Abraham,
que fue llamado el «amigo», fue hallado fiel en haber rendido obediencia a las
palabras de Dios. Por medio de la obediencia partió de su tierra y su parentela
y de la casa de su padre, para que, abandonando una tierra escasa y una
reducida parentela y una casa mediocre, pudiera heredar las promesas de Dios.
Porque Él le dijo: Vete de tu tierra y de tu parentela y de la casa de tu padre
a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré; y
engrandeceré tu nombre y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan y a
los que te maldigan maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la
tierra. Y de nuevo, cuando se separó de Lot, les dijo: Alza ahora tus ojos, y
mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al
occidente. Porque toda la tierra que ves, la doré a ti y a tu descendencia para
siempre. Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede
contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada. Y de nuevo
dice: Dios hizo salir a Abraham y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las
estrellas, si las puedes contar. Así será tu descendencia. Y Abraham creyó a
Jehová, y le fue contado por justicia. Por su fe y su hospitalidad le fue
concedido un hijo siendo anciano, y en obediencia lo ofreció a Dios en
sacrificio en uno de los montes que Él le mostró. (Clemente de Roma - 30-100
d.C.)
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