Por
tanto, hermanos, prescindamos de nuestra estancia en este mundo y hagamos la
voluntad del que nos ha llamado, y no tengamos miedo de apartarnos de este
mundo. Porque el Señor ha dicho: Serán como corderos en medio de lobos… saben,
hermanos, que la estancia de esta carne en este mundo es despreciable y dura
poco, pero la promesa de Cristo es grande y maravillosa, a saber, el reposo del
reino que será y la vida eterna. ¿Qué podemos hacer, pues, para obtenerlos,
sino andar en santidad y justicia y considerar que estas cosas del mundo son
extrañas para nosotros y no desearlas? Porque cuando deseamos obtener estas
cosas nos descarriamos del camino recto. Pero el Señor dijo: Nadie puede servir
a dos señores. Si deseamos servir a la vez a Dios y a riquezas, no sacaremos
ningún beneficio: Porque ¿qué ganará un hombre si consigue todo el mundo y
pierde su alma? Ahora bien, este mundo y el futuro son enemigos. La una habla
de adulterio y contaminación y avaricia y engaños, en tanto que la otra se
despide de estas cosas. Por tanto, no podemos ser amigos de las dos, sino que
hemos de decir adiós a la una y tener amistad con la otra. Consideremos que es
mejor aborrecer las cosas que están aquí, porque son despreciables y duran poco
y perecen, y amar las cosas de allí, que son buenas e incorruptibles. (Segunda
Clemente 150 d.C.)
Siendo
así que todas las cosas tienen un final, y estas dos —vida y muerte— están
delante de nosotros, y cada uno debe ir a su propio lugar, puesto que sólo hay
dos monedas, la una de Dios y la otra del mundo, y cada una tiene su propia
estampa acuñada en ella, los no creyentes la marca del mundo, pero los fieles
en amor la marca de Dios el Padre por medio de Jesucristo, si bien a menos que aceptemos
libremente morir en su pasión por medio de Él, su vida no está en nosotros. (Ignacio
50-100 d.C.)
Nada
visible es bueno. Porque Dios nuestro Dios Jesucristo, estando en el Padre, es
el que es más fácilmente manifestado. La obra no es ya de persuasión, sino que
el Cristianismo tiene más poder, siempre que sea aborrecido por el mundo. (Ignacio
50-100 d.C.)
Los
confines más alejados del universo no me servirán de nada, ni tampoco los
reinos de este mundo. Es bueno para mí el morir por Jesucristo, más bien que
reinar sobre los extremos más alejados de la tierra… No concedáis al mundo a
uno que desea ser de Dios, ni le seduzcáis con cosas materiales. Permítanme
recibir la luz pura… Pónganse de mi lado, esto es, del lado de Dios. No hablen
de Jesucristo y a pesar de ello deseen el mundo. (Ignacio 50-100 d.C.)
«Los
que nunca han investigado respecto a la verdad, ni inquirido respecto a la
divinidad, sino meramente creído, y se han mezclado en negocios y riquezas y
amigos paganos y muchas otras cosas de este mundo; cuantos, digo, se dedican a
estas cosas, no comprenden las parábolas de la deidad; porque han sido
entenebrecidos por sus acciones, y se han corrompido y hecho infructuosos. (Hermas
150 d.C.)
Me
dijo: «Saben que ustedes los siervos de Dios están viviendo en un país extranjero;
porque su ciudad está muy lejos de esta ciudad. Así pues, si conocen su ciudad,
en la cual vivirán, ¿por qué adquieren campos aquí, y hacen costosas
preparaciones, y acumulan edificios y habitaciones que son superfluos? Por
tanto, el que prepara estas cosas para esta ciudad no tiene intención de
regresar a su propia ciudad. ¡Oh hombre necio, de ánimo indeciso y
desgraciado!, ¿no ves que todas estas cosas son extrañas, y están bajo el poder
de otro? Porque el señor de esta ciudad dirá: "No quiero que éste resida
en mi ciudad; vete de esta ciudad, porque no te conformas a mis leyes."
