comparten ese mismo sentimiento…«Sé de buena fuente que entre los Persas la ley no permite erguir altares, templos, estatuas. Se considera locos a quienes lo hacen… El menosprecio de los cristianos hacia los templos, las estatuas y los altares es como el signo y la señal de reunión, misteriosa y secreta, que entre sí intercambian. (Celso - 178 d.C.)  

(Los cristianos) Menosprecian los templos como si fueran casas de los muertos… (Marcos Félix - 200 d.C.)  

El cristiano, en cambio, por muy ignorante que sea, tiene la convicción de que todo lugar es parte del universo, y de que todo el mundo es templo de Dios. (Orígenes - 225 d.C.)  

Hemos de portarnos como templos de Dios, para que sea una prueba de que habita en nosotros el Señor y no desdigan nuestros actos del espíritu recibido… (Cipriano - 250 d.C.)
 
 

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