sábado, 16 de enero de 2016

Abel y Caín


Porque como está escrito: Y aconteció después de unos días, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no prestó atención a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si has ofrecido rectamente y no has dividido rectamente, ¿no has pecado? ¡Calla! Con todo esto, él se volverá a ti y tú te enseñorearás de él. Y dijo Caín a su hermano Abel. Salgamos a la llanura. Y aconteció que estando ellos en la llanura, Caín se levantó contra su hermano Abel y lo mató. Ven, pues, hermanos, que los celos y la envidia dieron lugar a la muerte del hermano. (Clemente de Roma - 30-100 d.C.)  

En un principio Dios puso los ojos sobre las oblaciones de Abel, porque las ofrecía con sencillez y justicia; en cambio no miró el sacrificio de Caín, porque su corazón estaba dividido por celos y malas intenciones contra su hermano, según Dios mismo le dijo al reprenderlo por lo que ocultaba: «¿Acaso no pecas aunque ofrezcas tu sacrificio rectamente, si no compartes con justicia? Tranquilízate»… pues El le dijo: «Tranquilízate!», pero no hizo caso. ¿Y qué otra cosa puede significar tranquilizarse, sino dominar sus impulsos? También dijo otra cosa parecida: «¡Fariseo ciego!, limpia la copa por dentro para que también esté limpia por fuera» (Mateo 23:26). Pero no escucharon… Y para que su voluntad y sus pensamientos interiores, una vez puestos de manifiesto, manifestaran que el Dios que los desenmascara no es culpable de ellos ni obra el mal, sino que la culpa recae sobre el que hace el mal, le dice a Caín que rehúsa tranquilizarse: «El se revuelve sobre ti, y tú lo debes dominar» (Génesis 4:7). Algo semejante dijo a Pilatos: «No tendrías ningún poder si no se te hubiese dado de lo alto» (Juan 19:11). Porque Dios siempre concede al justo sufrir a fin de que ese sufrimiento que soporta le sirva de prueba; y en cambio el perverso sea juzgado y por sus mismas acciones sea echado fuera. (Ireneo - 180 d.C.)  

Desterrados del Jardín, Adán y su mujer, Eva, padecieron muchas miserias y vivieron en este mundo lleno de tristeza, fatigas y lamentos. Porque el hombre trabajaba la tierra bajo los rayos del sol, y la tierra producía espinas y abrojos, castigo del pecado. Entonces se cumplió el dicho de la Escritura: Adán se unió a su mujer; ella concibió, dio a luz a Caín y, después, dio a luz a Abel. Mas el ángel rebelde, el mismo que impulsó al hombre a la desobediencia, que le había hecho pecador y causado su destierro del Jardín, no contento con el primero, obró un nuevo daño, esta vez sobre los dos hermanos; porque llenando a Caín de su propio espíritu le hizo fratricida. Así murió Abel, asesinado por su hermano, como un signo del futuro, cuando algunos serían perseguidos, atormentados y muertos, y serían los injustos quienes matarían y perseguirían a los justos. Por esto Dios montó en cólera y maldijo a Caín y desde entonces todos los descendientes en la línea de su sucesión fueron semejantes a su progenitor. Dios, después, hizo que Adán tuviese otro hijo en sustitución del asesinado Abel… (Ireneo - 180 d.C.)

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