Tú, pues, que tienes campos y moradas y muchas otras posesiones, cuando serás
echado por él, ¿qué harás con tu campo y tu casa y todas las otras cosas que
has preparado para ti? Porque el señor de este país te dice con justicia:
"O bien te conformas a mis leyes, o abandonas mi país." ¿Qué harás,
pues, tú que estás bajo la ley de tu propia ciudad? ¿Por amor a tus campos y el
resto de tus posesiones repudiarás tu ley y andarás conforme a la de esta
ciudad? Vigila que no te sea inconveniente el repudiar tu ley; porque si
quieres regresar de nuevo a tu propia ciudad, con toda seguridad no serás
recibido [porque has repudiado la ley de tu ciudad], y se te excluirá de ella.
Vigila, pues; como residente en una tierra extraña no prepares más para ti,
como no sea lo estrictamente necesario y suficiente, y está preparado para que,
cuando el señor de esta ciudad desee echarte por tu oposición a su ley, puedas
partir de esta ciudad e ir a tu propia ciudad, y usar tu propia ley
gozosamente, libre de toda ofensa. (Hermas 150 d.C.)
«Porque
en este mundo, ni el justo es distinguible ni el pecador; todos son iguales.
Porque este mundo es invierno para el justo, y no son distinguibles, pues residen
con los pecadores… «Estos árboles», me contestó, «que están brotando son los
justos, que residirán en el mundo venidero; porque el mundo venidero es verano
para los justos, pero invierno para los pecadores. (Hermas 150 d.C.)
«Escucha»,
me dijo; «las ovejas que viste contentas y juguetonas, son las que se han
apartado de Dios por completo, y se han entregado a sus propios deleites y
deseos de este mundo. En ellas, pues, no hay arrepentimiento para vida. (Hermas
150 d.C.)
«Pero,
mira, señor», le dije, «ellos se han arrepentido de todo corazón.» «Me doy
perfecta cuenta», contestó él, «que ellos se han arrepentido de todo corazón;
ahora bien, ¿crees tú que los pecados de los que se arrepienten son perdonados
inmediatamente? No lo son en modo alguno; sino que la persona que se arrepiente
ha de torturar a su propia alma, y ha de ser del todo humilde en cada una de
sus acciones, y afligido con toda clase de aflicción; y si soporta las
aflicciones que le vienen, sin duda el que creó todas las cosas y las dotó de
poder será movido a compasión y concederá algún remedio. (Hermas 150 d.C.)
…éstos
son los que han sido creyentes, pero se hicieron ricos y tuvieron renombre
entre los gentiles. Se revistieron de gran orgullo y se volvieron arrogantes, y
abandonaron la verdad y no se juntaron con los justos, sino que vivieron del
todo a la manera de los gentiles, y su camino les pareció más placentero a
ellos; pese a todo no se apartaron de Dios, sino que continuaron en la fe,
aunque no hicieron las obras de la fe. Muchos de ellos, por consiguiente, se
arrepintieron y tuvieron su habitación dentro de la torre. Pero otros, al
final, viviendo con los gentiles y siendo corrompidos por las opiniones vanas
de los gentiles, se apartaron de Dios e hicieron las obras de los gentiles.
Estos, pues, son nombrados con los gentiles… (Hermas 150 d.C.)
Porque
los cristianos no se distinguen del resto de la humanidad ni en la localidad,
ni en el habla, ni en las costumbres. Porque no residen en alguna parte en
ciudades suyas propias, ni usan una lengua distinta, ni practican alguna clase
de vida extraordinaria… Pero si bien residen en ciudades de griegos y bárbaros,
según ha dispuesto la suerte de cada uno, y siguen las costumbres nativas en
cuanto a alimento, vestido y otros arreglos de la vida, pese a todo, la
constitución de su propia ciudadanía, que ellos nos muestran, es maravillosa
(paradójica), y evidentemente desmiente lo que podría esperarse. Residen en sus
propios países, pero sólo como transeúntes; comparten lo que les corresponde en
todas las cosas como ciudadanos, y soportan todas las opresiones como los
forasteros. Todo país extranjero les es patria, y toda patria les es extraña.
.. Se hallan en la carne, y, con todo, no viven según la carne. Su existencia
es en la tierra, pero su ciudadanía es en el cielo. Obedecen las leyes
establecidas, y sobrepasan las leyes en sus propias vidas. Aman a todos los
hombres, y son perseguidos por todos. No se hace caso de ellos, y, pese a todo,
se les condena. Se les da muerte, y aun así están revestidos de vida… (Epístola
a Diogneto 125-200 d.C.)
