Bienaventurados
sean, pues, cuantos sufran con paciencia la gran tribulación que viene, y
cuantos no nieguen su vida… Pero tú dirás a Máximo: "He aquí viene
tribulación (sobre ti) si tú crees apropiado negarme por segunda vez. El Señor
está cerca de todos los que se vuelven a Él, como está escrito en Eldad y
Modat, que profetizaron al pueblo en el desierto"» (Hermas - 150 d.C.)
Tú
has escapado de una gran tribulación por causa de tu fe, y porque, aunque viste
una bestia tan inmensa, no dudaste en tu mente. Ve, pues, y declara a los
elegidos del Señor sus obras poderosas, y diles que esta bestia es un tipo de
la gran tribulación que ha de venir. Por tanto, si se preparan de antemano, y
se arrepienten (y se vuelven) al Señor de todo corazón, podrán escapar de ella
si su corazón es hecho puro y sin mácula y si durante el resto de los días de
su vida sirven al Señor de modo intachable. (Hermas - 150 d.C.)
Por
eso la tribulación es necesaria para quienes se salvan; para que, en cierto
modo triturados, molidos y dispersos por el poder del Verbo de Dios, sirvan
cocidos para el banquete del Rey. Así se expresó uno de los nuestros que,
condenado al martirio, fue arrojado a las fieras: «Soy trigo de Cristo, y me
masticarán los dientes de las fieras, para que se me encuentre como trigo de
Dios». (Ireneo - 180 d.C.)
Y
por eso, cuando al final de los siglos la Iglesia se levante, «habrá una
tribulación como no la ha habido desde el principio ni la habrá» (Mateo 24:21):
pues en los últimos tiempos los justos deberán luchar, y los vencedores
recibirán la incorrupción como corona… Ananías, Azarías y Misael fueron
arrojados al horno de fuego (Daniel 3:20), prueba que sirvió como profecía de
lo que sucederá al fin de los tiempos, cuando los justos sufrirán la prueba del
fuego… (Ireneo - 180 d.C.)
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