En
una palabra, lo que el alma es en un cuerpo, esto son los cristianos en el
mundo. El alma se desparrama por todos los miembros del cuerpo, y los
cristianos por las diferentes ciudades del mundo. El alma tiene su morada en el
cuerpo, y, con todo, no es del cuerpo. Así que los cristianos tienen su morada
en el mundo, y aun así no son del mundo. El alma que es invisible es guardada
en el cuerpo que es visible; así los cristianos son reconocidos como parte del
mundo, y, pese a ello, su religión permanece invisible. La carne aborrece al
alma y está en guerra con ella, aunque no recibe ningún daño, porque le es
prohibido permitirse placeres; así el mundo aborrece a los cristianos, aunque
no recibe ningún daño de ellos, porque están en contra de sus placeres. El alma
ama la carne, que le aborrece y (ama también) a sus miembros; así los
cristianos aman a los que les aborrecen. El alma está aprisionada en el cuerpo,
y, con todo, es la que mantiene unido al cuerpo; así los cristianos son
guardados en el mundo como en una casa de prisión, y, pese a todo, ellos mismos
preservan el mundo. El alma, aunque en sí inmortal, reside en un tabernáculo
mortal; así los cristianos residen en medio de cosas perecederas, en tanto que
esperan lo imperecedero que está en los cielos. El alma, cuando es tratada
duramente en la cuestión de carnes y bebidas, es mejorada; y lo mismo los
cristianos cuando son castigados aumentan en número cada día. Tan grande es el
cargo al que Dios los ha nombrado, y que miles es legítimo declinar. (Diogneto 125-200
d.C.)
Yo
no deseo ser un rey. No anhelo ser rico. Rechazo toda posición militar. Detesto
la fornicación. No soy llevado por un amor insaciable de ganancias
[financieras] para hacerme a la mar. No compito por una corona. Estoy libre de
una sed excesiva por la fama. Desprecio la muerte. (…) ¡Mueran al mundo,
repudiando la locura que hay en él! ¡Vivan para Dios! (Tatiano 160 d.C.)
En
lo que a ustedes respecta, ustedes son extranjeros en este mundo, ciudadanos de
Jerusalén, la ciudad que está en el cielo. Nuestra ciudadanía, dice el apóstol,
está en los cielos. (Tertuliano 197 d.C.)
De
una vez y por todas debemos recordar que hemos renunciado al mundo, y que
mientras tanto vivimos aquí como extranjeros y advenedizos. (Cipriano 250 d.C.)
¡No
se aflijan por haber sido sacados del mundo! Si con sinceridad reflexionamos
que este mundo es una cárcel, fácilmente comprenderíamos que no han entrado en
la cárcel sino que han salido. Porque mucho mayores son las tinieblas del mundo
que entenebrecen la mente de los hombres. Más pesadas son sus cadenas, pues
oprimen a las mismas almas. Más repugnante es la fetidez que exhala el mundo
porque emana de la lujuria de los hombres. En fin, mayor número de reos
encierra la cárcel del mundo, porque abarca todo el género humano amenazado no
por el juicio del procónsul, sino por la justicia de Dios… (Tertuliano 197
d.C.)
La
cárcel es para el cristiano lo que la soledad para los profetas. El mismo Señor
frecuentaba los lugares solitarios para alejarse del mundo y entregarse más
libremente a la oración; Y finalmente, fue en la soledad donde reveló a sus
discípulos el esplendor de su gloria. Saquémosle el nombre de cárcel y
llamémosle retiro… ¡El cepo no puede dañar tu pie, cuando tu alma anda en el
cielo! (Tertuliano 197 d.C.)
Hemos
de pensar, hermanos amadísimos, y reflexionar sobre lo mismo: que hemos
renunciado al mundo y que vivimos aquí durante la vida como huéspedes y
viajeros… (Cipriano 250 d.C.)
Sorprende que no citen de las escrituras hebreas pero aun mas, no hay mencion de las epistolas de los apostoles a las congregaciones, y que deberian circular 'de mano en mano!!!
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